Todo parecía posible en el fútbol argentino allá por 1961. El fracaso en el Mundial de Suecia ’58, la consiguiente europeización del juego y una creciente violencia dejaban su huella en tribunas cada vez más vacías, pero los presidentes de Boca y River, Alberto J. Armando y Antonio Liberti, creían tener la solución: el Fútbol Espectáculo, que supuestamente llegaría mediante la adquisición de figuras preferentemente brasileñas.
Claro, Brasil era el campeón mundial. Y por ello, Boca no se conformaba ese año con comprar a cuatro jugadores nacidos allí (Orlando, Dino Sani, Maurinho y Almir), sino que, sin miedo a dejar sentado un primer y peligroso precedente, lograba también incorporar al DT del seleccionado verdeamarelho: Vicente Ítalo Feola, quien no quedaría en el recuerdo de los hinchas xeneizes más que por su figura obesa y cierta tendencia a dormirse en el banco.
Además del título en la Copa del Mundo, el hombre exhibía entre sus pergaminos haber hecho debutar a Pelé y Garrincha con la casaca brasileña. Sin dudas, lo hizo valer: Boca debió pagarle una prima de 40 mil dólares por dos años en épocas en que la moneda norteamericana se cotizaba a 83 pesos y el kilo de carne a 40, aparte de 60 mil nacionales por mes, premios, un auto y un departamento.
Al final, como suele ocurrir, la campaña del equipo no justificó semejante erogación. Boca salió quinto dejando una pobre imagen y Feola, por quien el club llegó a pedir un extra para llevarlo a sus amistosos, sólo duró un año en la Argentina. Lo mismo que tardó en terminar aquel sueño de Fútbol Espectáculo de Armando y Liberti.