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metodo simeone

El líder de nacimiento que no descarta ni las señales del horóscopo

Llevó a su Atlético de Madrid a pelear la liga local con los grandes y asombra a Europa. Amado por los hinchas, detallista al extremo, motivador nato: señas particulares de un hombre que nunca se detiene.

Al bronce. El Cholo y sus jugadores, una comunión que da frutos. En la era Simeone, el Atlético ganó la Liga y la Supercopa de Europa y la Copa del Rey española.
| AFP

Giuliano es exigente, inconformista. Lo dejó ver públicamente el año pasado, cuando lo cruzaron al aire en un programa radial muy escuchado de la medianoche madrileña. Del otro lado de la línea y del océano Atlántico estaba su papá, invitado de honor de “El partido de las 12”. “Hola flaco, ¿cómo ves a los muchachos, los ves bien?”, lo saludó el padre. “Sí, sí... Pero hay que mejorar”, le respondió Giuliano, sin dudar. El papá largó la carcajada, igual que todos los que estaban en el estudio de la cadena COPE, antes de cerrar el inesperado gag: “Ahí está, así somos en mi familia”, remató. La pequeña historia pinta a Diego Simeone. El papá de Giuliano.

Líder se nace. En los círculos futbolísticos españoles se la pasan buscándole una respuesta al asunto: ¿cómo puede el Atlético de Madrid pelearles mano a mano la liga al Barcelona y al Real Madrid con un presupuesto tan acotado? ¿Y cómo puede ser, incluso, uno de los mejores ocho equipos de Europa? Una pista la dio Giuliano aquella noche: el carácter de su papá marca el camino. Y los demás –el plantel, los dirigentes, los hinchas– lo siguen como si se tratara de un profeta. “Cuando llegó aquí, el equipo estaba a tres puntos del descenso, y hubo diez mil personas en el primer entrenamiento. Sólo para verlo a él”, cuenta un dirigente del club madrileño. Hoy, dos años y medio después, aquel equipo es uno bien distinto, que ya cosechó tres títulos y encara la recta final de esta temporada con la pretensión de sumar dos más. Tiene argumentos para sostener esa ilusión.

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A Simeone no le gusta alardear de su condición de líder. “Es algo que no se puede imponer, lo tienes o no lo tienes”, reflexionó en una extensa entrevista que le concedió hace un mes a la revista digital Jot Down. Cholo era líder desde la escuela: en esa misma charla contó que en la primaria un profesor lo eligió director de la orquesta de la escuela, incluso antes que a otros que eran más grandes que él. Así, también, llegó a ser el capitán de la Selección argentina con apenas 24 años.

Tanto lo siguen sus jugadores que Arda Turan, el talento del equipo, confesó: “Le daría mi corazón”. Arda, cabe aclarar, es turco y no habla una palabra de español. Con los hinchas del Atlético pasa algo parecido. “Un día él les va a decir que se tiren al río Manzanares y ellos lo harán”, arma la metáfora el dirigente antes citado, que prefiere no decir su nombre. Hace bien: para el Cholo, la discreción es un valor central. “Lo más prudente es tratar para dentro todo y para fuera nada, pero cada vez es más difícil porque todos tienen amigos, todos tienen celulares, todos mandan mensajes, pero siempre digo que a mayor privacidad en el vestuario hay mejor grupo, y a mejor grupo mejor equipo”, sintetizó el entrenador en Jot Down.

Pura cabeza, puro corazón. “El poder mental y psicológico es el 60 por ciento de este equipo. Eso lo ha logrado Simeone”, analiza Juan Castro, periodista del diario Marca. Para Castro, no hay dudas: “El Cholo es la estrella del equipo, por encima de cualquier jugador”, apunta. Tanto que ya está en el podio de los grandes ídolos de la historia de un club sufrido y luchador, al que se lo suele comparar con Racing por su idiosincracia. Simeone empezó a ganarse ese espacio como jugador-símbolo en la temporada 95-96, la de los últimos títulos del Atlético. Fue el mejor de los cuatro años que jugó allí. Ahora, evalúa Castro, sólo la figura de Luis Aragonés merece más honores que el Cholo en el Vicente Calderón, el viejo estadio del Atlético.

La contracción al trabajo es parte de su estilo. Suele repetir que “el esfuerzo no se negocia”. Dice que vive pensando en el fútbol, y que en el medio de una sala de cine se le puede ocurrir una idea que irá corriendo a anotar. Correr, justamente, es algo que lo ayuda a desconectarse un poco. Su apego al detalle es tal que, antes de contratar a un jugador, tiene en cuenta hasta el signo zodiacal. Esa costumbre de consultar el horóscopo la heredó de Nilda, su madre. El lo explica fácil: “Las características de la gente según su horóscopo son similares y prestamos atención para ver cómo le podemos sacar lo mejor.”

“Es un motivador permanente, siempre está buscando la manera de tener enganchados a sus jugadores”, lo define el dirigente. Una semana atrás, Simeone apeló a un recurso que nada tenía que ver con patear bien los tiros libres: llevó ante el plantel a Irene Villa, una periodista que hace dos décadas sufrió un atentado de la ETA por el que debieron amputarle las piernas. En Bilbao, donde el Atlético iba a jugar esa noche, Villa –fue esquiadora paralímpica– habló de cómo salir adelante. “Ganar está muy cerca de perder, pero nunca hay que dejar de luchar. Siempre hay que estar alerta porque la vida te puede golpear muchas veces, pero hay que levantarse después de cada caída. Hay que saber llevar el éxito y la adversidad. Hay que pelear día a día, sin dejar escapar ninguno”, dijo la mujer, ante un auditorio de futbolistas conmovidos. “Hacía mucho que no me emocionaba así”, reconoció el brasileño Filipe Luis, uno de los mejores del equipo, cuyo nivel creció tanto en este tiempo que jugará en el Mundial para la selección local.   

Ese costado del entrenador valió un libro. Se llama El efecto Simeone. La motivación como estrategia y fue escrito por el periodista Santi García Bustamante, con prólogo de Aragonés. En esas páginas se hace foco en tres aspectos centrales del manual de estilo del Cholo: esfuerzo, talento y confianza. Con esos pilares llevó a su equipo hasta donde está: cerca de concretar la hazaña de romper con diez años de dupolio en la liga española.

El padre, presente. Simeone disfruta de Madrid, una ciudad a la que suele emparentar con Buenos Aires. “Cuando volví sentí que nunca me había ido”, dice. Detrás del éxito deportivo, también hay un papá que lleva como puede la distancia con sus hijos. Giovanni (nacido en Madrid, en aquellos años gloriosos del Cholo futbolista), Gianluca y Giuliano viven en la Argentina, con su madre. “A falta de cantidad, tratamos de darle calidad a las horas compartidas”, se consuela el papá. La tecnología les permite cenar juntos muchas veces. “Ponemos la computadora, yo de acá y ellos de allá. Y charlamos”, cuenta el Cholo. Antes de los partidos, incluso, le gusta hablar con ellos. De los partidos del Atlético y de las diferentes categorías de River en las que juegan los Simeone juniors.
 

Giovanni, que ya tiene dos goles en la Primera, juega de nueve, justo el puesto en el que le hubiera gustado brillar al padre. Pero no. El Cholo fue un volante con las características que hoy elige para definir a su equipo. Para retratarse a sí mismo, al fin de cuentas: “Somos agresivos, intensos, con compromiso. Tenemos pasión.”