El mensaje fue mutando durante todo el viernes. Lo que por la mañana fue un golpe, a la noche se había convertido en una molestia. Esa sensación unió a Boca, River y a los ministerios de Seguridad de Nación y de la Ciudad. En ninguno de esos espacios sabían que el presidente Mauricio Macri iba a soñar con algo que ningún funcionario se animaba ni siquiera a insinuar, con algo que no sucede desde hace cinco años y que un día antes, en el clásico rosarino entre Central y Newell’s por la Copa Argentina, había dejado una de las postales más tristes desde que se aplica la normativa.
Pero Macri, según contó ayer temprano, tuvo una suerte de revelación matinal. “Me levanté y dije ‘vamos a hacer que esta final tenga el condimento del fútbol argentino’”. A partir de esa frase, el tema del día, los discursos y los ánimos cambiaron por completo: un ejemplo fue el del ministro de Justicia y Seguridad porteño, Martín Ocampo, que a las 8.30 había asegurado, en el canal América, que no estaban dadas las condiciones para que haya público de los dos clubes, y a las 11 dio la primera precisión: “Habrá cuatro mil visitantes”. Ocampo, que desde hace años eligió blindar la posibilidad de que haya dos parcialidades en los estadios porteños, tuvo que modificar su postura porque la orden venía de muy arriba. “El Presidente nos planteó la importancia de este espectáculo a nivel internacional; nosotros planteamos nuestra preocupación que tiene que ver con no descuidar la seguridad de los vecinos y los barrios de la Ciudad. El Gobierno nacional ofreció colaboración para la organización y a partir de eso yo me junté con Patricia Bullrich para trabajar la posibilidad de organizar este partido con dos públicos”, explicó Ocampo. La escena ya estaba diseñada. Ahora había que darle forma y contenido. Lo más difícil en días de información, marketing político, fake news –como el de una supuesta suspensión de la Superliga por tres semanas– y otras cuestiones.
De La Boca a Núñez. “Vimos a Rosario Central y Newell’s en cancha de Arsenal sin público; que se pueda tener visitantes en un River-Boca es algo que nos sorprende”, dijo ayer el presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, en radio Continental. D’Onofrio, que oscila su simpatía con Cambiemos, recordó lo sucedido con Lanús el año pasado –ambos clubes habían acordado que hubiera visitantes y la Seguridad porteña derribó esa posibilidad– y satirizó sobre la actualidad: “Sería bueno que nos cuenten qué pasó para que las cosas cambien”. En Boca, el club que Macri presidió durante 12 años y el que utilizó como plataforma para lanzarse a la arena política, también estaban sorprendidos con el anuncio presidencial.
“Sabemos que es tomar un riesgo impensado, pero en definitiva el riesgo excede por mucho a los clubes. Ahora lo que tenemos que hacer es apoyar la decisión presidencial”, le dijo un importante dirigente xeneize a PERFIL.
A la tarde, en Boca tenían un consuelo: no tenían que organizar el partido de vuelta, el que definirá al campeón de la Copa y el que será, por supuesto, el más sensible. También advertían una desventaja: la Bombonera tiene una capacidad menor que el Monumental. Entre los cuatro mil hinchas de River y el pulmón que por seguridad tendrían que generar, estimaban que perderían el 10% de la capacidad del estadio (alrededor de cinco mil tickets).
Ni Boca ni River quieren que vayan los visitantes. Saben que es un riesgo incómodo y que pueden quedar en el centro de un problema que se verá en todo el mundo. De hecho, el mismo Macri, ya a la noche, matizó su sueño en Fox Sports: “Les ofrecimos las condiciones para jugar con visitantes. Después es una decisión de los clubes, ellos dirán lo que les parece más conveniente. No es una imposición”, aseguró el Presidente. En la otra punta del día, lejos de la revelación de la mañana, el mismo Macri les pasaba la pelota a Angelici y D’Onofrio. Los dos, más allá de sus diferencias históricas, prefieren pasar la oportunidad para otra ocasión.