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ANIVERSARIO

Nicolino Locche: a 40 años de una hazaña "intocable"

El 12 de diciembre se cumplen cuatro décadas del día en que Nicolino Locche se consagró campeón del mundo y se convirtió en una de las leyendas del boxeo argentino. Galería de fotos Galería de fotos

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| CEDOC

Un rostro desfigurado que no dejaba ver los ojos, y una cabeza que negaba, sobresaliendo de una toalla blanca marcaron la imagen final, cuarenta años atrás, de la pelea célebre de Nicolino Locche y desde aquella noche en Tokio se abrió paso a una de las leyendas del boxeo argentino.

Momentos antes, apenas diez rounds habían mostrado a un hombre de escasa musculatura, presentado como boxeador aunque regalando una exhibición casi artística, esa facultad que hizo que Locche arrastrara tantos hombres como mujeres en las veladas de los sábados del porteño Luna Park.

El hombre de la cara amoratada era Paul Fujii, un hawaiano que había jurado vivir y morir por Japón y que sucumbió en aquella calurosa noche del 12 de diciembre de 1968 en el centro del Kuramae Sumo, cuyos asistentes no esperaban otra cosa que la celebración de una victoria del púgil local.

Pero apenas fue en el quinto round que Fujii pudo engancharlo con un golpe que metió miedo. Antes y después para el japonés fue una incesante e infructuosa búsqueda del hombre que veía -hasta que dejó de ver- enfrente, que parecía estático pero al que no lograría alcanzarlo. Enfrente estaba, simplemente, el Intocable.

Además de sus fintas, aquella noche (mañana para los argentinos) Nicolino puso toda la escuela de Paco Bermúdez sobre el ring. Un jab puntual y algún que otro uno dos fueron erosionando los ánimos, reservas físicas y la simetría gestual del local.
Nicolino había llegado con 29 años a esa pelea, con decenas de choques y tras haber hecho un clásico de los combates con Abel Laudonio, al que le ganó dos veces y perdió una.

La calma de Nicolino que traía de su Campo de los Andes, en las afueras de Tunuyán, Mendoza, donde nació el 2 de setiembre de 1939 fue una marca inalterable en su vida. La calma que lo hizo quedar dormido en el mismísimo camarín antes de salir a la arena a enfrentar las toreadas de Fujii, soportar la fama y la bancarrota y afrontar su enfermedad pulmonar por su incólume condición de fumador.

Si hasta Nicolino confesó haberse fumado un cigarrito momentos previos a la pelea que lo consagró.
Su forma de pelear también hizo sucumbir a varios que fueron grandes, o que querían serlo. El colombiano Antonio Cervantes, conocido como Kid Pambelé, fue uno de ellos, o Sandro Lopopolo.

Hizo cinco defensas y perdió en la sexta, en 1972, ante el panameño Alfonso "Pepermint" Frazer, un limitado pugilista que llevó al malhumor social. Intentó recuperar la corona ante Pambelé, pero el colombiano había crecido y se había convertido en un gran campeón, que lo tuvo a maltraer hasta que abandonó en el décimo round.

Su última pelea sobre el ring, el 7 de agosto de 1976, fue con una victoria por puntos sobre el chileno Ricardo Molina Ortiz.
Pero no sería la última en la vida. Atravesó problemas económicos, se ganó el peso dando clases de defensa personal, siempre con la compañía de su segunda esposa, María Rosa, quien estuvo a su lado hasta el último minuto de su vida.

Los últimos años fueron duros, con varias internaciones por su grave problema respiratorio. Volvió a Mendoza, su provincia natal y allí un paro cardíaco terminó con su vida el 8 de setiembre de 2005, a poco de haber cumplido los 66 años.
Atrás, cuarenta años, quedó la marca de Locche, protagonista de la pelea que tiñó de arte al boxeo.

Fuente: DYN