El domingo fui a una librería. Compré un libro de José Saramago para un compañero que cumplía años y con mi mejor cara de nada le dije al chico que me atendía: “¿Sabés qué más andaba buscando… el reglamento de fútbol… lo tenés?” Al toque puse gesto de Nobel en Literatura pero eso no evitó que el pibe me reboleará los ojos hasta llegar a la sonrisa socarrona de coté. “Sin escalas -me dijo-, de Saramago al fútbol”. Y sí, a la tribuna directo… jaja, pagué y me fui.