DEPORTES
DESIGUALDAD DE GNEROS

Se multiplican los casos de deportistas que son discriminadas por su condición de mujer

El panorama se repite en diferentes puntos del país y en varias disciplinas: muchas mujeres que abrazan el deporte como práctica encuentran vallas que nadie les pone a los hombres. Federaciones, clubes y hasta la misma sociedad avalan o toleran esta segregación. Mientras el Senado aprobó la igualdad de condiciones para ellas y el Inadi lanzó un programa antidiscriminatorio en el ámbito deportivo, PERFIL muestra cuatro historias de lucha, decisión, frustración y, también, de esperanza.

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ELVIRA BELLA, VIRGINIA JUSTO, ANA BARGAS Y MNICA LISBOA. Nos las dejan competir, no las premian ni las dan recursos. Todas se destacan, pero igual las discriminan. | Cedoc
VIRGINIA JUSTO, AJEDRECISTA

“Hasta mi papá me decía que esto no era para chicas”
En su infancia, Virginia Justo observaba cómo su papá le enseñaba ajedrez a su hermano. Aunque ella insistía por ser incluida en las lecciones, su padre no la dejaba y le repetía: “Esto es para varones, no para nenas”. Sin embargo ganó por cansancio y logró su objetivo. Tiempo después, cuando se convirtió en campeona argentina, su padre se convertiría en su aliado incondicional. Pero allí, ella seguiría insistiendo por un lugar en un ambiente masculino.

Virginia empezó a jugar a los 10 años, y logró ser campeona argentina por cuatro años consecutivos. Participó en cinco olimpíadas de las que trajo una medalla de plata y fue campeona sudamericana. Cuando formó familia y tuvo a sus dos hijos, decidió parar de competir y dedicar su tiempo a su profesión como psicóloga especializada en el deporte. Hace cinco años que volvió al ruedo.
Uno de los primeros problemas que recuerda se dio en un viaje: “La Federación Argentina de Ajedrez (FADA) le dio al equipo femenino mucho menos para viáticos que al masculino. La excusa fue que nosotras teníamos un nivel de juego mucho más bajo, pero no tenían en cuenta que teníamos el mismo derecho a comer y a viajar en colectivo”, se queja Virginia.

A Marcelo Vallejos, capitán de ajedrez del Club San Fernando, el tema no lo sorprende: “En las Olimpíadas de Turquía del año 2000, los viáticos eran de 100 dólares para las mujeres y 500 para los varones”. Además, señala otro inconveniente: “La Federación suprimió los campeonatos femeninos, algo que existe en todo el mundo. Esto afecta a las mujeres, por ejemplo, para conseguir sponsors”.
Para Vallejos, esto atenta contra el ajedrez femenino, ya de por sí en franca minoría: “La mujer está relegada en este ambiente, desde el principio no es el mismo apoyo familiar, es mentira que hay igualdad de posibilidades. También es mentira que el nivel de juego de ellas sea malo, ése es un argumento cínico porque ellas duplican en cantidad de medallas en los campeonatos internacionales. Esta decisión lo único que va a hacer es que siga decayendo la participación femenina y que se elimine”.

Virginia acuerda con esto. “Es distinto para mujeres que para hombres. Los campeonatos tienen horarios nocturnos y siempre fue un ámbito muy masculino; si no hay alguien que te apoye de chica, es muy difícil seguir jugando. Yo creo que para fomentar el ajedrez femenino no habría que sacar los torneos separados".
La lista continúa: “Nunca se nos consultó si queríamos llevar a los torneos un capitán hombre o mujer y tampoco veo que estemos representadas en la Federación Argentina”. Virginia sabe que falta mucho camino por recorrer, pero ella decidió hacerlo con su tablero y sus fichas a cuestas.

ELVIRA BELLA, TIRADORA

“Les ganaba a los varones y por eso no me dejaban competir”
Desde el día que Elvira Bella empuñó el fusil, su carrera en el tiro deportivo fue en ascenso irreversible. En pocos años trepó en el ranking nacional y ganó premios que, hasta su llegada al mundo de las armas, habían estado reservados para los varones. El año 1996 marcó un hito en su historia cuando logró el mejor puntaje en el Campeonato Nacional de Grueso Calibre. Sin embargo, las palabras del juez de cómputos suspendieron todo: “No puede ser campeona porque es mujer”. Desde ese momento, Bella no paró y diez años después sabe que logró un cambio. Hoy dirige una asociación contra la discriminación.

El tiro llegó a su vida luego de que enviudó, y su hija y su yerno la llevaron al Club de Tiro de El Palomar como una forma de distracción. Aunque sus comienzos no fueron los mejores, lejos estaba de la frustración: “Al principio estuve con la pistola, se me iban los tiros para todos lados, hacía papa todo el tiempo. Pero un día trajeron unos fusiles de rezago militar y me impactaron. Me compré uno, lo adoraba, y ahí me fui entusiasmando”.

Cada torneo iba ascendiendo en la lista y llegó a estar primera en el ranking por tres años seguidos. Hasta que en el Nacional de 1996, cuando ya estaba festejando entre sus pares el triunfo, vino el primer “no”. Fue así como todos los varones subieron automáticamente un puesto, y Elvira se llevó el inventado galardón de “dama mejor clasificada”. “Yo era la única mujer que tiraba con fusil, o sea que aunque hubiese sido última, era un premio que igual me iban a tener que dar”, rememora.

A partir de allí empezó una tediosa pelea judicial. “Dijeron que un campeonato de fusil no lo puede ganar una mujer. Lo más triste es que lo sostuvieron en el tiempo”, explica. En 1997 los conflictos se agudizaron. No quisieron anotarla en el torneo, y tuvo que mediar un pedido de la Justicia. Aunque salió segunda, no la llamaron a recibir su medalla en el podio. La excusa era insólita: “Dijeron que el juez ordenó que tirara, pero no que me premiaran”.

Hoy, Bella ya no usa más el rifle: fueron demasiadas las presiones y las miradas esquivas que recibió. Pero siente que ganó otra pelea cuando obtuvo en 1998 el dictamen favorable en un juicio contra discriminación por género. Logró cambiar los reglamentos y sentar un importante precedente en la materia.

“El tiro es un gran amor de mi vida, salí campeona nacional con 52 años. Ahora cuando voy al Cenard y escucho los tiros, me doy cuenta de lo que me afectó. Es como que escuchás hablar de alguien a quien querés mucho y hace mucho que no lo ves. Me agarra un poco de congoja. Los demás ni se dan cuenta de los tiros, pero yo los siento adentro del pecho.”

MÓNICA LISBOA, PESCADORA

“Me condicionan por mi sexo”
Mónica Lisboa no podía creer lo que estaba pasando y que esas palabras estuvieran dirigidas a ella. Cuando las autoridades del Club de Pescadores de Olivos le negaron la posibilidad de competir en algunas pruebas específicas, pensó que se trataba de un error. Pero no. Ciertas actividades estaban destinadas sólo a los pescadores hombres.

Mónica Lisboa pesca desde hace 15 años y no recuerda ningún obstáculo anterior. Representó a su club en el área metropolitana y compitió en tres sudamericanos. “En 2003 me dijeron que yo era una dama y que hace 64 años el club no les permitía a las damas participar en ciertas pruebas” recuerda, con tristeza, Mónica. La lista de lo prohibido es larga: “No puedo ir a una laguna a hacer pesca embarcada; por ejemplo, no puedo pescar un pejerrey así (y si fuera hombre, sí), tampoco puedo pescar en la costa del mar en un torneo. La discriminación es de mi club y del área metropolitana”.

Ese fue el inicio de una batalla y su percepción cambió cuando tomó conciencia de que los socios y socias estaban de acuerdo con la normativa: “El problema era mucho más grande que no sacar unos bagres, era una condición de vida en la que yo vivía. Como amenazaron con echarme, contraté un abogado. En el mismo tiempo reemplazaron a una nena ya clasificada para un torneo por un varón no clasificado, porque le explicaron que ninguna mujer pesca más que un hombre”.

El año pasado presentó una denuncia en la Justicia: “Si las mujeres no quieren participar de esos torneos, que no participen. Pero yo sí quiero. No acepto que haya una diferencia y que mi sexo me condicione para algo. Y no acepto que hagan algo que a las nenas les quede como precedente”.

A estos problemas se les suma la discriminación cotidiana: “Nadie me habla, y escucho en los torneos a las mujeres hablar a mis espaldas. Un socio dijo que iba a ponerme una nueve milímetros en la cabeza. Les preocupa la sanción económica al club, pero yo no pido indemnización, sólo pido que me dejen participar en los torneos”.

Otro de los puntos que le llaman la atención es el prejuicio arraigado no sólo en hombres, sino en mujeres: “Ellas no sólo aceptan la prohibiciones sino que colaboran. Una mujer trabajó en los cambios de reglamentos”.

Mónica eligió la pesca cuando tenía 25 años: “Yo hacía atletismo y cuando el cuerpo no me dio más, vi que en este ambiente podía tener la misma mentalidad de superarme y mejorar mi performance. La mayoría de las mujeres de mi edad van al gimnasio para adelgazar, pero no practican deportes. Mi idea es luchar para no abandonar la pesca”.

ana bargas, atleta

“A los demás les decían que una chica no les podía ganar”
Ana Bargas, a pesar de tener sólo 13 años, tiene un largo currículum deportivo. Por ejemplo , es campeona argentina infanto-juvenil en el Triatlón Internacional de la Paz, y logró estar primera tanto en natación como en ciclismo y pedestrismo. En Concordia, su pueblo, todos la conocen como “la perlita entrerriana”. El año pasado ella y su familia esperaban ansiosos la entrega anual del clásico premio San Antonio de Padua. Todo les hacía pensar que Ana iba a obtener el galardón que, según una ordenanza municipal, se otorga a deportistas destacados entre 11 y 22 años. Pero eso no pasó.

Ganó todas las competencias en la provincia, por eso le deberían haber dado la distinción al mérito y a la especialidad pero, a pesar de la ley, no le dieron ninguno de los dos”, se queja Cecilio Bargas, su padre. Después de pedirles explicaciones a los organizadores y al intendente municipal y no recibir ninguna respuesta, acercó su denuncia por discriminación de género al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). “Ella les ganó a todos los varones, pero ellos recibieron el premio”, agrega.
Su hija nada desde que tiene 4 años y sueña con ser profesora de Educación Física y Kinesiología Deportiva. Hoy, dedica todo su tiempo libre a entrenar en las tres disciplinas, y a eso le suma una alimentación especial. “Sus profesores creen que si Anita sigue así, va a tener nivel mundial a los 19 años. Pero con esta falta de apoyo, vamos a tener que irnos del país”, pronostica su padre.

Cecilio cree que los problemas empezaron hace tres años, cuando su hija comenzó a destacarse y sacarles ventaja a los varones. También recuerda indignado cuando en un torneo de natación el organizador arengaba a los chicos a viva voz: “¡Vamos! ¿¡Cómo puede ser que les gane una chica!?”.

Los premios no fueron el único signo de alerta para la familia. Cecilio recuerda una extraña medida. En el Triatlón de Federación, se organizó el orden de largada por género: primero los varones, después las chicas. “Eso les generó como 30 segundos de desventaja; y después, como muchos no eran muy buenos nadadores, a ella le costaba encontrar el hueco para pasar.”
Su padre está decidido a dar batalla: “Es el segundo año que pasa lo de los premios. Ella tenía mucha ilusión de ser la ganadora y todos pensaban que eran para ella. Cuando no se lo dieron, no quería entrenar porque pensaba que la iban a estafar otra vez. Por eso decidí hacer la denuncia, para eso estamos en democracia”.