DEPORTES
empate con estudiantes en avellaneda

Independiente intenta, pero ve cómo los fantasmas se le cuelgan del cuello

El 0-0 lo dejó en una posición más incómoda todavía, rogando porque Argentinos no se le escape ni que San Martín lo pase. Tuvo más intensidad, pero falló en el último pase.

Aire fresco. Juan Trejo, de 21 años, mostró sus buenas condiciones. Fue uno de los nueve chicos del club que hizo jugar ayer Brindisi.
|

Un chico de unos 7 años abraza a su papá, que dejó la mirada en la nada. Hay otro que no ve esa escena, pero la replica: su papá mira absorto cómo a Independiente se le escurren como agua entre las manos puntos que pueden marcar la historia. Los padres de esos pibitos conocen la parte dorada, son los relatores de las hazañas de Bochini, del Rey de Copas, de la mística en la Doble Visera. Si hoy Independiente es más Diablo que nunca es porque arrastra en sus entrañas la paradoja: a tres fechas del final, tiene el cuerpo en el infierno.

Los nenes no gritan goles. Le copian el gesto a esos padres que se despeinan cuando Rolfi Montenegro remata al travesaño. Y cuando el bueno de Rulli desvía al córner un tiro con destino de gol de Lucas Villalba. El lateral izquierdo nació en 1994, diez años después de la última Copa Libertadores obtenida por el Rojo. Cuando la historia grande se licúa entre un equipo temeroso del abismo, los testimonios lo brindan las distintas generaciones. Los contrastes se surcan en esas miradas incrédulas. Las de padres que piensan que el punto no sirve, que “estoesIndependiente” y que el descenso tiene que ser una broma de Dios. Los más chiquitos no entienden bien qué pasa y esperan el gol que los haga saltar de alegría. Hasta ahora les queda el consuelo de abrazar a los padres. Ese instinto de amor para sobrevivir al descenso.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Sabor a poco. El mensaje no es el que el hincha espera para tragarse la incertidumbre de entrada. Brindisi decide jugar con un solo delantero: Caicedo será el llanero solitario un tiempo completo. Recién en la segunda parte tendrá la compañía de Adrián Fernández; no habrá dupla, cada cual hace su juego.

Montenegro tuvo zona liberada cuando fue media punta, sin embargo su contacto más cercano con el gol fue con dos hombres por delante de su posición. El Rojo se apoya en el eje Fabián Vargas, el equilibrio. El colombiano es prolijo en el primer pase y también quita; los hinchas le festejan su faceta defensiva. Se hace evidente una señal: Independiente vive su otra historia.

En el final, el Rojo ataca con confusión y espera que algún rebote le dé el triunfo que lo rescate de la incomodidad. No fue posible. El punto lo dejó en el medio de la vía. Con el tren cada vez más cerca.

Estudiantes hizo su papel de verdugo con sutileza. No arriesgó demasiado, aunque hay que valorarle sus intentos de jugar por abajo. Gelabert tuvo la posibilidad más clara, al cabecear en el área chica.

El empate no le caía mal al Pincha y, además, complicaba a un rival con el que tuvo cruces históricos. En las décadas del 60 y 80 contrapusieron estilos y definieron mano a mano campeonatos. El grito de los hinchas de Estudiantes reflejan los viejos antagonismos: “Se van para la B”, celebraban desde la parte más alta de la cancha de Independiente.
Enfrente había gente callada, masticando angustia. Tratando de entender las vueltas de la historia.