DEPORTES
Los futbolistas mostraron su peor cara

Las miserias

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El superclásico expuso todas las miserias de nuestro fútbol en un solo partido. Miserias que hace años se repiten en las canchas pero que, en un evento de tamaña relevancia, nos avergüenzan mundialmente. Ojalá sea un punto de inflexión para el fútbol argentino: no es sencillo caer más hondo ni generar más estruendo.

Hinchas que agreden, con total impunidad y tranquilidad, usando piedras, gases tóxicos o lo que fuese. Dirigentes que, en el medio del bochorno, buscan beneficios deportivos en lugar de preocuparse por la salud de los futbolistas. Arbitros que, temerosos sobre las consecuencias de sus actos, demoran y cavilan las decisiones eternamente. Periodistas que, en vez de informar sobre los hechos acontecidos, buscan crear teorías conspirativas y deslindar responsabilidades, en una clara muestra y un vil intento de llevar agua para su molino. Y, por último, los propios protagonistas que, acostumbrados a que sus derechos sean avasallados, no demuestran compasión ni empatía por los de su propia clase.
Entre todas las actitudes deplorables de la Bombonera resalta, por lo inesperado, la postura de algunos futbolistas y del entrenador de Boca. En su defensa, se puede decir que en el fútbol argentino las agresiones externas son frecuentes, acostumbran a quedar impunes y los partidos continúan jugándose. Generalmente, la presión por continuar nace del entorno dirigencial y la ejecuta subliminalmente el árbitro. A diferencia de otras ocasiones, la gravedad de la agresión y la relevancia del evento demoraron inútilmente la inevitable suspensión. Fue en ese ínterin, de más de una hora, donde se vivieron situaciones obscenas que, en el futuro, avergonzarán a más de un protagonista.   

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El futbolista vive de las victorias. El éxito deportivo es lo que le permite progresar. En partidos de esta magnitud, el triunfo es excluyente: habilita a pasar de fase y te hace entrar en la historia. Planteado este escenario, es entendible y absolutamente lógico que los futbolistas y el entrenador de Boca hayan deseado continuar el partido. Lo que no se comprende son las actitudes. ¿Por qué ser el brazo ejecutor de las presiones? ¿Por qué hacer demostraciones ostensivas de querer seguir jugando con el fin de exponer al rival? ¿Por qué librarlos a su propia suerte al momento de abandonar el terreno? ¿Por qué entregarse mansamente a decisiones externas y no manejarse como colegas?

Aquí no hay que confundir ni confundirse. Sólo un par de jugadores están en condiciones de responder las preguntas y hacerse responsables de los actos. Decir “los jugadores de Boca” se comportaron de manera egoísta es meter en la misma bolsa a Orion, Díaz y Gago con Peruzzi, Pavón y Carrizo. Un plantel de fútbol es un colectivo conducido por unos pocos. Los grupos no se separan.
O todos acompañamos o no va nadie, y los únicos que tienen la posibilidad de imponer condiciones son los que manejan el grupo. Eso debe estar claro.
El desafío para los futbolistas es que el comportamiento vergonzoso deje una enseñanza. Unirse ante la agresión y por encima del resultado es el único camino. Ser solidario en la defensa de los derechos.
La construcción de una conciencia colectiva que no tolere el avasallamiento y que rehúse la complicidad. Comprenderse como herramienta, para producir este cambio. Es hora de salir del letargo.

*Ex futbolista profesional.