DEPORTES
Anlisis

Por qué a Boca le va tan bien y a River tan mal

Detrás de los muy distintos presentes de uno y otro, existen causas conocidas y no tanto. Sumérjase en este juego de las diferencias.

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| CeDOC

La evidencia está ahí, contundente. Sólo con ver la tabla del último Apertura, los momentos de Boca y River quedan bien claros: uno, campeón; el otro, último. Dos realidades bien disímiles, que ambos han ratificado con creces en cada torneo o amistoso de verano que jugaron en este inicio de 2009, y especialmente en su último enfrentamiento entre sí.

Ahora bien, ¿por qué esto es así? ¿Existen realmente motivos para semejante falta de equivalencias? La respuesta es tajante: . Y tiene que ver con lo que alguna vez alguien denominara "las cuatro patas" sobre las que se sostiene una campaña futbolística:  jugadores, dirigentes, cuerpo técnico e hinchas.

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Salvo en lo que respecta al apoyo que reciben de sus hinchadas, efectivamente, son varias las diferencias que hoy en día muestran en esos ítems los superclásicos rivales. Algunas, notorias. Otras, no tanto, como podrá comprobarse a continuación mediante un análisis que, a su vez, demuestra la íntima relación que tales "patas" tienen entre sí.

Jugadores. Por empezar, Boca tiene mejores futbolistas que River. Uno de los primeros puntos en que habría que reparar para explicar el abismo que separa a un equipo de otro es, justamente, la capacidad técnica de sus integrantes. Mientras los xeneizes cuentan con un Riquelme o un Palacio, entre los de Núñez hay buenos jugadores, pero ninguno de la categoría de esos dos.

Siendo el fútbol un deporte en el que lo psicológico cuenta y mucho, es necesario observar también que, a diferencia de su clásico rival, Boca tiene algunos de los muy pocos jugadores que, por carácter y experiencia, pueden asumir en el fútbol argentino la condición de referentes dentro y fuera de la cancha para sus compañeros más jovenes, como Ibarra, Battaglia o el lesionado Palermo.

Otro punto importante es el muy distinto aporte de figuras que vienen haciendo las inferiores de uno y otro, que permite a Boca contar con un recambio que los de la banda hace tiempo no tienen. Para que esto sea así, no sólo es importante el trabajo que cada club encara en su fútbol amateur, sino también mantener una base que permita a los chicos ir acoplándose de a poco a la Primera como hoy lo hacen en Boca un Roncaglia, un Noir o un Ezequiel Muñoz.

En River, mientras, proyectos tan buenos como el que aún representa Diego Buonanotte se apagan por el constante manoseo que sufren de parte de los técnicos y el rol de "salvadores" que rápidamente deben asumir, en medio de campañas que calan hondo en el ánimo y el porvenir futbolístico de cualquiera. En síntesis: mientras Boca los mecha con los titulares y los sabe esperar, en Núñez los pibes deben madurar de golpe.

Dirigentes. Sin dudas, esa base que Boca mantiene desde varios años a esta parte no es fruto de la casualidad, sino de una clara política dirigencial que comprende la importancia de esa continuidad. Se trata, en definitiva, de vender sin alterar la estructura del equipo. Y también, de saber reforzarse para llenar los vacíos que las ventas generen. En lo posible, con aquellos mismos jugadores que debieron irse del club pero que aún tienen hilo en el carretel para destacarse.

Esa premisa de comprar "poco pero bueno" que los dirigentes de Boca vienen respetando a rajatabla contrasta claramente con lo hecho en River por la gestión de José María Aguilar, sobre cuyas compras y ventas se cierne además la sombra de oscuros acuerdos con empresarios que usan al club como una simple "vidriera" para mostrar -y revender- a sus adquisiciones.

A su vez, ello ha llevado a que la entidad de Núñez no cuente hoy con el "colchón" económico ni el crédito para contratar a jugadores que en otras épocas hubiera conseguido sin problemas, como le ocurre hoy en sus interminables negociaciones.

Cuerpo técnico. En este punto, al igual que en el de los jugadores, la culpa también debe adjudicársele a los dirigentes. Son ellos, al fin y al cabo, quienes deben ser guardianes de esa identidad que no en vano su club tuvo que respetar a lo largo de su historia para lograr algo importante. Y es que, a la larga o a la corta, la falta de esa coherencia se paga muy caro, como ocurrió en River con la clara traición al estilo histórico del club que representó el ciclo de Diego Simeone.

Por supuesto, la culpa fue también del propio Simeone, que nunca se bajó del caballo y siguió insistiendo en su fútbol de vértigo constante aún cuando el derrumbe era total. En definitiva, son los técnicos quienes deben adaptarse a los clubes en que trabajan y a los jugadores con que cuentan, y no viceversa. Pero, ya sea por soberbia o por simple incapacidad, muchos no saben o no pueden hacerlo. Y eso deben tenerlo bien en claro los dirigentes.

Justamente, si alguna virtud ha tenido la dirigencia xeneize desde unos años a esta parte ha sido saber preservar la línea impuesta a sus equipos por Carlos Bianchi, no sólo a través de jugadores impregnados de una mística muy particular sino también de técnicos que supieron explotar ese capital como correspondía. Acaso la única excepción en este sentido haya sido Ricardo La Volpe, quien por algo hizo perder al club lo que era ya su primer tricampeonato de la historia.

En definitiva, tanto Boca como sus técnicos casi siempre tuvieron en claro en los últimos tiempos a qué tipo de fútbol y de jugadores tenían que apostar para continuar por el camino del éxito.  En River, mientras tanto, todavía parecen estar averiguándolo. Y por eso, fundamentalmente, les va como les va a uno y otro.

(*) redactor de Perfil.com