DEPORTES
Manu Ginobili

El adios a una figura que ya es leyenda

Considerado como uno de los mejores deportistas argentinos de la historia, acaba de cerrar su capitulo en la seleccion. El recuerdo de atenas 2004, cuando conquisto el oro.

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La ultima funcion. Después de la derrota con Estados Unidos en cuartos de final, Manu no pudo contener las lágrimas. La Generación Dorada perdió al mejor. | Cedoc Perfil

Qué pasa, Manu? ¿Estás bien?”, le preguntaba Gabriel Fernández a Ginóbili durante el torneo en Madrid, en medio de la gira preparatoria para los Juegos Olímpicos de Atenas. El bahiense no levantaba su nivel y ya todos empezaban a preocuparse por su bajón, especialmente uno de sus mejores amigos dentro del plantel. El fuerte trajín de la temporada con San Antonio y la posterior inactividad por vacaciones hicieron efecto en Manu, que no agarraba ritmo a pesar de que se acercaba la hora de la verdad. La Selección llegaba a los Juegos Olímpicos con chapa de candidata. Y necesitaba de su líder. El buen desempeño colectivo en el Preolímpico de Puerto Rico 2003, a pesar de la dolorosa derrota ante el Dream Team en la final, había dejado en claro que sobraba material como para revalidar el prestigio. En aquel torneo, el equipo de Rubén Magnano tuvo pasajes de alto vuelo, aunque también baches por desconcentración que provocaron las derrotas ante México y Venezuela, rivales inferiores. Pero en general el balance fue positivo y el objetivo de la clasificación se logró con creces.
La base del equipo era la misma y la sed de gloria estaba intacta, faltaba Manu… Venía de firmar el mejor contrato de su vida, luego se casó con Marianela, se fue de luna de miel y a la vuelta se enteró de un frustrado intento de secuestro a su hermano Sebastián. Demasiadas cosas juntas. Ante la noticia, la NBA ofreció seguridad especial y hasta incluso le propuso trasladar a toda su familia a San Antonio. “Mi idea, y lo que sueño, es que puedan quedarse acá todos juntos, por eso la desechamos de plano. No figura dentro de nuestras intenciones”, expresó terminante. Aislado de los problemas, se reencontró con su nivel en el final de la gira preparatoria por Europa, justamente ante España, luego de varios partidos flojos a nivel individual y colectivo. Pero la expectativa era mucha y el equipo no respondía de cara a un evento tan importante: último en el Súper 4 en Córdoba, derrota con España B en Mar del Plata, tercer puesto en el Diamond Ball en Belgrado y segundo lugar en Madrid. Se hablaba de peleas internas y conflictos fuera de la cancha. Pero Manu y sus compañeros siguieron en la suya, con el objetivo bien claro. “Vamos por la medalla de plata, ésa es nuestra meta. Pero también creo que podemos terminar jugando por el noveno puesto si no hacemos las cosas bien”, aclaraba. Ya empezaba a sonar la Bersuit como ritual del equipo en cada viaje en micro.

El debut fue nada menos que ante Serbia y Montenegro, el mismo equipo con el que habían caído en la final del Mundial de Indianápolis, aunque en ese momento aún bajo el nombre de Yugoslavia. En un final cerrado, Ginóbili tocó el cielo con las manos. Recibió con marca encima y sólo dos décimas en el reloj, pero con un tiro desesperado desató la fiesta. La pelota pegó en el tablero y entró limpita. Manu, desparramado en el piso sobre la línea de fondo, sólo atinó a abrir los brazos como desahogo por tanto sufrimiento mientras todos sus compañeros se le tiraban encima y Magnano ensayaba la vuelta olímpica con un pique gracioso, seguido por su asistente Enrique Tolcachier. “Lo único que quise hacer fue largar la pelota, sabía que no quedaba tiempo y cuando llegó solamente la solté. Creí que iba a tirarla Montecchia… Tuve suerte y entró, fue el mejor tiro de mi vida. Una definición milagrosa sería la mejor forma de explicarlo. Un zapato”, intentaba analizar Manu. Pero la versión de Montecchia se llevó todos los aplausos: “Me sentí como Héctor Enrique cuando le dio la pelota a Maradona en el 86, en el segundo gol a Inglaterra, porque Manu ya es de la talla de Diego. La jugada fue rápida, sabía que había poco tiempo y no podía tirarla. Por suerte salió bien”. Como para no dejar dudas de que ya estaba totalmente recuperado de su bajón y que en los partidos importantes no se borraba, Ginóbili cerró su debut con 27 puntos y fue figura decisiva.
Durante la primera fase, Ginóbili resultó el mejor del equipo junto a Luis Scola, con 19,2 puntos de promedio. El partido de cuartos de final fue, como opinaron todos luego, el más complicado de los Juegos. Con mucha autoridad en el cierre y mostrando una solidaridad comparable a la del Mundial 2002, el equipo sacó adelante un partido muy duro. Manu terminó con 13 puntos y fue uno de los goleadores, con Fabricio Oberto.
En un torneo tan corto no hay tiempo para mirar atrás: tocaba Estados Unidos en semi. Los NBA, siempre peligrosos, traían un envión anímico tras eliminar a España, otro candidato. “Hay que aprovechar sus falencias. Vienen muy cansados”, explicaba Gino. Tal cual pronosticó el bahiense, Argentina aprovechó todos los errores rivales y logró un triunfo histórico (89-81). El objetivo estaba cumplido. La Selección se había asegurado la medalla que tanto ansiaba. “Ahora queremos el Oro”, insistía un exaltado Ginóbili, genio y figura con 29 puntos, luego de ser felicitado por su entrenador, Gregg Popovich, ayudante de Larry Brown. “Me dijo que no volviera a San Antonio sin el Oro”, contó luego. Hasta Tim Duncan, compañero en los Spurs y rival en Atenas, se rindió a sus pies. La página oficial de la NBA lo puso como foto principal, acompañando furiosas críticas para el equipo de su país. Manu, inconformista, juntó a sus compañeros en el vestuario apenas terminada la semi y entre todos se juramentaron ganar la de oro. Nada menos. El rival era Italia, tras otro batacazo ante Lituania. Todo el país recordará aquel sábado 28 de agosto como el día más glorioso del deporte argentino. Tanto el equipo de fútbol como el de básquet enfrentaban la oportunidad histórica de lograr la medalla de oro. Y la Selección, tal como sucediera en cada juego decisivo, no dejó dudas. Se impuso claramente por 84-69 y hasta definió el partido mucho antes de la chicharra final. “Esto es tan lindo… Un día único, imposible de explicar lo que siento en este momento. Creo que es lo mejor que me pasó en mi carrera deportiva con el anillo de la NBA. Ganamos con autoridad y demostramos estar a la altura para tener esta medalla colgada. Es una gran forma de cerrar un ciclo”, confesaba. Ginóbili ya era ídolo en Argentina. Pero tras la consagración su reputación lo convirtió en emblema del deporte nacional. Fue comparado con otras glorias como Diego Maradona, Juan Manuel Fangio, Guillermo Vilas y Carlos Monzón. Nadie se atrevió a discutirlo. “Para cualquier base siempre es un placer tener a Manu en un costado. La rompió en todos los partidos, desde el primero con Serbia hasta la final con Italia. Ya nos conocemos de memoria. Ni hace falta que hablemos. Supongo que muchos deben querer tener mi lugar en la Selección por eso”, afirma Pepe Sánchez.
Las imágenes del podio quedarán siempre en su recuerdo, con el Himno de fondo y la medalla de oro colgando de su cuello. Entre tanto festejo, descontrol y felicidad, Manu agarró una camiseta y se la cambió a un empleado de la organización por la pelota de la final. La llevó en silencio a su habitación de la Villa Olímpica y… “me la afanaron. En la habitación estaba la computadora, el bolso con ropa y la pelota. En un momento salí a la calle y desapareció del lugar… Ya tengo 11 sospechosos. Quizá de una patada la mandaron a Roma”, fue la versión del bahiense en La Nación. ¿Quién jugaba en un equipo de esa ciudad? Hugo Sconochini solamente. “Manu es un mentiroso. Yo no la tengo. A su habitación se metieron unos desconocidos… Creo que entraron borrachos y patearon la pelota por la ventana”, se defendió el capitán, mitad en broma y mitad en serio. Pero su versión sonó poco creíble.

*Fragmento del libro Mundo Manu, de Ediciones Corregidor.