DEPORTES
tendencia que crece

Barça, Leo, Play y medios: las armas de la colonización

El efecto Leo, los videojuegos y la TV por cable incentivaron a los chicos a que estén más pendientes del fútbol europeo que de los equipos locales.

Los dueños de la pelota. Barcelona, Gremio y Valencia en primer plano. Entre los pibes, las camisetas que más juegan son las de los clubes europeos.
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—Papi, ¿me comprás los botines de Messi?
El local está repleto de ropa deportiva. Hay camisetas de los grandes de acá, hay ropa de entrenamiento, están los últimos modelos de los clubes europeos y también prendas con escudos que apenas se reconocen. Todo es muy prolijo, ordenado. Tentador.
—Bueno, entonces la camiseta del Barça.
Los vendedores aceleran, los turistas husmean y los pibes insisten. Todo ocurre en un escenario dominado por los colores. El blanco del Real encandila, el azul y negro del Inter impacta y el celeste del City relaja, pero el que manda es el azulgrana. Es que acá, en esta esquina céntrica, Barcelona es la fortaleza, y Messi, el rey.
—¿Y para las medias te alcanza?

Fútbol colonial. El foco de los chicos se corrió. Como si se tratara de una nueva tendencia o un símbolo de estos tiempos, están cada vez más pendientes de las ligas europeas. Los partidos domésticos, sin estrellas ni glamour, hasta los aburren. Pueden recitar de memoria la formación de la Roma, pero les cuesta nombrar dos jugadores de Racing. Son fanáticos de Boca pero van a la escuelita de fútbol con la camiseta del Santos. Saben que ya salieron las figuritas del Torneo Final, pero coleccionan las de la Champions. Reclaman la revista Tiki Tiki porque trae un Cristiano Ronaldo troquelado y acumulan más horas de ESPN que de Fútbol para Todos. La colonización, esta vez, se camufló en una pelota.
Esta devoción por el fútbol extranjero arrancó hace unos tres años. El gran responsable, como mucho de lo que ocurre en el fútbol, es Messi. Y los medios, por supuesto, que acompañaron la explosión de la estrella y lo siguen de manera incondicional. La semana pasada, por ejemplo, el Barcelona le ganó 4-0 al Milan con dos goles de Leo. El partido fue por octavos de la Champions, pero al día siguiente la foto salió en la tapa de todos los diarios de la Argentina.

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Otro protagonista inevitable de la globalización del fútbol primermundista son los videojuegos. En esa virtualidad cada vez más real, los grandes equipos de Europa corren con ventaja. Y elegirlos para jugar, también. Por eso, los debates más encendidos antes de agarrar los controles se suelen generar por la elección, por ejemplo, entre el Manchester del Kun o el Barça de la Pulga. No importan las marcas ni las versiones: ningún niño con sueños de vuelta olímpica elegirá jugar con Boca o con River, aunque aparezcan entre las opciones. El efecto Play es determinante: después de horas, días, meses, frente a las pantallas, los pibes terminan hablando de Iniesta con familiaridad, como si se tratara del enganche de su equipo; conocen a los titulares del Catania pero no recuerdan el nombre del goleador de Lanús; y cuando Higuaín aparece en escena tiene la camiseta de un equipo español. La nueva colonización lo logró. El combo Messi+medios+Play es demoledor.

Signo de los tiempos. El vendedor de la casa de deportes lo dice con naturalidad: “Cuando piden una camiseta de Messi, los pibes prefieren la del Barcelona antes que la de la Selección argentina”. El local tiene una vidriera destinada a la ropa del equipo español, con un maniquí disfrazado de Leo. “Hace unos tres años, la mayoría de las camisetas que vendíamos eran de equipos de acá, pero ahora está parejo –insiste el vendedor–. Las que más piden son la de Messi y la de Agüero”. El detalle es sutil, pero significativo: cuando un chico quiere una prenda de un club local, la pide por el nombre del equipo. “¿Tendrás la de Independiente”, por ejemplo. En cambio, si prefiere una extranjera, el que se impone es el jugador: “¿Cuánto cuesta la nueva de Agüero?”.

Además de venderse parejo, las camisetas se cotizan parejo. Las casacas oficiales de los principales equipos europeos cuentan entre 500 y 600 pesos, lo mismo que las originales de Boca o de River. Aunque hay otra alternativa: las que vienen con la impronta de La Salada y que los vendedores definen como “réplicas”. Esas se consiguen entre 80 y 150 pesos, y el precio tampoco discrimina entre las de los equipos europeos y los nacionales. El dueño de un local sobre la peatonal Lavalle, que hace doce años vende réplicas, reconoce: “Hace cuatro o cinco años, casi nadie me pedía algo de afuera. Ahora, por cada camiseta de un equipo argentino, vendo dos del Barcelona”.

El apasionante mundo de las figuritas también refleja este fenómeno de la globalización de la pelota. Panini es una empresa italiana que desde hace 19 años edita en la Argentina las colecciones de los equipos domésticos, pero desde 2008 apostó con una serie que en ese momento era novedosa: las figus de la Champions League. Y no les fue nada mal. “Las ventas comparativas son parejas –explica Nicolás Sallustro, jefe de Promociones de la empresa–. Depende de cómo venga el fútbol local. Si no genera mucho entusiasmo, se venden más las de la Champions. Este año, con Ramón Díaz en River y con Bianchi y Riquelme en Boca, los pibes tal vez prefieran las del Torneo Final. Veremos.”
Pero donde mejor se puede observar la tendencia es en los campos de juego. Allí donde un grupo de chicos se junten para patear una pelota, se verá la prueba más concreta de la colonización. Puede ser una plaza, una calle poco transitada o una canchita, da lo mismo. El concepto no cambia: más Ronaldo que Trezeguet, más Milan que San Lorenzo. Más Europa que Argentina.

Tomo IV. Eduardo Galeano podría escribir una nueva versión de Memoria del Fuego. Si se asomara a una escuelita de fútbol y viera los colores de las camisetas de los pibes, podría hablar de nuevas formas de colonización. Si se detuviera en los devotos de la Play que se encandilan con los ídolos foráneos, podría teorizar acerca de formas modernas de dominación. Si el escritor uruguayo se plantara frente a un local de ropa deportiva tendría el disparador para narrar nuevos episodios de conquista. Si Galeano decidiera escribir una versión actual de aquellos textos que describían con crudeza la colonización española de hace cinco siglos, ahora tendría al fútbol. Pero, claro, los chicos están ajenos a cualquier tipo de interpretación. Para ellos, la pelota es un juego. Con o sin camiseta.