Da vergüenza ajena. Molesta e irrita ver la tozudez y la implacable regla de la “ventajita” que aplican sistemáticamente casi todos los futbolistas argentinos. El reclamo destemplado, la pierna mal puesta, las culpas de todos los demás menos de uno mismo. Repasando los detalles del último fin de semana, podemos verificar varias perlitas: Mauricio Caranta, el arquero de Lanús, recibió una merecida tarjeta amarilla después de reclamar a los gritos y con gestos ampulosos que el juez Patricio Loustau determinara –correctamente- que el penal que había atajado se ejecutara nuevamente. Lo hizo el colega banfileño Bologna y convirtió. Eso alcanzó para que una vez consumada la derrota granate, los futbolistas encabezados por Diego Valeri le echaran la culpa al juez por el desarrollo del juego.