La selección polaca está lista para no repetir en la Eurocopa la historia reciente que escribió amargamente en los dos últimos Mundiales, a los que llegó con el halo de equipo de temer y se fue con la cola entre las piernas.
Abrumados por los errores, aquellos planteles destrozaron la ilusión de una hinchada fiel y con enormes deseos de repetir de una vez la leyenda escrita por los Lato, Deyna, Boniek y Tomaszewski entre los setenta y los tempranos ochenta.
"Probablemente, los jugadores no estaban del todo enfocados. Sé que podemos mejorar ese aspecto", analizó Leo Beenhakker, que asumió el cargo de seleccionador tras la debacle de 2006.
El éxito del holandés fue tal que la etapa clasificatoria volvió a ser arrolladora, como en las dos citas mundialistas anteriores. Ganó su grupo pese a la presencia de Portugal y consiguió para el país el primer pasaje a una Eurocopa de su curriculum.
Sin embargo, algunos resultados negativos en la recta final de la preparación encendieron la luz de alarma. El mensaje del técnico, sobreviviente de mil batallas, intentó calmar la impaciencia polaca: "No hay razones para perder la fe".
El pasado inmediato pesa en el entorno y donde antes había confianza desbordante ahora hay cierta decepción anticipada. Por eso, no sólo desde el banquillo se intenta levantar el ánimo general. "Todavía tenemos tiempo de mejorar", dijo el goleador, Radoslaw Matusiak.
La baza para este equipo es que ya supo levantarse en este mismo periodo. La fase previa comenzó con una derrota por 3-1 frente a Finlandia, lo que acentuó la desazón popular.
A partir de ahí, el sentido de la calma y la flexibilidad táctica que supo transmitir Beenhakker transformaron los peores augurios en esperanza.
Para ello, fue vital la merecida victoria conseguida contra Portugal en 2006, que desterró los fantasmas que aullaban el axioma de que Polonia podía superar a los nombres pequeños, pero que se empequeñecía ante los de entidad.
Una de las claves de la buena progresión polaca fue la capacidad del técnico para descubrir talentos en la Liga local. Pawel Golanski, del Korona Kielce pero ahora en el Steaua Bucarest, debutó en el inicio del ciclo y fue transformándose en un pilar defensivo, hasta el punto de haber logrado secar a Cristiano Ronaldo.
Matusiak y el zaguero Marcin Wasiliewski lograron dar el salto al Palermo y al Anderlecht, respectivamente, gracias a sus buenos trabajos defendiendo la camiseta nacional. Jakub Blaszczykowski, extremo de 21 años, impresionó lo suficiente para asegurarse jugar en el Borussia Dortmund desde julio.
Como valor importante hay que sumar a "Ebi" Smolarek, autor de nueve goles para mantener vivo el recuerdo de su ilustre padre, Wlodzimierz, protagonista del tercer puesto conseguido en España '82.
Independientemente de los nombres, el rasgo que sostiene al equipo es la confianza en sí mismo que ha logrado y el espíritu colectivo que consiguió imprimir Beenhakker.
"Polonia puede esperar grandes cosas de estos jugadores", afirma el holandés. La afición quiere creerle, pero ya se quemó con leche dos veces.