Es un recuadro muy pequeño, en la página 14 del diario Mundo Deportivo del 17 de marzo de 2001, que se titula: “Un argentino para la cantera”. Amplía: “Lioner Messi de River Plate entrena ya con el infantil del Barcelona” (el periodista Manuel Segura escribió dos veces “Lioner”). Era, recién, el inicio de una historia: la del hoy mejor futbolista del mundo (es más que probable que mañana obtenga el FIFA World Player por tercera vez consecutiva) en el Barcelona. Pero Messi tiene una historia que precede a ésa, y que obliga a la pregunta: ¿qué habría pasado si hubiera jugado en Newell’s o en River, o aun en el Como, de Italia (ver recuadro)? Mejor: ¿por qué no jugó, al final, en ellos?
No de Newell’s. La historia de Messi en Newell’s es familiar. Jugaba allí cuando –en enero de 1997– sus padres, Jorge y Celia, advirtieron que “era el más pequeño entre sus compañeros de colegio, siempre el primero de la fila”. Medía, a los nueve años, 127 centímetros. En consecuencia, Jorge les pidió ayuda a la Fundación Acindar (empresa para la que trabajaba) y a su obra social. Así consiguió los mil dólares al mes para costear el tratamiento hormonal que necesitaba su hijo. Sin embargo, en 1999, esa ayuda se discontinuó, y Jorge acudió a la dirigencia de Newell’s, club que presidía Eduardo López. Newell’s aceptó, pero recibir el dinero era, para la familia Messi, una empresa complicada. “Un día vine al club –le contó Ernesto Vecchio, entonces entrenador de Messi, al programa Informe Robinson, de Canal +, de España, en 2007– y vi a la mamá, que me dijo que estaba cansada de venir tantas veces (a buscar el dinero en vano). Por eso, si Newell’s se hubiera portado mejor, Leo habría jugado en el club. Más de un dirigente debe estar lamentándose.”