Cuando no existía el VAR, las cosas se resolvían de otra manera. Ahora es un chiste: hay una jugada dudosa, el árbitro para el partido, mira la jugada en un monitor, dibuja un rectángulo imaginario con sus manos y decide. Algunos jugadores reclamarán, por supuesto, la mitad de los hinchas insultarán lo que queda del partido y la otra mitad sospechará que todos los poderes del universo conspiran en su contra. Por lo general, no pasa de ahí. Pero no siempre fue así. Hubo momentos en que las polémicas derivaban en situaciones, digamos, más traumáticas. Mirá si no el partido que jugaron Boca y Sporting Cristal en marzo del 71 en la Bombonera. Por la Copa Libertadores, por supuesto.
Van 2-2 y faltan minutos. Los peruanos están eliminados, el resultado no los afecta, pero para Boca es determinante: con el empate no clasifica a semifinales. Hay nervios. Hasta que en una de las últimas jugadas del partido el defensor Roberto Rogel se zambulle en el área de Sporting Cristal. Toda la cancha reclama penal, pero el árbitro no lo cobra. Era la última oportunidad para Boca. El sueño de avanzar en la Copa se desintegra. Maldito empate. Maldito árbitro. Malditos peruanos. Esto no puede quedar así. No hay cámaras, monitores ni tecnología que justifique nada. Las cosas, todavía, se resuelven de otra manera. Entonces empieza la batalla campal.
Suñé persigue a Gallardo con el palo del banderín del córner, Gallardo reacciona y le responde con una patada voladora en la cara, Coch se defiende de los golpes de Mellán, el árbitro y los jueces de línea corren, Rogel y Silvero reparten patadas, Suñé noquea a Torres, los policías no pueden con todos, Coch le fractura el tabique a Campos, todos le tiran piñas a lo que se mueve, Mellán queda tirado con conmoción, la sangre empieza a manchar el césped de la Bombonera.
Las consecuencias de la Batalla de La Boca fueron contundentes: dos jugadores peruanos fueron internados en el Argerich, a Suñé le dieron siete puntos de sutura y el resto de los jugadores terminaron presos y compartieron celda en la Comisaría 24. El árbitro fue implacable: 19 expulsados. Tres jugadores fueron sancionados con más de un año de suspensión. Un antecedente: en ese mismo escenario, dos años antes los jugadores de Estudiantes habían molido a patadas a los del Milán por la Copa Intercontinental y tres del Pincha fueron a parar a la comisaría por orden del entonces presidente de facto Juan Carlos Onganía.
Hace algunas décadas ciertas cuestiones se resolvían de manera más primitiva. Sin cámaras, intercomunicadores ni pantallas para ver repeticiones de las jugadas desde distintos ángulos. Las copas, decían los protagonistas, eran cosa de guapos.