DEPORTES
por una nueva era

La revolución no será en Rusia

El caos que rodea a la seleccion es endémico. Dirigentes inescrupulosos, cuerpos técnicos efímeros y un plantel que exige un recambio. Para superar la crisis, es necesario tocar fondo.

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EL DIA DESPUES. El plantel se entrenó ayer en el predio de Ezeiza. Los que jugaron el jueves hicieron un trabajo liviano. Hoy vuelven a practicar a la mañana. | TELAM

Por qué debería clasificar Argentina? O, dicho de otra manera, ¿cuáles son los méritos que hizo para llegar al Mundial de Rusia? Pocos, por cierto. O ninguno. Si se hace foco en los dirigentes, está claro que los protagonistas de la era post Grondona bien podrían representarse como caricaturas de Don Julio que intentan sostener el mismo modelo pero con menos cintura. Si se analizan los jugadores, queda en evidencia la necesidad y urgencia de un cambio de ciclo. Y si la lente se posa en los cuerpos técnicos que se pusieron al frente de los planteles en estas Eliminatorias, lo que se destacan son las equivocaciones y, en algunos casos, los disparates. Las tres patas que deben sostener cualquier proyecto serio están rengas. Otra vez, entonces: ¿por qué debería clasificar Argentina?

La lógica del fútbol se sostiene en la pasión irracional y en los resultados. Insinuar que una derrota puede ser beneficiosa seguramente provoque una reacción en cadena. Perder no está en los plantes de ningún hincha. Primero se gana, después se ve. En este contexto, el interrogante puede resultar disparatado, pero oportuno: ¿no sería más saludable para el fútbol argentino que la Selección no clasifique a Rusia? La sola idea parece inadmisible, intolerable, irritante y todos los calificativos que los hinchas seguramente querrán agregar. ¿Un Mundial sin Argentina? ¿Un Mundial sin Messi? ¿Un Mundial ajeno? Tal vez sea el principio de algo nuevo. De algo nuevo de verdad.

Sucio y desprolijo. El primer ciclo serio arrancó después de Alemania 74, cuando el Flaco Menotti se hizo cargo del plantel. Y comenzó como consecuencia de dos frustraciones: en 1970 no clasificó al Mundial de México y en 1974 se volvió de Alemania en segunda ronda. Esos golpes evidenciaron, entre otras cuestiones, que en la AFA todo se manejaba de manera amateur. Menotti llegó y profesionalizó a la Selección. Estuvo ocho años y ganó un Mundial. Bilardo, el sucesor del Flaco, también estuvo ocho años y también ganó un Mundial. En los 17 partidos que la Selección jugó por estas Eliminatorias pasaron tres entrenadores: Gerardo Martino, Edgardo Bauza y Jorge Sampaoli. Va de vuelta: tres entrenadores en 17 partidos. Un retorno compulsivo a la era pre Menotti.

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El caso Martino es emblemático: dirigió 18 encuentros, de los cuales ganó 11 y perdió sólo uno. Las dos finales de Copa América frustradas ante Chile por penales no le bajaron el promedio de efectividad. Con el Tata, además, la Eliminatoria no era un problema, pero renunció agotado por el desorden administrativo, económico e institucional en Viamonte que generó un vacío de poder. Se lo comió una AFA intervenida. La misma AFA que, con influencia del Gobierno, designó a Bauza. Así le fue: el Patón sacó 11 puntos de 24 posibles y dejó a la Selección en zona de repechaje. Después Chiqui Tapia ganó la presidencia (esta vez no hubo empate de votos impares) y eligió a Sampaoli. El resultado es sabido: Argentina está a un paso del precipicio.

Tantas desprolijidades no podían tener un epílogo digno. En Viamonte, rosca, dirigentes efímeros, sospechas, caos, mugre e improvisación; en Ezeiza, técnicos que llegan como parte de un proyecto a largo plazo y duran un suspiro. El milagro, el auténtico milagro hubiese sido que semejante vendaval anárquico y amateur no hubiera salpicado la Selección.

Desde allá abajo. Tocar fondo también es un punto de partida. Un momento de extrema crisis suele provocar una reacción favorable. Ahí esta River, por ejemplo. El descenso de 2011 no fue el fin, fue el principio. Llegó a la B Nacional hundido en una crisis institucional, deportiva y económica. En el horizonte no había luz. Sin embargo llegó al fondo, tomó impulso y despegó. El descenso provocó una refundación del club. River es hoy mucho más grande que antes del descenso.

Con Racing pasó algo parecido: después de décadas de desidia y mediocridad, en 1999 quebró. El club se quedó sin club. El equipo no podía jugar, las sedes casi las rematan. Un desastre. Nunca había estado tan abajo. Y sirvió, también, para tomar consciencia. Poco después rompió una racha de 35 años sin salir campeón y ahora es una institución sólida, bien lejos de aquel club desconcertado. Racing es hoy más grande que antes de la quiebra.

¿Es ilógico pensar que tocar fondo podría ser beneficioso para la Selección? Tal vez el golpe de quedarse a 13 mil kilómetros de Rusia funcione también como un punto de partida. Una oportunidad. Un 19 de diciembre de 2001.

Podemos discutir quién debe ser el nueve o quién acompaña mejor a Messi, podemos quedarnos con la esperanza de que la clasificación no depende de terceros, podemos lamentar goles perdidos, podemos planear un martes con pizza, cerveza y amigos, y podemos festejar la clasificación a Rusia hasta la afonía. Pero nada de eso modificará el caos que rodea a la Selección. La AFA necesita una refundación, pero refundación en serio. El plantel necesita un recambio, pero recambio en serio. El entrenador necesita continuidad, pero continuidad en serio. Sería una revolución. Y para lograrla, se sabe, hay que tocar fondo.