En La Plata había clima de final. Y aunque en rigor lo era, el clima se debió también a la abstinencia de fútbol. Hubo fútbol de verano, es cierto, pero este partido era por los puntos. Por una estrella. Y eso tenía un plus.
A ese valor agregado se le sumó la dinámica del partido, que en el primer tiempo fue de ida y vuelta, con chances en cada arco y con buenas jugadas. La muestra de eso fue el cabezazo de Driussi, a los 10, luego de un buen centro de Mora; o la exquisita jugada de Alejandro Silva, que con un poco de suerte y habilidad eludió a toda la defensa de River, pero cuando enfrentó a Batalla falló en la definición.
El segundo tiempo empezó más quieto. Lo mejor de River salía de los pies de Nacho Fernández, mientras que en Lanús quedaba repartido entre Martínez, Silva y Acosta. Fueron estos dos últimos –Silva y Acosta– los que fabricaron el primer gol de Lanús: Silva la elaboró, y Acosta la terminó con un tiro cruzado. Batalla sólo atinó a mirar.
Luego de eso, el partido se rompió. Porque River buscó, a veces con una lógica desesperación, y Lanús esperó y salió de contra, algo que benefició a sus delanteros. En esa situación fue que el Granate resolvió el partido: con Pasquini cabeceando al gol. Y después, con un penal que el mismo Sand completó para darle al Sur toda la felicidad.