No había demasiado lugar para las sorpresas. El vigente campeón recibía a un equipo descendido que apenas había ganado tres partidos en el torneo. El 3 a 0, entonces, fue previsible. Pero más que el resultado, lo que sirvió fue el cómo: los dos goles y la ovación al ídolo Diego Milito, que quizás lo ayuden para entusiasmarse y quedarse seis meses más; un emotivo reconocimiento al técnico Diego Cocca, que en la semana había anunciado que no renovará su contrato; el regreso de Discoteca Núñez tras su lesión en la rodilla; y el debut de una promesa como la que representa el bahiense Lautaro Martínez. Todo eso hizo que la noche en el Cilindro fuera mágica.
A pesar de las enormes diferencias entre uno y otro, Racing tuvo que esperar casi todo el primer tiempo para romper el cero. Había acumulado muchas situaciones –sobre todo a través de Pavone y de Romero– pero recién pudo conseguirlo sobre el final, a los 45 minutos, cuando Milito empujó la pelota a la red luego de un córner y el posterior cabezazo de Grimi.
Aliviado por la ventaja, Racing salió a la segunda parte mucho más suelto: Romero diseñaba los ataques desde el medio, los laterales avanzaban y Milito y Pavone seguían siendo la referencia ineludible para todos los que superaban la mitad de cancha. Ayudó, claro está, el segundo tanto a los dos minutos: un centro y una serie de rebotes que terminaron en el gol más feo de la fecha. Lo hizo Grimi, que hasta le pegó a su compañero Pavone y probablemente al arquero Ramírez. El técnico de los misioneros, Sebastián Rambert, ya abatido por el sólo hecho de mirar la tabla, se fastidió por la infracción no sancionada.
Después, sólo quedó el otro gol de Milito, que decoró el resultado luego de un pase exquisito de Romero, la figura del partido. El segundo puesto y la clasificación directa a la Libertadores, a esa altura, estaba un poquito más cerca.