"Tendría que haber tenido un poco más de coraje", admitió Gabriela Sabatini una década después de aquel 24 de octubre de 1996, cuando anunció su retiro en Nueva York. Campeona del Abierto de Estados Unidos en 1990, dos veces ganadora del Masters (1988 y 1994), ganadora de 27 torneos y ex número tres del mundo, la argentina dijo adiós prematuramente, con sólo 26 años.
-¿Recuerda el momento en el que el tenis comenzó a pesarle?
-Es difícil decirlo, porque no sé si hubo un momento. En el 93 ya venía con varias dudas, cambié de entrenador varias veces ese año, no podía encontrar una persona para que me entrenara. Era un año sin decisiones. Tuve el partido famoso con Mary Joe Fernández. Creo que fue aumentando la sensación de querer dejar de jugar. Comencé a sentir cada vez más la necesidad de tener una vida más tranquila. Me levantaba a la mañana y el sólo hecho de pensar que tenía que entrenar era un peso muy grande. Yo estaba en ese momento con Juan Núñez, y te digo que no la debe haber pasado muy bien, porque tenía que exigirme, hablarme y decirme cosas para que yo entrenara.
-En Sydney, en enero de 1995, gana jugando un tenis perfecto para perder a la semana siguiente en el debut en el Abierto de Australia.
-Creo que ahí es donde ya había empezado a preguntarme si era eso lo que quería hacer. Los cuestionamientos ya comenzaron entonces.
-¿Ese partido la movió a decir basta?
-No fue por el partido en sí, pero ya venía pensando en hacer otras cosas, yo ya no tenía la misma motivación de antes. Ya venía de hacía tiempo, quizás ya desde el año anterior. En mi mente ya estaba pensándolo, meditándolo. Empecé a trabajar el año anterior con un psicólogo para ver qué era lo que estaba pasando por mi cabeza. Eran todos signos de que algo estaba pasando, por eso comencé a trabajar con esa persona para averiguar bien si seguía por ese rumbo o cambiaba. Y lo decidí en el US Open, aunque no tenía que ver con que me fuera mal en la cancha, sino con lo que pasaba dentro mío
-Y aquel partido con Capriati, ¿entró a jugarlo pensando que era el último?
-Ya después del US Open en los pocos torneos que jugué ya mi mente estaba en otra cosa. Podría no haber jugado esos torneos porque no estaba ahí, no estaba jugando. Ya estaba pensando en que había tomado una decisión, en que empezaba una nueva vida para mí. Me alegró que fuera con Capriati el último partido, alguien con la que tuve grandes partidos, una rival y a la vez una amiga.
-Cuando terminó el partido, ¿miró la cancha y dijo, ya está, se acabó? ¿Se despidió?
-Fue muy rara la sensación, algunas personas de la WTA lo sabían, muy poquitas. Se acercaron, sacaron fotos... Una no toma conciencia de que es el último partido, de que es el final de toda una carrera. En mi cabeza venía pensando que necesitaba tener una vida más tranquila, más normal. Apenas pensé en que era el último, en caliente no fui consciente en el momento de lo que significaba.
-Ninguna de sus compañeras de circuito de entonces habla mal de Sabatini. Por el contrario, todas hablan bien
-Es muy lindo escuchar eso, que tus compañeras de entonces hablen bien de vos es lo más lindo que te puede pasar. Eso es lo más importante, porque apunta a la persona, y al final del día eso es lo que queda. Me hace muy feliz
-Pero diez años después se ve más fácil, o más claro...
-Seguro, son cosas que en ese entonces quizás mi mente no las tenía...
-¿Se siente la no-número uno más injusta de la historia del tenis femenino?
-No lo pienso de esa manera, tampoco me voy a agarrar de eso por los números. Pienso que le gané a todas las que estaban arriba mío y... Bueno, estuve muy cerca de serlo, pero no puedo ahora recriminarme eso. No puedo decir "qué mal que no fui la número uno".
-¿Algo en especial para celebrar los 10 años?
-Mis festejos hoy ya no pasan tanto por el tenis, aunque este fue un año espectacular por haber entrado al “Hall de la Fama“. Por eso sí festejé, muchísimo. Cada vez que pienso lo disfruto, era algo con lo que soñaba, soñaba con estar ahí. El momento fue inolvidable, la ceremonia fue muy linda. Y lo sigo disfrutando.