Borges imaginó otro planeta en su crucial relato "Tlön, Uqbar orbis tertius". Al principio, Tlön pertenece a lo fantástico, pero luego, gradualmente, se introduce en nuestro llamado mundo real mediante dos portales de ingreso: uno en la frontera rural con Uruguay, y el otro, el único urbano, por la ciudad de Buenos Aires; esto "ocurrió en un departamento de la calle Laprida, frente a un claro y alto balcón que miraba el ocaso". Allí la princesa de Faucigny Lucinge recibe una brújula que procedía de Tlön. Sospecho que el departamento que propone Borges es Laprida 1212, el lugar en el que vivió Xul Solar, en el que aún se conserva su biblioteca, y en el que hoy se erige el museo que exhibe parte de su obra.
Xul Solar, su verdadero nombre era Oscar Agustín Alejandro Schultz Solari, nació antes que Borges, en 1887. A los 22 años, en 1912, Xul caminó hasta el puerto. A lo lejos se abría el horizonte, la aventura, un camino de olas y espumas hacia lo desconocido. Quería partir para convertirse en monje tibetano. Navegó rumbo a Hong Kong. Tenía ahorros solo para un mes. Pero su viaje en navíos mercantes por muchos mares duró doce años. Como viajero romántico, Xul vivió en Florencia, Múnich, Milán, París, Londres. Y conoció a Kandinsky, a Paul Klee, y al creador de la antroposofía, Rudolf Steiner. Y en París, coincidió con el ocultista Aleister Crowley, miembro de la organización esotérica Orden Hermética de la Aurora Dorada. Con Crowley, Xul coincidió durante un mes. En ese tiempo, el inglés lo instruyó en un método de autohipnosis para provocar visiones mediante símbolos que podían proceder de las cartas de Tarot, o de los hexagramas del I Ching. Lo visto debía ser también registrado. Lo descubierto lo volcará en un texto que llamó “Los San Signos”. Los registros de las visiones se convertirán luego en la trama simbólica de sus pinturas.
Su cosmovisión adquiere así una fisonomía definida: simbolismo, esoterismo, misticismo, pintura, también curiosidad por lo precolombino, ciencias ocultas, matemáticas, biología y metafísica, música, mitologías e idiomas, la alquimia y la astrología (empezó a diseñar cartas astrológicas desde 1939); y el “I ching”, lo persa y lo árabe; y las religiones, el Sufismo de Rumi, los “Upanishad” del hinduismo, el “Zend Avesta”, San Francisco de Asís, el budismo zen. El único "cosmopolita que llegué a conocer", como manifestó Borges.
Del hogar al museo
En la Ciudad de Buenos Aires, Xul siempre está presente. Su Museo nació de la transformación de lo que era su vivienda y un grupo de casas de alquiler contiguas. Entre 1987 a 1993 el arquitecto Pablo Beitía elaboró una intervención que dio nacimiento a un ámbito con sobrios volúmenes y una impresión de vanguardia.
El Museo exhibe parte de sus pinturas, 83 cuadros. El catálogo razonado de Xul Solar fue publicado por la Fundación Pan Klub y dirigido por Patricia Artundo, e incluye más de 1900 obras entre pinturas, dibujos y otros trabajos, el arco completo de su creación desde 1913 hasta 1963. Y además de las pinturas, el Museo contiene varios objetos extraordinarios: un tablero del panajedrez que inventó; dos de los tres pianos que Xul Solar modificó mediante teclas de colores; textos en panlengua y neocriollo, lenguas a las que luego nos referiremos; estudios astrales de diversos personajes de la historia, como Alejandro Magno, Nietzsche, Picasso, y tres sobre Borges.
El Museo Xul Solar alberga también La Fundación Pan Klub, fundada en 1986 por Micaela «Lita» Cadenas, esposa del artista, que continuó así el Pan Klub creado por el artista en 1938. La Fundación tiene como objetivo difundir la obra del artista, preservar su legado y gestionar el Archivo Xul Solar. En el Museo también f. Allí se sube por una escalera caracol. En los anaqueles se acomodan más de tres mil libros; y su correspondencia con cartas de Picasso, Modigliani y Apollinaire, personajes con los que dialogó sobre arte en París. En el lugar que habitó se distingue la ventana de un cuarto pequeño. Por esa abertura, el artista de 1,90 m realizaba observaciones astronómicas. En dos ambientes, se reconocen una brújula, una cítara, heredada de su padre, y su vieja máquina de escribir alemana; muebles hechos por sus propias manos y un gran esqueleto.
Y en el living, un sillón rojo junto a una lámpara de pie, en el que se sentaba Borges en sus charlas con Xul.
Las invenciones
Xul creó un teclado de piano con tres filas de teclas de colores y relieves con una escala musical de seis notas. Y su famoso panajedrez o panjuego, que amplía las casillas convencionales del juego y las relaciona con las constelaciones y los signos zodiacales. Para Xul es un juego astrológico; cada pieza simboliza un signo zodiacal, y combina reglas del juego de las damas y del chino go. A la manera de un almanaque, cada pieza remite a días, semanas, meses y años. Las piezas son también letras. El tablero tiene 144 casilleros en lugar de los 64 tradicionales. Una pieza, denominada “azar” puede ser usada eventualmente por ambos contendientes. Las piezas empiezan el juego fuera del tablero, y hasta siete piezas se superponen en cada casillero. Y si una pieza se come a otra asume las propiedades de ésta. Cada una de las piezas fue hecha por Xul artesanalmente. Talladas en madera, son planas, y así se superponen.
Xul aseguraba que “la utilidad de este nuevo juego está en que reúne en sí varios medios de expresión completos, es decir, lenguajes, en varios campos que se corresponden sobre una misma base, que es el zodíaco, los planetas y la numeración duodecimal".
La inventiva de Xul lo llevó también, en 1953, a fabricar una serie de títeres con los nombres del zodíaco. Y desde su condición de políglota, inventó dos lenguas construidas: el neocriollo y la panlengua. El neocriollo o creol manifiesta la identificación de Xul con la cultura americanista. En su idioma artificial mezcla español y portugués, pero también elementos de otras lenguas como el guaraní. El neocriollo aspira a promover la unión latinoamericana, en su identidad plenamente independiente de Europa.
“Los San Signos. Xul Solar y el I Ching”, publicado por el Hilo de Ariadna, incluye sus visiones sobre los signos del “I Ching”, o "libro de las mutaciones", el libro oracular chino con textos escritos hacia el 1200 a. C. La publicación cuenta con un ensayo introductorio y la traducción del neocriollo por Daniel Nelson.
La panlengua se compone de una estructura monosilábica, con una base numérica y astrológica, sin gramática y combinable libremente, de fonética accesible, musical. Un idioma artificial, lengua construida o planificada, que aspira a ser una lengua universal para permitir la comunicación entre diferentes culturas. El ejemplo más notorio de este tipo de lengua es el esperanto, la lengua planificada más difundida del mundo, creado por el oftalmólogo polaco L. L. Zamenhof.
El Xul de Borges
Luego del regreso de Xul a la ciudad de Buenos Aires, en 1924, conoció a Jorge Luis Borges.
En julio de 1968, en el Museo Provincial de Bellas Artes de La Plata, se realizó una exposición en homenaje a Xul, luego ya de su fallecimiento. La muestra se abrió con una conferencia de Jorge Luis Borges. Entonces el escritor lo recordó como “ciudadano del cosmos”. Y Xul, recordó, “sabía que la realidad puede modificarse continuamente, y creía que su misión consistía en esa revolución cotidiana”. Ese "hombre de otro tiempo", “tal vez el único ciudadano cosmopolita del universo que haya conocido fue Xul Solar", aseguraba el autor de "El Sur".
Y Borges y Xul compartieron caminatas por la ciudad que los cobijó. El deambular por Buenos Aires, y partidas de ajedrez, y charlas en la casa de Xul, en Laprida 1212, y lecturas de William Blake y Emanuel Swedenborg. Pero también hubo una colaboración artística entre ambos. Xul Solar hizo un afiche para “El idioma de los argentinos” (1928), y para la Revista Proa (1925); y traducciones del alemán por Xul de textos que luego Borges daba lugar en algunas de las publicaciones que dirigía; y también realizó viñetas para el libro “Un modelo para la muerte” (1946), un cuento policial de B. Suárez Lynch, seudónimo de Borges y Bioy Casares.
Y Borges recuerda que, en una oportunidad, caminaban por Chacarita y entraron en un bar. Y "allí abundan los cuchilleros, los carreros, en fin, toda clase de personajes orilleros. Yo sentía cierto temor por ese ambiente, pero Xul estaba acostumbrado a frecuentarlo, y recuerdo que habló con ellos en creol. A mí me resultaba extraño todo eso; sin embargo, Xul se manejaba con toda comodidad y los otros lo respetaban".
Y en cuanto a sus pinturas, Borges afirmaba que "...son documentos del mundo ultraterreno, del mundo metafísico en que los dioses toman las formas de la imaginación que los sueña". Así según el autor de “El Aleph”, Xul "pensaba en forma de mito, en forma de fábula, de dioses, de colores".
Mucho de lo que Borges evoca sobre su amigo late en las páginas de “Recuerdos De Mi Amigo Xul Solar” (1990), publicado por Fundación San Telmo.
Xul y la música
La obra de Xul se conecta con la música. El interés musical ya surgía de su propio entramado familiar: su padre tocaba la cítara, su abuelo fue pianista. Aprendió a sacarle notas a estos instrumentos, mientras frecuentaba el Teatro Colón, y gozaba con inspiradas obras de Bach, Chopin y Wagner. Cultivó amistad con Juan de Dios Filiberto, el compositor del tema “Caminito”, al que hizo gustar de la música sinfónica; también fue amigo de Vicente Scaramuza, profesor de piano en el Conservatorio Nacional de Música de Buenos Aires, notable maestro, una de sus discípulas es Martha Argerich.
Luego del piano preparado de John Cage, Xul también ensayó sus intervenciones en el instrumento de las teclas y las cuerdas. Transformó el piano de su esposa en un teclado de colores. Lo movía un ánimo pedagógico: lograr que el piano fuera más fácil de aprender y de tocar.
Cintia Cristiá llama a Xul "músico visual" que, como muchos místicos y filósofos intuyó que la vibración es escalera hacia la realidad más inmensa. Por eso, Cristiá, en su estudio “Xul Solar, música visual. La música en su vida y obra”, afirma: "En sus escritos, la música aparece como sinónimo de alimento espiritual, como un lazo con el más allá. Quizás conoce ya los puntos esenciales de la Teosofía, disciplina con la cual sus afirmaciones guardan una relación significativa…”.
La pintura
Cuando Xul regresó a la Argentina, junto con Emilio Perlotti, pretendió derretir la mediocridad artística local con los fuegos de las vanguardias traídos de Europa. Primero se vinculó con el Grupo de la revista Sur, y la revista Martín Fierro, los ámbitos literarios de Borges. La primera exposición de sus cuadros es en su ciudad, la ciudad de Buenos Aires, en diciembre de 1924, en la muestra colectiva “Primer Salón Libre”, en la Galería Witcomb. Expuso también en la "Exposición de Pintores Modernos", en ocasión de la visita al país del futurista Filippo Tommaso Marinetti, y en ese mismo año en “La Peña” del Café Tortoni; también ilustró el libro de Borges “El tamaño de mi esperanza”.
En 1927 pintó “Drago”. Un hombre monta sobre un dragón. En el ser mítico se suceden banderas de los países de Iberoamérica y, en la parte inferior, otras de España, Portugal y Estados Unidos. En la cabeza de la criatura mágica se muestran símbolos religiosos. En la parte superior aparece un sol y un cometa. Patricia Artundo destaca que la obra fue realizada cuando Guillermo de Torre propuso algo polémico. De Torre, ensayista, poeta ultraísta, crítico literario, casado con la hermana de Borges, Norah, alentó recomponer los lazos de América latina con España, una forma de contener la influencia cultural francesa de la época. Esta propuesta, tildada de paternalismo neocolonial, fue rechazada por la mayoría de los intelectuales. Y Xul lo hizo desde sus pinceles. La afirmación de la identidad latinoamericana necesitaba tomar distancia de la "vieja madre patria".
La pintura de Xul es de pequeño o mediano formato. Apela a la acuarela, la témpera, a veces al óleo. Los patrones figurativos que se repiten en la pintura de Xul son los seres fantásticos, remitidos a la astrología y el Oriente, y misteriosos visionarios, y una profusión de escaleras hacia el cielo, el sol o lo lejano, o lo alto de columnas que recuerdan el retiro solitario de algunos ascetas. La vasta presencia de las escaleras en su pintura es claro símbolo de la unión entre lo alto y lo bajo, entre el cielo y la tierra. La figura de los peldaños asegura que el destino de la energía humana es siempre ascender. Ascender a lo más elevado y extenso. El artístico místico siempre en camino hacia lo infinito espiritual.
Pero, más allá de la mística visionaria, la poética pictórica de Xul es su especial ejercicio de una pintura fantástica, inseparable de sus lecturas simbólicas posibles.
Y otras de las pinturas emblemáticas de Xul es “Vuel Villa” (1936). En una acuarela sobre papel, la ciudad, convertida en una nave montada sobre hélices con motores y sostenida por cuerdas y globos aerostáticos, vuela sobre edificios, chimeneas, un puerto.
Y en la pintura de Xul, las propias escaleras que llevan hacia arriba por sus series de peldaños, también vuelan. Lo que ve vuela.
Visionarios en la ciudad ante el ancho río
Entre las aguas del Delta del Tigre, el visionario encontró su lugar. Allí, en el Tigre vivió más cerca del cielo y de la fértil vegetación, hasta ya no respirar en este mundo, en 1963.
Es tentador relacionar su legado con otros personajes que también latían en la ciudad ante el ancho río. Xul fue amigo de Borges, y también de Macedonio Fernández y de Leopoldo Marechal; todos visionarios, a su manera. Macedonio veía el todo como mente, sueño, pensamiento; nada es fuera de un gran psiquismo universal; Marechal veía la vida a través de una belleza trascendental en su "Cuadernos de Tapas Azules" en su Adán Buenosayres (1948); y Borges es el visionario de "El Aleph", el que percibe todo el universo en un solo punto. El Buenos Aires recorrido por estos artistas hermanados le confiere a la ciudad una fisonomía de mirador de lo trascendental.
En Xul es posible discutir sus creencias dudosas sobre las influencias astrales; o advertir muchas de sus iniciativas como comienzos o esbozos que nunca terminan por consumarse, como él mismo lo reconoce: "Soy el director de un teatro que todavía no funciona".
Xul se identificó con el camino esotérico, la visión de lo lejano y misterioso que solo puede ser sugerido por símbolos, en la línea de la teosofía, la antroposofía de Steiner, o el expresionismo de Kandinsky, o la paisajística de Max Ernst. Lo visionario entre lo esotérico ancestral y la mirada lateral de lo artístico infunde en Xul la certeza de que la realidad en sí no es motivo de razonamiento y deducción sino de intuición y visión.
Su filosofía implícita es una suerte de expresionismo visionario bajo su propio corpus simbólico de imágenes, con escaleras, puentes, seres sobrenaturales, árboles sefiróticos, seres míticos que unen cielo y tierra como el dragón o la serpiente imaginados como fuerzas de ascenso y vuelo. Y todo esto también con un toque de cultura americanista y criolla.
Pero además de los antecedentes de lo visionario, en su propio siglo, y en el terreno del arte de vanguardia, el expresionismo de Kandinsky le dio a Xul la confianza en la pintura como acto visionario, como correlación entre música y colores. Pero también contribuyó a su modelar su sensibilidad la corriente surrealista. Xul y su mística visionaria. Su actitud creadora denota un inconformismo que no sea agota en cambiar lo dado, sino en deseo de espiritualidad.
El mundo es algo más para los visionarios que deambularon por las calles de Buenos Aires. Y para Xul, el camino visionario fue una ventana abierta por la cual algo de lo real ingresa, como un resplandor secreto.
(*) Esteban Ierardo, filósofo, escritor, docente, su último libro La red de las redes, ed. Continente. Su web cultural, La mirada de Linceo: www.estebanierardo.com