Daniel Passarella no patalea más. No amenaza más. No se queja más. River todavía no se sabe; Passarella ya ascendió. El hombre duro dio su vuelta olímpica. O se dio vuelta. Ya no pedirá la cabeza de Julio Grondona, como después del último clásico disputado ante Boca. Tampoco se quejará si el Jefe no le adelanta plata de la televisión para paliar los agujeros de ozono que todavía tiene el cielo de River. De eso ya se encarga Omar Solassi. El vicepresidente segundo fue el que ablandó a Grondona, el que se movió políticamente, el que le hizo saber que Passarella había bajado el fusil, el que va a la AFA, el que jamás le pediría que abandone su sillón. A la par, Diego Turnes, el vice primero del club, también usó su cintura para ayudar a balancear la relación entre esos dos que, seis meses atrás, parecían irreconciliables.