En Museología radical, libro traducido en forma reciente (editorial Libretto), la historiadora inglesa Claire Bishop pone en consideración de qué manera se entiende el arte contemporáneo, no solo como categoría analítica sino también en las políticas de gestión de los museos. En uno de sus abordajes, recupera ex profeso aquello que Walter Benjamin describe como constelación, la forma de “unir eventos de nuevas maneras, modificando las taxonomías, disciplinas y propiedades establecidas”. Esa mirada multitemporal y multicausal, que subvierte la definición de los museos como depósito de tesoros, está presente en Museo, libro-objeto que acaba de publicar la artista Mariana López (1981).
El Museo de Ciencias Naturales de La Plata fue inaugurado dos años después de la fundación de la ciudad futurista que imaginaba Dardo Rocha, influenciado por sus lecturas de Julio Verne. El museo fue uno de los bastiones –junto al Observatorio y la Biblioteca– de un modo de entender no solo la disciplina científica, sino también qué cosmogonía debía imperar en la política. Algunos de esos preceptos resuenan en la investigación de López, que recorrió los pasillos de esa inmensidad durante dos años: “El Museo de La Plata exhibe una tensión de temporalidades, a diferencia de otras instituciones científicas tal vez más modernizadas pero más planas desde el punto de vista temporal”.
El principal posicionamiento que manifiesta la autora es el de entender el Museo de La Plata en sus capas, como el museo de un museo: “Si en el plano del recorrido que el museo ofrece se desarrolla la historia natural, en la que las formas de vida ocupan un lugar restringido en relación con la historia natural y lo ocupan aún más con las formas relacionadas con la vida humana, en otro plano se puede plantear un recorrido por la historia misma de la institución, entrelazada con la historia de la ciudad y del país desde la organización nacional en adelante. Momentos claves de la historia argentina, como la llamada Conquista del Desierto, la fundación de las universidades y de los espacios educativos modernos, la ciencia como disciplina autónoma y como paradigma ético moral, la cuestión de la desaparición de los cuerpos y de la memoria histórica, dejan de alguna manera sus huellas en algún lugar del museo”.
Publicado por el sello N Direcciones, Museo es algo más que un catálogo: se (re) define como una instalación, que permite entrar y salir, perderse, en forma diagonal, por los distintos recovecos del día a día de la institución fundada por Francisco Moreno. Entre los múltiples géneros que lo conforman, hay reescritura –de las investigaciones tribales del antropólogo alemán Lehmann Nitsche–, rescates –de los impresos que hacía el laboratorio en 1890–, glosas archivísticas, biografías de desconocidos que pertenecían al museo y que fueron “tocados” por su magnetismo, conversaciones con los distintos trabajadores, entre otros. “Me parecía importante eludir la lógica narrativa –señala López–. Se genera de esta forma una especie de colección de colecciones o museo de museo. En este sentido, uno de los puntos que exploro es el de los procedimientos paratextuales, que funcionan como marcos, como en la idea misma de museo y de colección, trabajan con la correlación entre objetos, que en el caso del libro sobre el que trabajo son textos, y los ítems de un inventario. Es interesante pensar cómo se imbrican en el museo biografías de personas con biografías de objetos. Hay una cuestión en las ciencias naturales de praxis manual, de estar en contacto con las tres dimensiones, con lo visual, lo físico y el olor. Son objetos que por años los científicos están midiendo, observando, van a recolectar al campo y arman series. Hay un tema con los objetos, ese es el punto de contacto con las artes visuales: la posesión”.
Mariana López, que hasta hace unos días expuso en Munar una muestra llamada Mar de Solís, cuenta que la investigación le permitió revisar el conjunto de su producción visual, fundamentalmente vinculado a la transferencia afectiva que hacen los científicos a los objetos que estudian casi toda su vida. Lo mismo, cree, pasa con la idea de coleccionismo, que se imbrica tanto en la serie científica como en la estética: “El archivero del museo me contó una anécdota que me parece interesante: hace cuatro años abrieron en el Museo de La Plata un sistema de alarmas de incendio. El sabía que habían programado un simulacro de incendio porque el archivo está ubicado al lado de la dirección. Varios de los trabajadores del museo no sabían que se iba a hacer un simulacro y, efectivamente, empezaron a salvar las colecciones. Una persona de botánica salió del museo sosteniendo en una mano su maletín y en la otra, tres o cuatro ramas, con hongos. El archivero se refirió a lo sucedido como una manifestación vital del inconsciente. Dice que cuando vio eso confirmó lo que siempre había sospechado”.