DEPORTES
Rodolfo D’Onofrio

Aquellos picados con Firmenich

El presidente de River jugo al fútbol con el líder de montoneros cuando estudiaban en el Nacional de Buenos Aires. Y colaboró con el Padre Mugica en la villa 31.

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Desde el primario hasta la universidad se movió por la educación pública. Es egresado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, donde se recibió como licenciado en Economía, pero tuvo una parada técnica en el Colegio Nacional de Buenos Aires, en Moreno y Bolívar, la esquina de Montserrat a la que llegaba todos los días desde el oeste del Conurbano en el tren Sarmiento, que primero lo dejaba en Once.

Esos viajes los compartía con un chico del barrio, un año menor, que con el tiempo cobraría notoriedad pública: Mario Eduardo Firmenich, uno de los líderes de Montoneros. El tiempo lo mataban hablando de fútbol, uno de River y el otro de Racing, que en esa década de 1960 iba a ser el primer equipo argentino campeón del mundo, y junto con Independiente y Estudiantes, uno de los primeros ganadores de la Copa Libertadores del país. Compartían el equipo del colegio. “Yo era un buen jugador, estaba en el seleccionado del colegio. Ojo, tampoco el Buenos Aires se caracterizaba por tener un seleccionado de gran nivel, ahí predominaba lo intelectual, así que tampoco era un fenómeno, pero me las rebuscaba. Yo era ocho y Firmenich, el wing izquierdo.”

Si bien él no tenía inquietudes políticas previas, empezó a desarrollarlas cuando entró al secundario. Tenía un compañero de banco que le empezó a hablar de Marx, y al principio él pensaba que se trataba de un futbolista. Por su fe católica y a través del colegio conoció la obra del padre Carlos Mugica y comenzó a participar de las actividades de la parroquia Cristo Obrero de la Villa 31, en Retiro. Por allí pasaban Firmenich y toda la cúpula de Montoneros, como Carlos Ramus y Fernando Abal Medina. Si bien estuvo en contra de la lucha armada, durante muchos años se negó a creer que habían sido los autores del asesinato de Pedro Eugenio Aramburu, e incluso pensó que les habían plantado el cadáver del ex presidente de facto. “Mugica decía siempre que todo se solucionaba a través del trabajo y del compromiso. Escuché la noticia de su asesinato por la radio, volviendo de Luján. Tuve que parar el auto al costado. Fue un dolor enorme, era un ser humano que entregaba su vida por los demás.”

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El primer torneo como presidente, el Final 2014, le deparó dos alegrías, porque River fue campeón por primera vez tras el ascenso y luego de diez años pudo ganar un superclásico en la Bombonera. Sin embargo, al finalizar el torneo recibió una noticia que no esperaba: Ramón Díaz iba a renunciar. River había salido campeón el 18 de mayo. Seis días después ganó el segundo título, la Superfinal a San Lorenzo, campeón del Torneo Inicial 2013, y logró clasificar para la Copa Sudamericana. El 27 de marzo arregló su salida.

Dos días después de la salida de Ramón Díaz, quien tras el Mundial de Brasil se haría cargo del seleccionado de Paraguay, el primer candidato decía que no. Gerardo Martino había dejado de ser entrenador del Barcelona dos semanas antes y decidió esperar hasta después de la Copa del Mundo para dirigir. Francescoli recomendó a Marcelo Gallardo, ex compañero suyo, que había sido campeón en su primer torneo como entrenador con Nacional de Montevideo en 2012.

“El plan A era Martino y ahora es Gallardo. En las próximas horas tomaremos contacto con él. Es un hombre de River al que le ha ido bien con Nacional, y siempre a River le ha ido bien con hombres de la casa”, dijo el presidente, que el 6 de junio, nueve días antes del debut de Argentina contra Bosnia, presentó al nuevo refuerzo en el Estadio Monumental. “Es una enorme satisfacción volver a representar a uno de los clubes más grandes de América. Me siento muy feliz. Muchas gracias al presidente, a Enzo y al hincha de River, que se manifestó de una manera increíble. Conocer la cultura de este club me hace sentir y saber que hay un lindo camino por recorrer. Me siento con mucha energía.” Así fue la primera conferencia de Gallardo, que llegó con zapatos, jeans, camisa blanca, suéter negro y saco gris. Pocos aventuraban que iba a ser la mejor incorporación de esta gestión.