Diego Cocca se había ido de Racing ovacionado y entre lágrimas, y el cargo que dejaba vacante, como suele suceder con las acciones de las empresas de moda, cotizaba en alza. En diciembre de 2015, la lista de nombres para reemplazarlo era larguísima. “Me trajeron setenta carpetas”, dijo Víctor Blanco, sorprendido por la cantidad.
Las carpetas se las llevaban representantes. Algunos, incluso, llevaron cinco carpetas con cinco nombres distintos. Esos representantes, después, llamaban a algunos periodistas y les contaban un dato fáctico: que Blanco analizaba a sus representados como uno de los sucesores de Cocca. Algunos periodistas, en la vorágine por llenar horas y páginas, lo decían. Y el nombre, entonces, empezaba a circular entre hinchas, replicadores compulsivos y demás alfiles de este circo llamado fútbol. Pasó aquella vez. Pasa ahora. El mercado de pases –sobre todo el del verano– está lleno de fake news y de mentiras deliberadas que tienen una intención específica: posicionar a jugadores o técnicos en la marea de posibles transferencias. “Así funciona”, reconoce un agente de jugadores.
Un dirigente que acaba de terminar su mandato en Boca trae un ejemplo reciente: lo que pasó en septiembre con Mauro Icardi y el supuesto interés del club en contratarlo. “Fue todo humo. Ni siquiera hubo un mensaje de WhatsApp o una llamada. Nada”, remarca. Pero sirvió para ilustrar algunos métodos. En ese caso, Wanda Nara, la esposa y representante de Icardi, sugirió en su Instagram la posibilidad de que el delantero jugara en Boca y eso prendió rápido. Fue una estrategia para terminar de cerrar el contrato con el Paris Saint Germain.
El caso de Ramón Díaz también sirve para retratar esta práctica cotidiana. Cuando en diciembre se filtró que Racing estaba interesado en él como reemplazante del Chacho Coudet, de repente Ramón volvió a aparecer en la agenda mediática futbolera. Después de dirigir en la lejanía del Al-Hilal y Al-Ittihad de Arabia Saudita, y en Pyramids de Egipto, había que volver al circuito local de alguna manera. Pero se necesitaba algo más que una carta de intención: había que instalar al riojano de vuelta. Ahí, entonces, surgió el supuesto interés de Racing. Desde el club lo niegan de manera enfática. Luego entendieron las razones: Ramón, que estaba fuera del radar de dirigentes y futboleros en general, volvió a entrar de esa manera. El rumor duró un par de días. Pero después, la estrategia empezó a funcionar: lo intentó contratar Colón y finalmente terminó en Libertad de Paraguay, un club que se prepara para pelear la Libertadores. “El fútbol no escapa a la lógica de cualquier otra actividad comercial. Es como salir a ofrecer algo a medio mundo. Los representantes empiezan a ofrecer jugadores y a generar ruido. Los clubes grandes tienen clarísimo lo que van a buscar, pero otros no. Y en la confusión compran”, le grafica a PERFIL un dirigente. Ninguno quiere dar su nombre: nadie está indemne en un circuito en que los aliados mañana pueden ser verdugos.
Puro humo. Hace unos años, el escritor Eduardo Sacheri llevó estas escenas de pases falsos que suceden cada verano a su novela Papeles en el viento, que luego adaptó al cine el director Juan Taratuto. Cuatro amigos tenían que vender a Mario Pittilanga, una promesa que terminó jugando en el Ascenso del interior y no le hacía un gol a nadie. Para hacerlo, recurrieron al periodista Armando Prieto, que luego de un elogio rentado y descomunal en su programa de radio, y de mentir acerca de las intenciones de clubes del exterior, hizo que fueran varios los interesados locales en comprarlo. Armando Prieto rima con el nombre de un periodista famoso, y en la película la rima se trasladó al parecido físico: la actuación fue del fallecido Daniel Rabinovich.
El responsable de prensa de un club asegura que algunos periodistas de radio son los más codiciados para posicionar a determinados futbolistas. Programas con un alto nivel de audiencia y que escucha el círculo rojo futbolero del país. Un productor periodístico de un programa televisivo es más preciso: hay representantes que tienen periodistas que filtran cualquier tipo de información. O a la inversa: hay periodistas que habilitan a determinados representantes para que posicionen a sus representados a través de “información” que nace de sus programas. “O desde sus redes. Ahora, en ese sentido, es más fácil”, dice un representante. Ese representante no tiene cuenta de Twitter ni de Instagram. Pero tiene muchos amigos, con miles de seguidores, a los que les puede pedir que circulen rumores de sus representados. Así funciona el sistema. Y así seguirá funcionando.