Los votos que hubiese obtenido Diego Armando Maradona, solo Juan Domingo Perón podría haberlos sumado. Ni siquiera Carlos Gardel, cuya fama se multiplicó en la tragedia de su muerte, los hubiese contado. Fue más que juan Manuel Fangio, Guillermo Vilas y Carlos Monzón, juntos. ¡Y el Papa Jorge Bergoglio también! Maradona fue, en cuanto vivo, el argentino más popular, famoso, célebre, renombrado, amado, perdonado, polémico y endiosado de todos; al lado del ‘General’, claro, que tuvo a Evita, con más peso que Claudia Villafañe, Rocío Oliva, Verónica Ojeda o cualquier otra (ni Doña Tota compensa). Y fue el más internacional, también gracias a su época, más mediática que la de Perón. Diego solo no fue respetado... Por todos, obvio, porque quizá el 50% que decide si hay ballotage o no, también lo respetó. De cualquier forma, ningún político de estos países que viven del pasado o de las promesas futuras (porque nunca tienen presente), precisa ser respetado. El respeto cabe para otros órdenes de la vida, no para la política ‘sudaca’.
Su convocatoria era (y es) absurda. En las primeras dos horas posteriores al anuncio de su muerte, solo por yo ser argentino, recibí 43 mensajes –paré de contar para escribir–, remitidos desde todas partes del planeta. Amigos, conocidos y colegas; en casos hacía meses que no nos comunicábamos. Unos dándome el pésame como si hubiese perdido a un familiar próximo, otros lamentando que el ídolo se haya ido tan joven, condolencias de todo tipo. Las frases son diversas, desde “ahora va a animarse el purgatorio” hasta “nadie podrá reemplazarlo” o “Diego fue el Rimbaud del deporte”... Héroe de batallas perdidas, ídolo de triunfos memorables. Casi omnipresente. Ahora será más mito todavía. Ahora ganó para siempre.
Murió Diego Maradona: lo velarán en la Casa Rosada
Esta folklórica locura maradoniana (el único en tener iglesia propia), me recordó que a fines del siglo pasado viví casi dos años en una 4x4 recorriendo África y yo no quería conocer el África convencional, visitaba tribus perdidas, pigmeos, lugares exóticos, de difícil acceso, esquivando la civilización que llegaba anualmente al continente negro. No visitaba ciudades con televisión por cable, de hoteles con la recién lanzada CNN, ni bares con Coca Cola. Entonces, para saber si estaba en el lugar que pretendía, usaba una palabra mágica: ‘Maradona’. Si lo conocían, me iba. Juro que en 120 mil kilómetros, no encontré más de media docena de pequeños sitios donde no sabían quién era Maradona...
No hubo nadie de este país con esa dimensión, sea porque después Pelé fue el mejor del mundo pateando la pelotita, sea por el gol a los ingleses (el primero) o por ‘la mano de Dios’ (el segundo), sea por sus embates a los popes de la FIFA, sea porque pareció ser un buen padre y mejor hijo, porque fue amiguero, porque quienes lo rodearon lo desplumaron –según sus propias palabras–, sea por todo eso junto y mucho más, lo cierto es que Diego era el candidato a presidir la Argentina, sin rivales a la vista ¿Quién podría hacerle sombra? ¿Sergio Massa, José Luis Espert, Roberto Lavagna que no le ganaron a Alberto Fernández?. Hubiera derrotado a cualquier partido y a todas las alianzas; de hecho podría haber creado uno propio. Su carisma hubiese contribuido tanto cuanto su historia. Dijo mil estupideces, pero como gran ‘frasista’, dejó varias leyendas para la posteridad (“me cortaron las piernas”, “la pelota no se mancha”), por lo que no le hubiese faltado slogan.
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Argentino hasta la muerte, fue defensor de los pobres, amigo de los ricos y combativo del poder tanto como lo fue con quienes lo serraban en las canchas. Fue aplaudido por quienes lo vimos jugar y fantaseado por los jóvenes que no lo vieron. Enemigo de los ingleses, amigo de los cubanos, en fin, una mezcla rara de villero y ciudadano del mundo, levantó banderas sensibles. Viajó desde la miseria a palacios de las mil y una noches, pasó de la pelota de trapo al golf; sí, fue único. En la virtud y en el defecto. Capaz de honrar a la impresentable Hebe de Bonafini y de ser amigo y enemigo de Julio Grondona según soplasen los vientos, como lo fue con su ‘cartonero Báez’-Mauricio Macri. Lo cierto es que en una elección, donde los argentinos votamos con... ¿con qué votamos? ¿Cabeza, culo, corazón? Diego hubiera ganado de punta a punta, tipo México ’86; con show.
Como presidente, para envidia del amébido Fernando De la Rúa, hubiera puesto la garra que ponía en la cancha cuando crack, pero hubiese administrado a lo Leopoldo Fortunato Galtieri, como el mal director técnico que siempre fue. Habría usado la Casa Rosada al estilo Carlos Menem, para recibir a sus amantes y hubiera gritado en el Congreso a lo Cristina Kirchner, porque los dos aman el micrófono para mostrar que tienen temperamento y garganta, aunque no tengan nada coherente para decir. De todos modos, es difícil creer que gobernase peor que todos los que se sentaron en el sillón de Rivadavia, aunque, probablemente, como Alfonsín, no terminaría su mandato. Seguramente habría prohibido el comercio con Inglaterra, denunciado en la ONU a los Estados Unidos y por desconfiar de Brasil se hubiera apartado del Mercosur y firmado un acuerdo de ‘Merca’ Sur con Evo Morales y otros mandatarios que deciden de aquí a Sinaloa.
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Murió el mismo día que, cuatro años, falleció Fidel Castro, su mentor político, quién, además de aconsejarlo sobre como aislar del mundo a un país, probablemente hubiese alternado sus vacaciones entre Bahía de Cochinos y el Impenetrable chaqueño. Con Hugo Chávez, de haber coincidido, cuando ‘chapados’ compartirían el pajarito que le hablaba al venezolano y, con Nicolás Maduro, habría construido un oleoducto entre Venezuela y Villa Fiorito, pero de alto costo porque no se hubiese arriesgado a pasarlo por Brasil, salvo en la época de Lula y Dilma Rousseff; y perforar la cordillera es caro... Probablemente trasladaría la Quinta Presidencial de Olivos a Nápoles... En sus elecciones, en vez de comprar votos con choripanes, hubiese dado ‘un gramo de blanca’ a los indecisos, por ejemplo, esos pocos hinchas de Independiente que siempre dudaron de él por declararse fana de Boca. Cosas del marketing que algunos no entienden...
A Maradona se le perdonó todo, absolutamente todo, desde los rumores homosexuales cuando fue preso en Caballito, en 1991, hasta los tiros que entre las rejas de su quinta, en Moreno, le metió a los periodistas que husmeaban donde no debían pero que extrañaba cuando no lo adulaban. Se le perdonó abandonar a Claudia Villafañe, su verdadero amor quinceañero, una Jacinta Pichimahuída real, por ‘esas mujeres’ que ‘solo buscaban fama’ en su época de cabellos pintados y aritos. Y se le perdonó que consumiese tanta droga como la Villa 31. Reiteradas veces mintió sobre su recuperación y todos le creyeron, no vivió la fábula del pastorcito mentiroso, siempre le abrieron las puertas como, genialmente, se las abrió Gimnasia y Esgrima La Plata, para salvar al club del descenso con un golpe publicitario como hubo pocos. Con Maradona todo siempre fue posible.
¿Por qué no sería presidente, entonces? ‘Pelusa presidente’... En Brasil pudo serlo Pelé, lo tentaron, casi embarca, terminó siendo Ministro de Deportes, manipulado por inescrupulosos, pero Pelé siempre fue otra clase de tipo. Y no sé, si siendo negro como es, Pelé conseguiría elegirse: Brasil es un país racista... Pelé no necesitó que le perdonaran nada más que algún hijo fuera de casa (legado que Diego también dejó), o alguna declaración inoportuna por lo sincera. Pelé siempre fue un señor y los señores difícilmente se convierten en presidentes de países como los nuestros. La política no es para todos, ni para cualquiera, es corral de pocos animales. Hay que reunir condiciones que la mayoría de nosotros no dormiría tranquilo si las poseyese. Pelé, en ese sentido, se parece más a Messi, que no creo siquiera presida al Barcelona. Pelé, insisto, es una persona normal, dotada de un talento inalcanzable, pero no se metería en la barahúnda política. Además, Maradona es naturalmente un salvaje político porque vivió lleno de rabia y siempre sostuvo que “la bronca es mi combustible”, eso lo ayudaría a encarar a los Moyano, por ejemplo. Pelé no, Pelé es paz y amor, se lo comerían crudo los mandamases de siempre.
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La única duda de esta candidatura, ahora imposible, la generaría la integración de su fórmula: ¿quién hubiese sido su vicepresidente? Si quería ganar en la primera vuelta, un pícaro entre pícaros, Julio Grondona. Para garantizarse el triunfo en un segundo turno, llevaría a Néstor Kirchner, porque la gente de Racing sumaría el porcentaje faltante. Si no le interesase ganar, apenas presentarse para hacer humo, elegiría a un radical: derrota segura. En fin, el tren, ahora, ya pasó. La Argentina perdió la gran oportunidad de tener a Maradona en la Rosada. ‘Pelusa presidente’ ya no puede ser. Las clínicas de recuperación pudieron más que los comités partidarios y lo secuestraron en épocas de campaña electoral. Pena. ¿Por qué no? Total, el circo será siempre el mismo y, quién dice, en un ‘picadito’ entre los presidentes del G-20 recuperábamos las Malvinas. No lo imagino habilidoso a Boris Johnson...
Nota: Ahora, al terminar este texto, los mensajes recibidos en mis casillas de e-mail y WhatsApp, suman 66, el último lo manda Álvaro, desde París, y apenas replica un título de prensa: “Un Dieu est Mort” (Un dios ha muerto). Así es la vida; lo siento por Saavedra Lamas, Houssay, Lelloir, Milstein...
*Creador de ‘Solo Fútbol’ y ex presidente de Perfil Brasil.