Pocos deben haber sufrido tanto este verano como los hinchas de Boca. A las inclemencias térmicas les sumaron una imagen patética del equipo construida a pura derrota, dos de ellas en el superclásico, rendimientos colectivos e individuales muy lejos de lo esperado y las polémicas surgidas tras la mala conducta de varios jugadores (cinco expulsados en tres partidos), los dichos del presidente Angelici sobre Cata Díaz y el rumor de pelea entre Orion y Tevez. Como si los dos títulos conseguidos a fines de 2015 fueran remotos o conseguidos por jugadores que ya no están. Pero están todos (salvo Jonathan Calleri) y con refuerzos, algunos rutilantes, como el regreso de Daniel Osvaldo.
Por si fuera poco, en el horizonte inmediato aparece San Lorenzo, por la Supercopa Argentina, un rival históricamente empecinado en amargarle la vida.
Con todos estos antecedentes, el debut de Boca en el torneo genera una expectativa especial: o hace borrón y cuenta nueva de la mala imgane que dejó o sigue en la pendiente. En las decisiones de su entrenador y en las piernas de sus jugadores está la respuesta. Y también en lo que pueda proponerle Temperley, un rival fatigador, voluntarioso y con un entrenador debutante en la máxima categoría, que en su afán por empezar con el pie derecho seguramente estará dispuesto a dar hasta la última gota de sudor, cuando jueguen desde las 21 en cancha de Banfield, ya que el Celeste tiene su cancha en refacción.