DEPORTES
Chiqui tapia, el candidato

EL largo camino a AFA

Les torcio el brazo a angelici, al gobierno y a muchos dirigentes que lo criticaban y hoy lo respaldan. El rol de moyano y la importancia del ascenso.

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Aliados y no tanto. Angelici, Segura, Moyano, Tinelli y Russo, todos quedaron detrás de Chiqui. | Cedoc Perfil
Si durante más de un año la trama política en AFA podía definirse con un “todos contra todos”, en estos días de desenlace inminente, la frase podría cambiarse por una parecida pero inversa: “Todos para uno”. Ese “uno”, lo sabemos, quedó formalizado esta semana: se trata de Claudio “Chiqui” Tapia, el aparente ganador de una lucha que parecía interminable y que tendrá su último día, al menos por ahora, el 29 de este mes.
Tapia se impuso en una rosca que significó meses de idas y vueltas, fragilidad institucional y una desorganización que originó que el fútbol argentino quedara cerca de la desafiliación por parte de la FIFA. El camino que desanduvo el presidente de Barracas Central en todo este tiempo fue un camino de cornisa: zigzagueante, sinuoso, por momentos imprevisible, pero que finalmente lo arrimó a las puertas de su cielo: el sillón de Viamonte 1366, el mismo en el que se sentaba Julio Grondona, uno de sus referentes.  

El juego de la oca. Ya casi nadie se acuerda, pero en la fallida elección en la que empataron Marcelo Tinelli y Luis Segura, el presidente de Barracas Central estaba sentado a la mesa del escenario. Era una de las cabezas de esa noche monstruosa de Ezeiza, en la que toda la estructura del fútbol argentino quedó herida. Se ubicaba allí porque era el vicepresidente segundo de AFA, y uno de los andamios de la candidatura de Segura: el hombre que le juntaba los votos y que operaba para que le ganara al conductor de TV.
Después de ese empate imposible, y con Segura anunciando que no competiría nuevamente, Tapia transmutó y se animó a caminar solo: sabía que con el Ascenso y el Interior le alcanzaba para ser presidente de la AFA. La primera vez que lo anunció públicamente fue en abril de 2016: faltaban menos de dos meses para las elecciones del 30 de junio, luego suspendidas por la Inspección General de Justicia.

La decisión de la IGJ fue motorizada por un gobierno que, hace un año, no aceptaba que Tapia, el yerno de Hugo Moyano, quedara a cargo del fútbol. “Es demagógico cuando algunos dicen que los clubes del Ascenso sacan a los chicos de la calle. Porque es verdad, pero hay una muralla de Berlín entre eso y la industria del fútbol”, le dijo a este diario el coordinador de Fútbol para Todos, Fernando Marín. Marín nunca digirió que Tapia pudiera mandar en Viamonte 1366.
Daniel Angelici, hoy al lado de Tapia, tampoco lo quería. De hecho, movió sus contactos en la Justicia para activar la suspensión de las elecciones de junio, que tenía a Chiqui como el principal candidato. En ese momento, con Tinelli especulando en silencio, Angelici era su principal opositor. Pero no era el único: el caso de Nicolás Russo quizás sea uno de los más emblemáticos. “El presidente de la AFA tiene que ser de consenso y de Primera”, decía Russo en enero. “Si le va mal a Tapia, le irá mal al fútbol argentino”, dijo esta semana. En la AFA, las opiniones cambian rápidamente.

En todo este proceso de seducción –que incluyó cargos y retórica, como en toda negociación por poder– en el que casi todos se fueron acercando a Tapia, resultaron determinantes Moyano y Daniel Ferreiro, el vice de Chicago y la espada mediática de Ascenso Unido. Moyano se abocó plenamente a la AFA, al punto de que resignó espacios en la CGT y en su gremio, Camioneros, justo en las semanas sindicales más álgidas del año.

Tapia convenció a Angelici –y con él al Gobierno–, a Russo y a muchos otros, pero le quedó para el final una de las figuritas difíciles: Marcelo Tinelli. Sin chances reales de ganar en el caso de que intentara presentarse, el empresario televisivo pactó gobernabilidad junto a River (representado, seguramente, por el vicepresidente Jorge Brito). Tinelli y Rodolfo D’Onofrio fueron los últimos obstáculos. Y Tapia los saltó.