El campeonato de fútbol en Francia que empezó el viernes está limitado a un duelo entre Paris Saint-Germain y Mónaco. Esa rivalidad deportiva, sin embargo, amenaza con transformarse en un enfrentamiento personal entre el jeque qatarí Tamim ben Hamad al-Thani –verdadero dueño del PSG– y el magnate ruso Dimitry Rybolovlev, que controla el equipo del principado.
Los dos millonarios firmaron cheques de ocho dígitos para contratar a los mejores jugadores. Con el título francés de 2012-2013 debajo del brazo, el PSG decidió dotarse de un presupuesto de 400 millones de euros para armar un plantel que le permita disputar el torneo nacional, la Champions League y las copas nacionales.
Gracias a esa fortuna –la más importante de la historia del fútbol francés–, el club de la capital invirtió 159 millones para constituir un dream team. La gran sorpresa del mercado de pases fue la contratación del goleador uruguayo Edinson Cavani por un precio jamás pagado hasta ese momento en el fútbol francés. Para convencer a los dirigentes napolitanos, que no querían dejarlo ir, los del PSG pusieron sobre la mesa 64 millones de euros, un contrato por cinco años con un salario de diez millones de euros anuales y un gesto de cortesía con su esposa: María Soledad quería huir de la violencia de Nápoles, que la obligaba a vivir rodeada de guardaespaldas, pero cuando descubrió que en el futuro vivirá en un suntuoso departamento con vista a la Torre Eiffel, se convirtió en la principal promotora para que su marido firmara “el pase del año”.
El PSG fichó además a los brasileños Lucas Moura y Marquinhos, y al francés Lucas Digne. Esas contrataciones se suman a los otros 135 millones que pagó el club en las dos temporadas anteriores para quedarse con el sueco Zlatan Ibrahimovic, el argentino Javier Pastore, el defensor brasileño Thiago Silva y el italiano Marco Verratti.
“Queremos volver a ganar el campeonato y llegar a las semifinales de la Champions”, declaró el jeque al definir sus objetivos para la temporada 2012-2013.
El principal obstáculo reside en que, si bien el club tiene –en teoría– el mejor equipo de Francia, la mayor parte del plantel técnico quedó diezmada. Primero perdió al manager brasileño Leonardo, que decidió irse de Francia irritado con la suspensión de un año que le aplicó la federación por haber pechado a un árbitro en el vestuario. Al mismo tiempo, tuvo que dejar partir al entrenador italiano Carlo Angelotti, que nunca tuvo verdadera libertad de acción para formar el equipo. En su decisión no gravitó en absoluto el parámetro financiero: el salario de 7,5 millones de dólares que le pagará el Real Madrid representa apenas la mitad de lo que ganaba en el PSG. Para reemplazarlo, el jeque contrató a Laurent Blanc, que estaba sin trabajo después de su fracaso al frente de la selección en la Europa 2012.
El sitio especializado Transfermarkt calcula que, con un plantel de 31 jugadores, el club parisino se valoriza en € 306,7 millones. Esa cifra lo ubica en la novena posición del ranking europeo, muy lejos de los dos líderes, el Barcelona (€607,3 millones) y el Real Madrid (€582 millones).
Más espectacular –aunque menos oneroso– es el ambicioso plan lanzado por Dimitry Rybolovlev, que en un año logró rescatar al Mónaco del infierno de la segunda división y ahora aspira a darle al club el octavo título de su historia. El gran golpe publicitario del magnate ruso fue la contratación del goleador colombiano Radamel Falcao, comprado al Atlético de Madrid por 60 millones de euros.
Además, transfirió otros 70 millones de euros al club Porto: 45 millones por el colombiano James Rodríguez y 25 millones correspondientes al pase del portugués João Moutinho. Por otra parte, por 5 millones le compró al Málaga al mediocampista Jérémy Toulalan y, sin gastar una moneda, incorporó a un veterano francés que aún no dijo su última palabra: el defensor Eric Abidal (33 años), que había sido dejado libre por el Barça luego de seis años en el plantel titular por considerar que –tras un tumor y un injerto de hígado– no respondía a los criterios outstanding que exige el club catalán a sus jugadores.
Transfermarkt estima que el plantel de 44 jugadores de Mónaco lo ubica en la 21ª posición europea y tiene un valor de mercado de €204 millones.
Ese panorama confirma que el campeonato de 2013-2014 se limitará a un duelo entre PSG y Mónaco.
El vértigo de millones desencadenado por Tamim ben Hamad al-Thani y Dimitry Rybolovlev tendrá la virtud, en todo caso, de dar una verdadera dimensión internacional al fútbol francés que –desde hace unos años– militaba en la periferia de Europa. Pero ese duelo entre un jeque árabe y un zar de las finanzas ruso abre una gran incógnita: ¿qué réditos buscan esos millonarios extranjeros invirtiendo en una actividad que puede ofrecer prestigio pero no garantiza rentabilidad?
Multimillonarios, poderosos y turbios
Para que el PSG y el Mónaco se conviertan en los clubes más poderosos de Francia, fue indispensable que entraran en escena dos hombres poderosos: un jeque qatarí y un millonario ruso.
El PSG está en manos del jeque Tamim ben Hamad al-Thani, de 40 años, un príncipe que finge ser humilde y simple a pesar de que desde fines de junio ocupa el trono de Qatar tras la abdicación de su padre, Hamad Ben Khalifa Al-Thani. Fanático del fútbol y apasionado de París, sigue los entrenamientos de su club por circuito cerrado de televisión, y decide los contratos y salarios de sus jugadores. También dirige las cadenas de televisión Al Jazeera Sport (AJS) y el canal deportivo francés BeIN.
El hombre detrás del Mónaco es Dimitry Rybolovlev, de 46 años, ubicado en la 93ª posición del ranking de millonarios de la revista Forbes. Acusado de mantener vínculos con la mafia rusa, Rybolovlev es monitoreado permanentemente por Interpol, la policía de Mónaco y los servicios fiscales de la mitad de Europa. El objetivo secreto al frente del club sería obtener un pasaporte monegasco para protegerse jurídicamente. Además de mansiones y yates, acaba de llevar a cabo una excentricidad: compró por 100 millones de euros la isla griega de Skorpios, que pertenecía a Aristóteles Onassis.