Si hay algo que puede afirmarse a esta altura, en el amanecer del torneo, es que da gusto ver jugar a San Lorenzo. No se guarda nada desde el primero hasta el último minuto, se levanta de cada contratiempo (por caso, ayer estaba 0-1 casi desde el comienzo y cuando parecía que se había asegurado el partido con el gol de Buffarini, Vélez se le empató a 10 del final) con una convicción asombrosa, y fecha a fecha parece consolidar una estructura ofensiva temible desde la calidad de sus jugadores y las variantes que pone en práctica. Si destrozó a Boca por la Supercopa argentina con un fútbol de alto vuelo, ayer contra Vélez (y el sábado pasado ante Sarmiento) derrochó carácter y despliegue para superar a un rival que se había desbordado cuando quedó con dos menos. Es cierto que al igual que contra los de Junín contó con la ayuda de un penal a favor mal sancionado en momentos claves, pero a la hora del balance, la polémica queda superada por una actuación sólida y ambiciosa.
Claro que lo apuntado tiene valor porque está sustentado en la capacidad técnica de jugadores y la cabeza de un entrenador que piensa y trabaja el partido secuencia a secuencia. Nada sería posible sin las subidas con criterio de Buffarini y Mas por los costados, el equilibrio de Ortigoza para cortar y ser salida limpia; Pipi Romagnoli no descansa en su condición de ídolo y se mueve como el día que debutó. Belluschi tracciona por derecha y por izquierda, le pone pausa a su verticalidad y participa activamente de la gestación. Barrientos entiende que la mejor manera de ganarse un lugar en la consideración es pidiendo la pelota y darle un destino útil. Se tiene confianza y llega cada vez más a posición de gol. Nadie parece acordarse de Mercier con semejante distribución de funciones. Y los delanteros están enchufados y se complementan, como si siempre hubiesen jugado juntos. Blandi –la figura– metió una tijera bárbara para poner el 1 a 1 parcial, fue víctima del penal que derivó en el segundo gol y le puso la pelota a Matos en la cabeza en el 3 a 2. Cerutti desborda a quien se le ponga adelante, más allá de que ayer no haya incidido como contra Sarmiento. Matos entra con el pie derecho y en una de las pocas pelotas que toca marca la victoria.
Para sumarle méritos, el Ciclón le ganó a un rival entonado, que lo puso en aprietos en varios pasajes. Vélez no será el de tiempos no muy lejanos, pero va camino de formar algo serio de la mano paciente de Bassedas y de un par de pibes que dan que hablar, como Hernán Toledo y Fabricio Alvarenga. Por ellos pasaron la gestación y los goles del Fortín ayer. Garantía para el futuro cercano con certezas del presente. Como este Ciclón puntero y contundente desde la idea de su juego. Capaz de enamorar e ilusionar a su gente con dar pelea en todos los frentes.