DEPORTES
PALIZA EN EL LIBERTADORES

Avellaneda siempre es un clásico rojo

Independiente jugo su mejor partido desde que lo dirige Pellegrino. Goleó 3 a 0 a Racing con tantos de Martin Benitez (la figura), Jesús Méndez y Diego Vera. La academia fue una sombra.

El primero. Salto y festejo. Martín Benítez convirtió y estalló el estadio del Rojo.
| Sergio Piemonte

El infierno está nomás encantador. Tan encantador como la producción de fútbol y de carácter del dueño de casa. A tono con la tarde radiante de sol y el deseo de esas miles de almas rojas que todavía se abrazan y pellizcan para convencerse de que lo que acaban de ver es verdad. En realidad, fueron testigos de una de esas diabluras de las que se hablará por largo rato. Básicamente, porque Independiente se jugaba una gran parada para saber dónde está parado en el torneo y porque enfrentaba al rival al que más quiere ganarle (y al que paradójicamente le gana casi siempre) y que llegaba con la cucarda de campeón para echársela en cara. Pero el que jugó para campeón fue el Rojo, y Racing quedó reducido a su mínima expresión. Tan chiquito fue lo de la Academia que no sería extraño que se abra un frente intenso de tormenta.
El clásico fue clásico sólo media hora; en ese lapso prevalecieron los cuidados, se arriesgó poco y las únicas llegadas fueron con tiros de media distancia que neutralizaron muy bien Saja y Rodríguez.

Todo se fue al infierno en cinco minutos. Primero, cuando entre Vera, Toledo y Benítez armaron una jugada bárbara que terminó en gol del volante; al rato, se fue expulsado Acuña por un codazo a Méndez (que, dicho sea de paso, también se tendría que haber ido antes expulsado también por un codazo). Allí se terminaron las equivalencias. Porque, más allá de la actitud de Cocca de mantener a los tres delanteros para no resignar chances ofensivas, no supo de qué manera abastecerlos tras la salida del único jugador que hasta ese momento abría la cancha. Entonces, Racing se transformó en un equipo demasiado largo, sin cohesión entre líneas. Quien mejor leyó la situación fue el chiquilín Benítez, que se transformó en el arma letal con la que Independiente remató el partido. Con su movilidad, manejó los tiempos, fue descarga y abasteció a sus compañeros. Encontró al uruguayo Vera como su mejor socio y, de no haber sido porque Albertengo no entró en sintonía y Saja respondió con solvencia en cada ataque Rojo, el resultado se hubiese podido cerrar antes.

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Racing amagó despertarse con la entrada del paraguayo Romero, pero duró un suspiro, en que Milito pudo poner el 1 a 1 con un cabezazo que se fue apenas alto. Todo eso fue Racing. Y nada más. Si hasta allí Saja parecía invencible, a 10 del final Jesús Méndez demostró que no y con un magistral tiro libre al ángulo izquierdo aseguró el resultado, instaló la calma y desató la locura.
El tercero del uruguayo Vera, de palomita tras centro de Lucero a los 40, fue para darle entidad de goleada a la chapa final y para habilitar la gastada de vereda a vereda. Pase lo que pase de aquí al final del torneo, el Rojo está hecho. El que está en el horno, mejor dicho, en el infierno, es Racing.