DEPORTES
nueva era

Una superliga llena de parches

El control de gastos que pretende la conduccion del nuevo torneo contrasta con la economía rudimentaria de muchos clubes. Historias insólitas de como tapan agujeros.

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Para la tribuna. “Hay muchos anuncios pero ninguna medida de fondo”, remarca Marchi en alusión al inicio de la Superliga. | cedoc

El viejito, un próspero empresario de Rosario que estaba de vacaciones en Mar del Plata, llegó hasta el bar del hotel con un deseo: ayudar a su club. Se sentó a la mesa del presidente Eduardo Bermúdez, escuchó el pedido casi desesperado del dirigente y concedió. Unos minutos después, llamó a su hijo para que girara un dinero desde Rosario. Con esa transferencia –un préstamo que tenía como único comprobante algunos números sobre una servilleta–, Newell’s le pagó un mes entero a su plantel profesional y desactivó un conflicto: sus jugadores habían iniciado un paro por la deuda que el club mantenía con ellos. En ese momento, el equipo era el líder del fútbol argentino. Y el viejito, que había perdido varios millones en un rato, al menos cumplió un sueño: cenó junto a sus ídolos y se sacó fotos con cada uno.  

Seis meses más tarde, la situación del club rosarino no cambió casi nada. Se desprendió de los contratos más altos –Nacho Scocco, Maxi Rodríguez, Sebastián Domínguez, Mauro Formica– pero su tesorería sigue llena de agujeros: tiene una deuda con sus futbolistas de más de 20 millones de pesos. Algo que es doblemente grave si se tiene en cuenta que está gobernado bajo un fideicomiso de administración con control judicial. “Le debe plata a todo el mundo”, dijo a principio de semana Sergio Marchi, el secretario general de Futbolistas Argentinos Agremiados.

Unas horas más tarde de esa declaración, lejos de los garabatos numéricos en servilletas y las economías atadas con alambre, la Superliga fue presentada con toda la pompa en el Hotel Hilton. El evento marcó el inicio de una nueva era: la del regreso de la tevé paga y el intento –al menos en lo discursivo– de emprolijar las finanzas de los clubes. “Queremos que el torneo argentino pueda verse en todo el mundo, pero que también haya un control de los gastos”, remarcó el presidente de la Superliga, Mariano Elizondo, en el hotel de Puerto Madero, ante la mirada de muchos dirigentes que no están acostumbrados a que los controlen.

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“Más que Superliga, todo esto es un superpancho”, dicen en el sindicato, enojados por tener que estar todos los días “persiguiendo” a los presidentes para que se pongan al día con los futbolistas. El encuentro en AFA del jueves, entre Claudio “Chiqui” Tapia, Elizondo y Marchi, fue justamente para avanzar en ese aspecto. “La reunión fue buena. Pero sigo disgustado: porque hay muchos anuncios pero ninguna medida de fondo”, le remarca Marchi a PERFIL. El nuevo torneo es por ahora una fachada. Una casa que se muestra pintada pero que esconde humedad de cimientos.

En el afán por tapar agujeros, los dirigentes negocian cuestiones insólitas: una empresa de ropa deportiva, por ejemplo, intentó aterrizar como la marca oficial de una institución pagándole la deuda entera al plantel. Una triangulación: los jugadores, empleados del club, iban a cobrar por un tercero que quería aprovecharse del escenario para cerrar un negocio.  

Arsenal, el club de la familia Grondona, tiene que resolver en estas semanas algunos reclamos insólitos. Uno de ellos es del representante Cristian Bragarnik, que gerenció el fútbol profesional hasta hace poco, y mandó una carta documento a Sarandí para exigir que el club salde su deuda con él. En el abanico de prestaciones hay desde cuestiones lógicas, como la representación de futbolistas y asesoramiento deportivo, hasta rarezas, como el sembrado del césped y el alquiler de volquetes. Para Bragarnik, el reclamo “está solucionado”. Para el vice Miguel Angel Silva, “cerca de solucionarse”.

Un dirigente recuerda que, en 2010, la auditoría de KPMG sobre la gestión de José María Aguilar en River descubrió manejos similares a los que todavía existen hoy: desde jugadores vendidos a cambio de tarros de pintura hasta el alquiler de una máquina para mantener el césped del Monumental a un precio sideral. Todo esto, dice ese dirigente, es parte del legado de Grondona: sacarse los problemas de encima atándolos con alambre. Como el préstamo de ese viejito a Newell’s: un respirador artificial para salir de un ahogo al que se vuelve cada mes.