Hay un dato curioso que revela lo surrealista que es todo lo que rodea a Maradona: ayer, en el clásico platense, hubo agencias de noticias internacionales que enviaron fotógrafos y periodistas por primera vez al Bosque. El clásico platense nunca había despertado tanto interés en el mundo. Solo se explica por el hombrecito que estaba sentado en el banco de suplentes del Lobo, con su gorra chavista, su rosario por encima de la chomba y gestos en slow motion.
Las cámaras y enviados especiales se encontraron con lo de siempre. Al menos, lo de siempre desde hace una década y media: el triunfo de Estudiantes, que desde 2010 no cae en el clásico (9 victorias y 7 empates) y que solo perdió una de las últimas 26 ediciones (9 empates y 16 triunfos).
A Gimnasia no le alcanza ni con Maradona para ganarle a su rival eterno. No hay caso: el clásico está partido desde hace rato, y cada edición es una homologación de esa disparidad. El Pincha se impone incluso cuando no lo merece, como ayer. Además, cuando tiene un equipo con más sombras que luces, como el de este torneo. Porque ayer no es que Gimnasia merecía ganar ni mucho menos, pero el encuentro tuvo un desarrollo de los que generalmente terminan en empates aburridos, con los equipos arriesgando poco y nada y los hinchas conformándose con la tregua de la igualdad. Todo iba hacia eso hasta que, en el segundo tiempo, la Gata Fernández y Retegui hicieron una doble pared, el delantero quedó frente al arco y la clavó desde afuera del área. Festejo pincha, silencio tripero.
Antes y después, Gimnasia tuvo más la posesión de la pelota, pero nunca tradujo eso en posibilidades claras. Tuvo algunas, es cierto, como la de Germán Guiffrey en el primer tiempo, luego de un tiro libre. Pero Guiffrey le pegó pésimo, con la canilla. O si no la más clara, la que pudo cambiar todo tres minutos antes del gol de Retegui, cuando Leandro Contín falló solo con todo el arco servido. Nadie podía creer cómo fue que apareció tan solo, y cómo desperdició semejante oportunidad en un partido tan cerrado.
Después de eso vino el gol pincha, el aguante y el desahogo para revalidar la historia reciente. En el Bosque, mientras tanto, todos se iban en silencio.