Ni kirchnerismo ni macrismo. La verdadera grieta se generó en Madrid, el miércoles pasado. ¿Fue o no fue falta? En la oficina, en las escuelas, en los bares, en los grupos de WhatsApp, en las redes sociales, la pregunta derivó, en todos estos días, en una discusión interminable sin resolución posible: el video de Benatia y Vázquez se pasó cuadro por cuadro, en cámara lenta y en cámara rápida, pero casi nadie llega a un consenso.
Pero como pasó esta semana, antes del Real Madrid-Juventus hubo otros Benatia y otros Vázquez que protagonizaron jugadas insólitas. Hubo muchos penales que dividieron a los futboleros del mundo. La polémica existió siempre, aunque ahora se masifique y tome una dimensión incalculable.
La mano del Matador. No hubo polémica, porque era imposible que hubiese. El Matador, que estaba sobre la línea del arco, voló y sacó el cabezazo de Lato con un manotazo salvador. El árbitro cobró penal y el Gigante de Rosario quedó en silencio. Lo que vino después generó, según la perspectiva, cierta sensación de injusticia o de heroísmo. Fillol dijo que ese fue “el momento sagrado para Kempes”. ¿Por qué? Porque el Pato Fillol le atajó el penal a Deyna, Kempes siguió en cancha –en esa época no había expulsión por ese tipo de jugadas– y luego hizo los dos goles con los que Argentina ganó 2 a 0 el partido.
Un penal que todavía duele. Se sigue viendo en YouTube y se sigue discutiendo, casi treinta años después, si Sensini barrió a Völler o si Völler se tiró. Lo cierto es que esa jugada marcó a fuego al árbitro, el mexicano Edgardo Codesal, y definió el Mundial de Italia 90, siempre recordado, en Argentina, por su hermosa canción y por los penales atajados de Goycochea. En ese penal, Goyco adivinó el palo, pero Brehme pateó perfecto. “En todos lados donde voy siempre me preguntan por aquel penal que cobré. El jugador no toca el balón y sí el muslo, había que pitar la falta”, declaró hace poco Codesal.
Roma a Delem. Es quizás el penal más famoso de la historia del fútbol argentino. Los nombres “Roma-Delem” remiten a “penal atajado”, incluso para muchas personas que ni siquiera saben bien quiénes fueron. El hecho ocurrió en el superclásico en la penúltima fecha del campeonato de 1962. Boca y River estaban empatados en la cima. La atajada de Roma en la Bombonera generó que Boca quedara solo en la punta, y una fecha más tarde se quedara con el título. “Muchos dicen que me adelanté, pero es mentira”, dijo cuando se cumplieron cincuenta años. Y recordó lo que el árbitro Nai Foino les decía a los jugadores de River que habían ido a reclamar cuando vieron a Roma al borde del área chica: “Penal bien pateado es gol. A otra cosa”.
Quenonino. Jaime Roos lo definió como un “vía crucis uruguayo”. Fueron varios minutos de ciclotimia: del llanto a la esperanza, y de la esperanza a la euforia. Y todo empezó con el gol que Suárez evitó, como Kempes, con un manotazo en la línea en el último minuto del alargue. El delantero vio la roja, Gyan reventó el travesaño, y la historia terminó con la Celeste en las semifinales por una picada de Abreu en la serie de penales.
El vuelo de Robben. En México se convirtió en una causa nacional: todos contra Robben. Después de que el delantero de Holanda inventara un penal ¡en el minuto 94!, el portugués Pedro Proença se lo cobrara, y de que Holanda dejara a los mexicanos afuera de Brasil 2014 en octavos, la frase de Robben potenció la indignación de todo un país: “Quiero disculparme. Me tiré. A veces, esperas que te den, pero no debería haberlo hecho. Fue estúpido”, reconoció. México iba ganando 1-0, pero en seis minutos, la Naranja Mecánica se lo dio vuelta.
El localista. En la inauguración del Mundial que organizaba Brasil, en un Arena de San Pablo repleto, Yuichi Nishimura protagonizó una de esas escenas para darles crédito a los que hace rato dejaron de creer en el fútbol. El partido 1 a 1, la verdeamerela no convencía a nadie, cuando el japonés cobró un penal que solo vio él: Fred recibió en el área, giró y se cayó. Neymar transformó ese regalo en gol, y luego Oscar selló el 3-1 final.
Grosso. Todo se agrandó con el tiempo, porque Italia salió campeón del mundo, porque Grosso se convirtió en una de las revelaciones del Mundial 2006, y porque la pregunta invitaba a la ucronía inevitable: ¿y si no le hubiesen dado ese penal inexistente en el minuto 92 de los octavos frente a Australia? La cuestión es que la azzurra pasó a los australianos así: con un penal que convirtió Totti y que solo había visto el español Luis Medina Cantalejo.
Una final injusta. Había pocas cámaras. La televisión tenía menos de una decena de canales. No existían las redes sociales. Pero incluso así ya se sabía, en ese momento, que el penal que le dio John Taylor a Alemania en la final del Mundial 74 contra Holanda había sido el principio de una gran injusticia. Una gran simulación. Bernd Hoelzenbein se tiró en el área y el referí vio falta: Alemania empató y luego lo ganó. Holanda, aquella Naranja Mecánica de Cruyff, se quedaba con el segundo puesto.
Muy afuera. Diego Ceballos vuelve a dirigir en Primera hoy, después de aquella final de la Copa Argentina 2015, en la que le dio un insólito penal a Boca. Esa jugada –una falta a Peruzzi a un metro del área que vio adentro– le valió años de ostracismo y de reinvención, además de amenazas y otros malos momentos.
El penal más largo del mundo. Lo polémico no fue la falta que originó el penal, sino el penal en sí. Por los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, en el partido entre Túnez y Serbia y Montenegro, el árbitro tahitiano Charles Ariiotima hizo patear el penal ¡seis veces! Recién en el sexto se gritó gol.
No lo hubiera cobrado. *Guillermo Marconi.
La realidad es que hoy en día lo que es foul o una mano dentro del área queda a criterio absoluto del árbitro que, debido a las atribuciones que le han dado en los últimos tiempos, puede cobrar lo que entiende que corresponde sancionar. Si bien en este caso el árbitro cobró penal y tendrá sus razones, para mí no fue penal porque no se dieron las condiciones de contacto directo que tienen que existir para sancionar un penal. Si bien el reglamento habla de dar una patada, acá claramente no existió ninguna patada, ni hubo contacto físico suficiente, por eso, si yo hubiera dirigido el partido, no lo hubiera cobrado. No porque hubiera perjudicado a Juventus o beneficiado a Real Madrid sino porque para mí no existió el contacto físico que el reglamento me exige ver para cobrar un penal. Da lo mismo que la jugada hubiera pasado en un partido de Primera o de cualquier categoría del ascenso o, como en este caso, en un encuentro por la Champions League, porque el reglamento es uno solo y no hace diferencias entre equipos o categorías. Los penales deben ser muy claros para cobrarse, y en este caso, para mí no lo fue. Pero los réferis somos humanos y podemos equivocarnos, pero siempre actuamos con buena fe. No tengo duda de que si esto hubiera pasado en Argentina, hubiese generado la misma polémica mediática porque los árbitros siempre estamos expuestos a las críticas por los errores que cometemos.
*Ex árbitro, titular del Sadra.
Hubo falta en el área. *Ángel Sánchez.
No me queda ninguna duda de que fue penal porque el reglamento establece que si existe contacto físico entre dos jugadores es tiro libre, y en este caso la falta existió claramente dentro del área y por eso el árbitro cobró penal. Si consideramos que se trataba de una posibilidad manifiesta de gol, el árbitro debería haberle sacado la amarilla al jugador que cometió la infracción, pero como ya lo había amonestado un rato antes, le perdonó la vida para no caldear aún más los ánimos. Lo que pasa es que el penal se dio en un partido en el que estaba peleando ante Real Madrid por ver quién pasaba a semifinales de la Champions League, y que te cobren un penal sobre la hora te destroza. Pero el contexto no tiene que incidir en la decisión del árbitro que, para mí, estuvo acertada.
*Ex árbitro.