Aunque se quedó con la Copa Argentina, River cerró el año lejos de la gloria internacional. En la Libertadores, perdió una semifinal increíble contra Lanús, después de aquel espejismo llamado Jorge Wilstermann. En 2018 la Copa tendrá forma de revancha. Necesita repetir la conquista de 2015, cuando Marcelo Gallardo empezaba a convertirse en el entrenador más importante de su historia. El 28 de febrero viaja a Río para jugar contra Flamengo. Aunque tampoco deberá descuidar el torneo local: River está estacionado en un decimoséptimo puesto indigno de su camiseta.
Después del trauma copero, River necesitaba confirmar el rumbo que lo llevó a ganar siete títulos. Así lo hizo este martes, cuando Gallardo renovó su contrato por cuatro años. Con un serio déficit en inferiores (Benjamín Rollheiser, de 17 años, es el único juvenil que viajó a la pretemporada de Miami), el Muñeco anunció una reestructuración de esas categorías: “El fútbol de la casa tiene que nutrir al plantel profesional”. Pero su objetivo más inmediato –construir un equipo homogéneo que sepa a qué juega–implica decisiones urgentes. Con la idea de eliminar los sobresaltos en el arco, el elegido fue Franco Armani, ganador de la Libertadores 2016 y la Recopa 2017 con Nacional de Medellín.
Para concretar el pase, el presidente Rodolfo D’Onofrio apeló a la misma vía que lo había enfurecido cuando Bayer Leverkusen se quedó con Lucas Alario: la cláusula de rescisión. Si bien su reemplazante, Ignacio Scocco, tuvo una adaptación soñada, con 15 goles en 22 juegos, Gallardo quiere dar otro salto de calidad con Lucas Pratto, de buen rendimiento en Atlético Mineiro y San Pablo, con pasado reciente en la Selección. En River se estira la incógnita sobre tres argentinos que juegan en México: el volante ofensivo Lucas Zelarayán, el delantero Silvio Romero y el mediocampista central Damián Musto, de quien se descubrió un doping cuando jugaba en Central.
