Gustavo Bou es el nuevo dueño del tiempo. Un hombre que elige siempre el ritmo exacto. Bou atravesó un túnel. Aquel jugador apático, irresoluto, atolondrado, que tropezaba con su torpeza, es sabio. Ahora es sabio, una cualidad más importante que la de goleador. Sus conquistas son consecuencia de esa capacidad para acertar cuándo y cómo.
Era el partido del silencio. Un empate cantado al que Racing se resistía con cuatro delanteros. Gimnasia se mostraba no muy dispuesto a arriesgar el punto.
Hasta que la pelota le cayó a Bou. El relojero nunca se apura, aun cuando a Racing le quedaban apenas cuatro minutos para quedar con vida en un campeonato que parece imposible para cualquiera que no sea River.
Entonces, el hombre que renació en Racing enganchó y se movió sin apuro. La velocidad la imprimió al pensar los movimientos. Cuando la mente acelera, el cuerpo cuenta con tiempo para ejecutar. Bou es un asesino serial; frío, calculador, estratega. Y lo más importante: no duda. Bou no duda. Caminó por el área y esperó a Hauche, el rápido que juega a mil kilómetros por hora.
Bou, que ahora parece saberlo todo, le aguantó la marcha y le jugó la pelota en el momento indicado. A la carrera, Hauche abrió el pie derecho y puso la pelota casi en un ángulo. Racing vive. Bou lo volvió a hacer.
Partido al medio. Pasar del bostezo al entretenimiento equivale a decir que terminó el primer tiempo y empezó el segundo. De entrada, nada. Después, el partido se encendió a partir de una chispa: un cabezazo de Lollo que Monetti desvió con un vuelo impecable. Racing tuvo su rato de furia y arrinconó a Gimnasia.
Hasta que el Lobo reaccionó y el Bosque fue una autopista. El ida y vuelta puso el partido en estado de emoción violenta. Cabral llegó a un cruce providencial para salvar lo que ya era gol de Alvaro Fernández.
Cocca respondió con audacia. La planilla final de Racing quedó completa con cuatro delanteros; a la dupla titular se sumaron Castillón y Hauche. Pura velocidad.
Y pausa. La pausa de Bou para equilibrar a un equipo al borde de un ataque de nervios. Hasta Milito erró dos goles, después de que Racing consiguió la ventaja en aquella jugada que inició Bou. El que le ganó al tiempo.