DEPORTES
historias minimas

A esos adorables perdedores

No es cierto eso de que en el fútbol lo único que sirve es ganar. O que solo cotizan los triunfadores. O que nadie se acuerda del derrotado.

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No es cierto eso de que en el fútbol lo único que sirve es ganar. O que solo cotizan los triunfadores. O que nadie se acuerda del derrotado. Son mitos, leyendas que el propio fútbol se encarga de desmentir. Este deporte es tan noble que también le da cabida a los perdedores. Por supuesto que en la tapa siempre sale el campeón, el goleador o el pibe que vendieron en millones de dólares. Sin embargo, quedan espacios reservados para aquellos que el destino los agarró mal parados.

En algún momento, en algún lugar del mundo, alguien querrá saber quién fue el jugador que más rápido expulsaron en un Mundial, y ahí aparecerá el uruguayo José Alberto Batista, curiosamente apodado Charly. Fue en México 86, frente a Escocia. A los 52 segundos pegó una patada descomunal, una uruguayez que le costó la roja. Desde entonces nadie pudo batir ese récord. En otro lugar del planeta algún arqueólogo del fútbol necesitará averiguar cuál fue la Selección que sufrió la peor goleada y se encontrará con El Salvador, que padeció diez goles de Hungría en España 82. ¿Y si algún curioso se interesara en saber quién fue el primer expulsado en una final de un Mundial? Ahí descubrirá a Pedro Damián Monzón, el Moncho, que vio la roja en la final Argentina-Alemania en Italia 90 por ponerle la pierna fuerte y templada a Klinsmann. Otra marca imbatible: Monzón fue el primero y lo seguirá siendo. Y hay más.

Yupanqui, el modesto club de Villa Lugano, se hizo famoso por ser el equipo con menos hinchas de la Argentina. Ese puñado de simpatizantes protagonizó una publicidad de Coca-Cola que lo hizo conocido en el mundo. Desde entonces, cuando una hinchada pretende hacer evidente que otra tiene escasa convocatoria, le canta “Yu-yu-panqui…”. El humilde equipo de Primera D logró presencia permanente hasta en los estadios de Primera.

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Todo el tiempo se viralizan jugadas con delanteros que encaran con pelota dominada y el arco libre, sin la más mínima resistencia, con todas las comodidades para definir y fallan en el último toque. Esos bloopers imposibles inundan grupos de WhatsApp. Pero a nadie, bajo ningún concepto, se le hubiera ocurrido hacer circular uno de esos videos si el delantero hubiese convertido el gol. La desgracia, en este caso, es lo que impulsa la fama del desdichado.

De Martín Palermo se recuerda el gol de mitad de cancha a Ustari, el que le hizo a River con muletas y mil episodios insólitos/fantásticos, pero en ningún recuento de su carrera deberían quedar afuera los tres penales que erró en la Selección ante Colombia en la Copa América de 1999. El combo Palermo incluye la tarde más loser de su vida. Las fallas fueron, también, parte de su grandeza.

Estos tipos que la pasaron mal, que rogaron para que el mundo se terminara en esos segundos malditos, están en los libros de historia. Aún contra su voluntad, son parte de la Wikipedia de la pelota. El fútbol es muy generoso, tanto que a veces la historia la protagonizan los que pierden.