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Corazón y pases cortos

Los dirigentes reconocen el valor supremo de Marcelo Gallardo, al que trajeron como plan B y llevó al equipo a la cima.

Postales. El grupo escucha a Gallardo, después de haber llegado a la final.
| Prensa River / Diego Haliasz

El presente le sonríe a River pero es el doloroso pasado reciente el que le enseñó que los buenos momentos hay que disfrutarlos al máximo porque no duran para siempre. El Millonario supo sentirse pobre como nunca antes en su historia, pero salió adelante. El clima hoy difiere absolutamente del caos generalizado que invadió el Monumental el 26 de junio de 2011, cuando lo inimaginable se hacía realidad y River descendía por primera vez a la segunda categoría del fútbol argentino.

Pero las malas pueden ser tan efímeras como las buenas. Esta actualidad exitosa es un premio para los hinchas que acompañaron al club en el peor momento y hoy pueden decir con orgullo que en tiempo récord pasaron de recorrer el interior del país jugando en la B Nacional a viajar dos veces a Japón en un mismo semestre, con la posibilidad concreta de enfrentar al poderoso Barcelona de Lionel Messi en el Mundial de Clubes.

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“Tenemos que volver a ser River”, decía Rodolfo D’Onofrio el día de su asunción como nuevo presidente de la institución. Aquel 15 de diciembre de 2013 ya había marcado un cambio, por lo menos en la conciencia de los socios, que se volcaron masivamente a las urnas, involucrándose en una elección que, con más de 18 mil votos, tuvo récord de asistencia.

La primera acción de D’Onofrio fue marcarle la cancha a Ramón Díaz, una apuesta tan arriesgada como necesaria por el pasivo que atormentaba las finanzas del club. Su antecesor, Daniel Passarella, había renovado y aumentado considerablemente el contrato del riojano en noviembre. Esa muestra de autoridad con un intocable como Ramón Díaz fue una especie de presentación de credenciales del nuevo gobierno. Este matrimonio por conveniencia duró poco pero dejó su huella porque River se adjudicó el Torneo Final 2014 y se sacó de encima una mochila de varias toneladas logrando un título después de seis años.

La era Gallardo. Más allá del enamoramiento general que existe hoy con Marcelo Gallardo, muchos se olvidan de que el principal apuntado para suceder a Ramón era Gerardo Martino, que por ese entonces dejaba Barcelona, agotado y con la necesidad de tomarse un tiempo sabático, que prontamente se vio interrumpido cuando la AFA lo fue a buscar para dirigir la Selección.

“Gallardo tiene mucha responsabilidad en la transformación de River. Recibió un equipo que venía de salir campeón y, teniendo la vara tan alta, le impuso su sello desde el primer entrenamiento. Demostró que está a la altura de los mejores técnicos del mundo”, opina el vicepresidente Matías Patanian.

Las palabras del dirigente representan al hincha de River en general, que no se cansa de ovacionar al Muñeco cada vez que el equipo sale al campo de juego. Y por otro lado explican la revolución que Gallardo produjo con su llegada. Con personalidad, un mensaje directo y mucha convicción para apostar por un estilo de juego ofensivo y agresivo, tocó alguna fibra en los jugadores y los convenció de su idea.

El entrenador logró darle una identidad a su equipo acorde con la rica historia del club. Y no sólo eso, porque además demostró tener una enorme capacidad para leer los partidos y actuar en consecuencia. Así, le agregó al juego vistoso un espíritu de lucha que resultó fundamental en los partidos de eliminación directa de la Sudamericana y la Libertadores. Sin ir más lejos, se dio el gran gusto de dejar en el camino a Boca en ambas competiciones. Y lo más relevante es que lo consiguió sin realizar grandes contrataciones. Incluso los dos mejores refuerzos fueron los uruguayos Rodrigo Mora y Carlos Sánchez, que ya pertenecían al club pero habían sido cedidos a préstamo por no ser tenidos en cuenta por el técnico anterior.

El sueño de volver a ganar la Copa Libertadores después de 19 años está a 180 minutos de convertirse en realidad. Un resultado positivo potenciará todo lo conseguido pero uno negativo no debería opacar el trabajo realizado. Porque lo más importante es que River volvió a ser River.

La mejor herencia passarelliana

Difícilmente los hinchas de River tengan algo positivo para decir sobre la gestión de Daniel Passarella como presidente, pero algún mérito deberían otorgarle por este excelente momento. Más allá de su pésima gestión, en el armado del plantel hoy queda claro que no estuvo tan equivocado: de los once titulares, nueve vienen desde su época.

Maidana arribó al club en 2010, cuando Angel Cappa era el entrenador, y es el más antiguo del equipo. Carlos Sánchez llegó para el comienzo del torneo de la B Nacional y Ponzio, para la segunda mitad. Barovero, Mercado y Mora se sumaron de la mano de Almeyda pero ya en Primera. Vangioni fue el último en incorporarse, en 2013, tras la asunción de Ramón Díaz.

Ramiro Funes Mori y Matías Kranevitter provienen de las divisiones juveniles del club y los dos debutaron durante el mandato de Passarella. El mellizo lo hizo en la B Nacional y el volante central,  ya con el club de vuelta en Primera.

Es decir que sólo Alario, Lucho González y Pity Martínez (jugó ante Guaraní por el suspendido Ponzio) son los refuerzos de la gestión de D’Onofrio considerados titulares por Gallardo. ¿Le servirá de consuelo al ex presidente?