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Todo pasa, pero allá abajo

Ya cayeron casi todos los que lo rodeaban. Si hoy viviera, el ex presidente de la AFA estaría preso, un cuadro impensado unos años atrás.

Ya cayeron casi todos los que lo rodeaban. Si hoy viviera, el ex presidente de la AFA estaria preso, un cuadro impensado unos años atras.
| Cedoc

Las balas de la Justicia estarían rozándolo. En las puertas de la AFA, en la estación de servicio de Sarandí en la que recibía gente o en sus departamentos de Puerto Madero. Incluso, esas balas ya podrían haber atravesado la coraza judicial de la que históricamente gozó. Julio Grondona, si aún estuviera con vida, sería uno de los tantos dirigentes de la FIFA implicado en la megacausa por corrupción en el fútbol.
Lo que se presagiaba desde mayo, cuando en el lujoso hotel suizo Baur au Lac comenzó la redada a directivos y empresarios vinculados con los negocios de la FIFA, se volvió tangible en estos días con la publicación de documentos del Departamento de Justicia de Estados Unidos, en los que, sin nombrarlo, se deja en claro que el “co-conspirador #1” es el ex presidente de nuestro fútbol. “Fue un dirigente de alto rango en la FIFA, la Conmebol y la AFA”, define la investigación. Y agrega: “Como pasó con el acusado Jack Warner, los acusados Nicolás Leoz y Ricardo Teixeira, junto con el Co-Conspirador #1, utilizaron su poder e influencia para enriquecerse ilegalmente”.
Si bien no se lo mencionó de modo explícito, algo habitual en las investigaciones judiciales de los Estados Unidos, la información contemplada fue más que evidente para que en el grondonismo advirtieran que, de estar vivo, Don Julio estaría en serios problemas.  

Todos los que lo rodeaban en Argentina y el mundo van cayendo. La semana pasada fue, quizás, el golpe de gracia, cuando desde Estados Unidos se emitió el pedido de extradición y captura internacional a José Luis Meiszner y Eduardo Deluca, dos de los históricos laderos de Grondona.
Paradojas del destino, el pedido de captura se ordenó el mismo día en que la AFA realizaba sus fallidas elecciones en el predio de Ezeiza, bautizado Julio Humberto Grondona luego de su fallecimiento, el año pasado. En esas horas turbulentas, hasta se deslizó que la orden de detención se extendería hasta Luis Segura.

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Meiszner se entregó seis días más tarde, acompañado por su abogado Omar Daer y su hijo Andrés, vicepresidente del club Quilmes. El juez federal Luis Armella le concedió la prisión domiciliaria luego de que el acusado describiera sus problemas de salud. Lo mismo sucedió con Deluca, que se entregó en los tribunales de Comodoro Py. El juez Daniel Rafecas rechazó el pedido de excarcelación, pero accedió a concederle la prisión domiciliaria. Los dos fueron secretarios generales de la Conmebol y los dos están acusados de lo mismo –presuntos sobornos y lavado de dinero en la adjudicación de derechos televisivos– en la causa que motoriza la fiscal general Loretta Lynch, la mujer más temida por los tecnócratas de la pelota.
Para que Meiszner y Deluca cayeran en la telaraña de Lynch fue clave la declaratoria de Alejandro Burzaco, el ex CEO de TyC que quedó bajo prisión domiciliaria tras pagar una fianza de 20 millones de dólares. Burzaco, otro de los socios de Grondona, vive en estos días en un departamento de Nueva York con tobillera electrónica: debe avisarle al FBI hasta para ir a comprar el pan.

Como pasó con Meiszner y Deluca, el paraguayo Nicolás Leoz y el uruguayo Eugenio Figueredo también recibieron el pedido de extradición de Estados Unidos. Los dos, hombres de poder en la Conmebol, siempre fueron del riñón de Grondona, por generación y por afinidad.
La lista de los aliados que son mencionados recurrentemente en las fojas de la investigación estadounidense es numerosa. Dentro de la Conmebol, el organismo que Grondona ayudó a fortificar en el escenario internacional, figuran el recientemente detenido Juan Angel Napout y los brasileños Teixeira, José María Marin y Marco Polo Del Nero. Hasta los socios más encumbrados, como el suizo Joseph Blatter y el francés Michel Platini, sufrieron el revés de la Justicia y hasta de la propia FIFA, que los suspendió en la antesala de sus elecciones. Pero Grondona, involucrado en cada uno de los turbios negocios que investiga la Justicia de Estados Unidos, no cayó: el cielo, esta vez, lo salvó de la sentencia.