Cuando vivía en el barrio Grandoli y trabajaba como responsable de producción de la metalúrgica Acindar, Jorge Messi nunca hubiese imaginado que su apellido iba a recorrer el mundo como sucedió en estos días. Tampoco que su hijo Lionel, el nene que tenía pinta de crack y deleitaba a los vecinos cuando jugaba a la pelota, iba a convertirlo en el CEO de una multinacional que negocia millones en cada reunión a la que asiste.
Porque si hay algo que quedó claro en estas horas convulsionadas y llenas de fake news sobre su futuro, es que Lionel Messi ya no solo es una empresa –de un trabajador y un dueño– que facturó 130 millones de euros en la última temporada, sino un fenómeno cultural: un futbolista que mueve hinchas y audiencias por sí mismo. Miles de personas –probablemente millones– se comprarán la camiseta de su nuevo equipo con tal de tener su nombre en la espalda, y miles –probablemente millones– programarán sus fines de semana de acuerdo al horario de los partidos de su próximo destino futbolístico: en principio, Manchester City o Paris Saint Germain.
Además de desnudar falsas noticias, Jorge Messi está negociando la salida y la llegada de su hijo casi al mismo tiempo. Por eso viajará este fin de semana a Barcelona: para cerrar un final no traumático ni para Leo ni para el club catalán, y luego reunirse con enviados del City para conversar sobre las condiciones de su posible arribo al equipo de Pep Guardiola. También estudia una propuesta –aún no formalizada, pero si adelantada– del PSG.
Los petrodólares que financian a los dos equipos –el City de Emiratos Árabes Unidos; el PSG de Qatar– tienen suficiente poder para concretar lo que podría ser el pase más caro y mediático de la historia del fútbol. Hace falta mucho dinero para tentar al futbolista que más factura en el mundo, por delante del portugués Cristiano Ronaldo (113 millones) y del brasileño Neymar (91,5 millones).
El administrador de esa fortuna, lo dijo varias veces Leo, es su padre, Jorge, el arquitecto de una estructura financiera que tiene semejanzas con la de otras grandes multinacionales: sedes en varios países, entramados societarios, presupuestos reales y ficticios, condenas por fraude fiscal, una fundación que financia proyectos pero que también es investigada y sospechada, y muchos otros aspectos. La Fundación Messi, por ejemplo, donó este mes cincuenta respiradores artificiales para hospitales públicos de Rosario.
Offshores, condenas y marcas. Se sabe: las grandes fortunas no solo generan ventajas y buena vida. Muchas veces pueden generar problemas. Lionel y Jorge Messi tuvieron al menos dos mundialmente conocidos: cuando el Tribunal Supremo de Justicia de España condenó, en 2017, a 21 meses de prisión a Leo por el delito de fraude fiscal, y cuando en 2016 el argentino apareció mencionado en el marco de la investigación periodística que se conoció como Panamá Papers.
“Un año después de su debut, una consultora nos recomendó que conformáramos una sociedad offshore, algo que al final desestimamos”, le reconoció a PERFIL Rodolfo Schinocca, agente comercial de Leo entre 2004 y 2006.
El Messi-negocio, antes de ser comandado por Jorge, tuvo otros directores: hasta 2009 fue manejado por Prime Time Sport, hoy conducido por el ex director de marketing del Barca, Esteve Calzada, quien definió a Messi como “una marca global de valores comerciales altísimos”.
Sin embargo, desde 2009, los patrocinios del rosarino están en manos de Leo Messi Management, una empresa que maneja Jorge y tuvo la colaboración profesional de Pau Negre, otro ex director de marketing de Barcelona. Además de administrar su sitio web oficial y sus cuentas de redes sociales, Leo Messi Management administra los 37 millones de euros que provienen de empresas que buscan asociar a Messi con sus logos.
Negocios. Las ganancias se multiplican y el negocio se extranjeriza. Se redimensiona. Un ejemplo: en 2005, Garbarino contrató a Messi por 100 mil pesos. Diez años después, Huawei, la empresa de tecnología china que busca imponerse en un mercado liderado por Samsung y Apple, firmó con la estrella un contrato de 5 millones de dólares por tres años.
Jorge siempre le busca a su hijo clientes e inversiones: en Rosario compró decenas de departamentos en una torre cercana al Monumento a la Bandera, y junto a Marcelo Muniagurria, ex vicegobernador santafesino, construyó en las afueras de Rosario el club de campo más grande del interior del país, que costó alrededor de 10 millones de dólares. La multinacional Messi también invirtió en el negocio de vinos. Aunque ahora todo eso quedó en un segundo plano.
Leo busca un nuevo destino tras el sorprendente anuncio de su salida del Barcelona, y su padre intenta acordar los términos y condiciones de una aventura impensada. Luego, como siempre en los últimos años, será el momento de continuar expandiéndose.