Una evidente mano de Ariel Ortega, que la terna arbitral ignoró, le otorgó a River Plate una agónica e injusta victoria, por 1-0, ante un digno Quilmes y desató un bochornoso final.
Con este polémico triunfo, el equipo que conduce Daniel Passarrella quedó como único escolta, a un punto del líder del torneo Clausura, San Lorenzo de Almagro.
Lo concreto es que el futbolista jujeño se convirtió en el héroe de la tarde, al consumar un regreso con gloria tras sobreponerse a un delicado problema personal. Consciente de que su rival arrastra un trajín importante y mientras más lo exigiera mayores posibilidades tendría, Quilmes salió a jugarle de igual a River.
El millonario, en tanto, se mostró sorprendido por la audaz postura de su a priori endeble adversario y dejó una muy pobre imagen en la etapa inicial. De tan intrascendente y tedioso, lo de River por momentos exasperó a su entrenador, Daniel Passarella, quien más de una vez salió raudamente del banco para hacerle fuertes recriminaciones a sus dirigidos.
Ya se había tenido que revolcar Juan Pablo Carrizo, cuando River generó una situación de mínimo riesgo. Leonardo Ponzio acertó en un pase largo a Mauro Rosales, cuyo centro fue conectado por Ernesto Farías, aunque la pelota salió por encima del travesaño.
Era superior Quilmes, que con el ímpetu y las ganas como mayor argumento, se las ingeniaba para mantener el balón lejos de su arco y cada tanto amagaba con algo más. A los 41 minutos, aceleró Raúl Saavedra y habilitó al movedizo Gustavo Ibañez, que sacó un remate a colocar pero desviado.
El cervecero controlaba la mitad de la cancha gracias a la entrega de Jorge Medina, aunque le faltaba profundidad.
Sin embargo, las individualidades de River imponen respeto bajo cualquier circunstancia. En otra lucida intervención, Ponzio, el mejor de su equipo, puso de cara al gol a Rubens Sambueza, quien perdió el duelo con el arquero Damián Grosso. El reto de Passarella en el vestuario logró cambiar la postura del equipo, que salió a disputar el segundo parcial con otra actitud. A su vez, Quilmes pareció acusar el cansancio por el esfuerzo realizado en los 45 minutos iniciales y no pudo conservar aquel dominio.
Los minutos pasaban y River, si bien controlaba la pelota, no conseguía arrinconar a su agazapado adversario. En media hora, Grosso apenas debió esmerarse para desviar un potente remate de Ponzio y para ganarle un mano a mano a Farías. De la persistente búsqueda de River surgieron espacios que el dueño de casa trató de aprovechar, en un final de ida y vuelta y mucho suspenso.
Una de esas réplicas culminó con Ibañez frente a Carrizo, que adivinó la intención del delantero y atrapó el balón. De inmediato y siempre a través del contragolpe, se lo perdió Enzo Kalinsky.
El resultado estaba abierto y el gol al caer, para uno u otro lado. Y se le dio a River, aunque en una jugada viciada de nulidad.
Fuente: DyN