Experto en clásicos, Carlos Bianchi les quitó entidad a los análisis previos a un Boca-River demasiado sesudos. “A veces, un gol o una expulsión a los dos minutos hace que se caiga todo lo planificado”, comentó el viernes en una charla pública, rodeado por Battaglia y Ponzio, dos ejes del partido de esta tarde. El técnico más exitoso de la historia boquense, más allá de no esconder su lógico deseo para hoy, prefirió no arriesgar un ganador probable. Su cautela tiene razones: los protagonistas llegan al superclásico demasiado parejos.
El aura de la Bombonera. Urgido por los problemas defensivos de su equipo, Carlos Ischia decidió no esperar más para mandar a la cancha a Morel Rodríguez, acaso el único indispensable en esa línea. Veintidos días después del desgarro que sufrió en un entrenamiento, el paraguayo hará dupla con Cáceres. El dato no es menor: el técnico no se anima a colocar a Morel como lateral para evitarle largos desplazamientos.
Sin Ibarra ni Paletta, todavía lesionados, Ischia intenta corregir las fallas que Boca tiene en el fondo. De allí la importancia del titular que regresa; los cuatro defensores de hoy tienen sólo dos partidos juntos en el torneo.
Del medio hacia delante –debido a la expulsión de Vargas ante San Lorenzo–, el local pone lo mejor que tiene disponible, según la mirada del ex colaborador de Bianchi. Por eso, juegan Ledesma y Dátolo. Por eso, el tridente ofensivo será el de siempre. Así, el equipo intentará agigantar el poder de la Bombonera, que lleva 33 partidos (más de un año) sin ver ganar a un visitante.
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