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Hacían falta tres puntos para apagar tanto infierno

El 3-0 ante Talleres fue un desahogo. Los goles de Parra les hicieron olvidar a los hinchas que el club pasó por una semana repleta de conflictos.

Desde que estaba la cuna. La mano en alto, la mirada clavada en Parra y un beso en la frente. Las mujeres del Rojo festejan. Y el bebé es parte de la fiesta.
| Juan Obregón

Los diarios mienten. Nada de lo que publicaron sobre Independiente durante la semana es cierto. Acá no hay crisis, no hay un presidente al borde de la renuncia ni un plantel que hace ocho fechas que no gana. Nada de eso es real. Por lo menos no se percibe en las calles que rodean el Libertadores de América, ese lugar donde la camiseta roja es el uniforme y que suele marcar la temperatura previa de los partidos. Tampoco hay copas embargadas por un tal Leguizamón, descuentos de puntos ni barrabrava que se candidatea a Presidente. La gente, hoy, apostó por la incondicionalidad.

El micro llega con el plantel, estaciona detrás del vestuario local y unos veinte hinchas se acercan al Plusmar. Todavía falta más de una hora para que empiece el partido. Cuando los jugadores empiezan a bajar alguno se anima al reproche: “¡Claro, ahora que Moyano pone la plata seguro que ganan!”. Otro los define como “mercenarios”. No mucho más. Hasta que de la escalerilla baja el villano de la película: el presidente. Acá no hay acusación ni reproche. Sólo una exigencia: “¡Cantero, renunciá!”.

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Fuera de esos reclamos, todo está excesivamente calmo. No hay entusiasmo, eso está claro, pero tampoco clima bélico. Más bien se palpita cierta resignación, como aquel nefasto sábado del descenso. Nada hace sospechar siquiera que Independiente pasó una de las peores semanas de su historia. Los pibes jamás abusaron de una chica, los ligamentos de Julián Velázquez están intactos y el Rolfi juega bien. Definitivamente, los diarios no dicen la verdad.

Vino bastante gente. Las populares explotan, las plateas casi. Hay hinchas hasta en el sector Bochini que se inauguró hace dos fechas. Y desde antes de que la pelota se mueva insisten con eso de “en las buenas y en las malas”. Si alguien sospechaba que iban a insultar a Cantero, se frustró. Si alguno esperaba jeringas con sangre sobre el cesped, también. Si otro intuía amenazas varias, deberá esperar. Y si el comienzo del partido fue apacible, el gol de Parra a los 19 minutos terminó por moldear un clima impensado. El segundo, antes de que se cierra la primera etapa, aumentó el efecto de la realidad virtual. “Todavía estás llorando, Racing no era para tanto, solamente te mandamos a la B”. En fin...

Había que ganar. E Independiente ganó. Lo demás, parece, poco importa. Que Noray Nakis se pasee con su receta para salir de la crisis aunque tenga que entrar a la sede por la ventana es un detalle. Que el Ruso Rodríguez haya salvado los tres puntos es algo menor. La felicidad de los camioneros porque ahora sí van a manejar el fútbol es algo irrisorio. ¿Cuántos millones de deuda? Una bicoca, para eso viene Moyano. Con estos tres puntos el Rojo sigue en zona de ascenso. Acá, en el Libertadores de América, es lo único que cuenta.

Entonces llega el tercero. Jugada de Pisano, definición de Parra. Y los jugadores se abrazan en el área. Todos, menos el arquero, se abrazan. Los diez. Celebran que ahora sí se pueden quedar tranquilos, que el partido está cerrado. Mostremos que estamos unidos, dicen, que podemos salir del pozo, que esto es Independiente, carajo. Sale el Rolfi, aplausos. Entra Insúa, aplausos. No es el 2002, pero parece. “No sé cómo voy, no sé cómo vengo...”. Termina el partido. Pañuelos, remeras, banderas, todo es tan revoleable que Mancuello se saca la camiseta y la tira a la platea. Cáceres lo imita. Zapata también. Parra prefiere la popular. “Olé, olé, olé, cada día te quiero más...”. El goleador cruza la cancha para destinar su ofrenda. La tira y la gente se la disputa como un trofeo. Fue una ilusión, entonces, que después de la derrota con Huracán, hace menos de un mes, Parra se agarró a trompadas con unos hinchas afuera de la cancha. Nada pasó, nada ocurrió. Tal vez ni siquiera haya elecciones adelantadas. Hoy todo es desahogo. Hacían falta tres puntos para apagar tanto infierno.

 

San Parra

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Con el triunfo, Independiente cortó una racha de ocho partidos sin ganar y tomó aire para paliar un poco la convulsionada semana que tuvo. La gran figura fue Facundo Parra, autor de los tres goles, pero también se lucieron Martín Zapata, Federico Mancuello y el arquero Diego Rodríguez. La deuda fue la defensa: si el equipo no recibió goles fue por el arquero.

El Rojo aprovechó sus mejores momentos en el primer tiempo y a un voraz Parra para sacar diferencias, frente a un adversario que no se metió atrás.

Después de unos minutos de estudio, Independiente entendió que el negocio estaba por izquierda. Aplicó la receta, y la sociedad Lucas Villalba-Mancuello fue su mejor arma. A los 18, Villalba llegó al fondo por ese carril, tiró un centro rasante y Parra tocó al gol con el arco libre. A los 39, Mancuello, también por izquierda, envió el centro, el arquero Diego Aguiar falló el manotazo y Parra, otra vez, mandó la pelota al fondo de la red. En el segundo tiempo, sobre los 24, Independiente cerró el partido. Matías Pisano se metió al área, remató, el arquero dio rebote y Parra, arrojándose hacia adelante, tocó al gol.

La gente terminó ovacionando a sus jugadores, los mismos a los que había insultado pocos días atrás.