De pronto, nuestros hijos e hijas crecieron. El jardín quedó atrás. Los libros de crianza respetuosa de la primera infancia nos quedaron lejos, junto con las preocupaciones de ayer, que hoy (un poco) nos hacen reír. ¡Qué grande está!, nos dice todo el mundo. Esos niños y niñas ahora nos parecen enormes, kilométricos, gigantes. Y es verdad, están grandes, pero no tan grandes. ¡Todavía nos necesitan un montón! La niñez dura unos cuantos años y la crianza, todavía más.
Muchas personas suelen repetir el latiguillo: “Hijos chicos, problemas chicos; hijos grandes, problemas grandes”. ¿Es tan así? Y si es así, ¿por qué se habla tan poco de crianza en la “segunda infancia”? A veces pareciera que para la etapa que abarca este libro –aproximadamente de 6 a 12 años– no hay información. Como si mágicamente todas las familias tuviéramos todo resuelto. Como si los conflictos de la escuela primaria fueran sencillos. Como si no necesitáramos ningún apoyo o tuviéramos clarísimo cuándo empieza la preadolescencia o cómo acompañar sus emociones, todavía intensas e inestables. Consideramos que lo más importante, más allá de la edad cronológica o de etiquetar cada etapa (“segunda infancia”, “latencia”, “preadolescencia”, “pubertad”), es acompañar, siempre de acuerdo con las necesidades de cada niño o niña y sus propios procesos emocionales, cognitivos y físicos.
A medida que van creciendo, las necesidades de chicos y chicas van cambiando. La necesidad de contacto se va modificando, aumenta la autonomía y las exploraciones se van haciendo cada vez más lejos del núcleo primario y por mayor período de tiempo. “Acompañar” es una palabra que elegimos siempre para dar cuenta del trabajo cuidador durante las distintas etapas del desarrollo. Como muchas personas ya saben, no somos un equipo de profesionales que escribe manuales de crianza. Apostamos a pensar la crianza desde el acompañamiento, la perspectiva de derechos, los buenos tratos, la asimetría necesaria y el respeto mutuo. Creemos que, si queremos que nuestros hijos e hijas lleguen a la adolescencia y sigan confiando en nosotros, abriendo diálogos y pidiendo ayuda cuando la necesiten, ese camino comienza antes, mucho antes. Desde el primer llanto, la primera caricia y el primer upa, tenemos cada día la oportunidad de construir esa confianza.
En esta etapa los chicos y las chicas siguen necesitando aprender, jugar, expresarse, sentirse queridos, reconocidos y seguros, y desarrollarse en un ambiente estable y sin violencias. Además, necesitan construir su autonomía, decidir algunas cosas por sí mismos y ser tratados con respeto. Todas estas son necesidades tan básicas e irreemplazables como la higiene, la alimentación o la salud integral. Por otro lado, al crecer, se expresan cada vez con más fuerza. Sabemos que puede ser un desafío enorme como cuidadores intentar compartir sus intereses (probablemente muy diferentes a los nuestros) y ofrecer una mirada sin tantos prejuicios, y sin juzgar sus gustos o elecciones. Como si todo esto fuera poco, las personas adultas que criamos también tenemos nuestras propias necesidades.
Necesidades básicas como estabilidad económica y una vivienda digna, pero también autocuidado. Poco se habla de la importancia vital de cuidar a quienes cuidan, de repartir tareas, de encontrar espacios que sostengan, de aprender a aceptar toda la ayuda posible. Una vez más, pareciera que las familias tienen que poder solas. Esta invisibilización de las tareas de crianza y todo lo que implican es parte del complejo escenario que hoy vivimos la mayoría de las familias.
Este libro intenta acompañar ese contexto difícil: no para brindar soluciones homogéneas ni fórmulas mágicas, sino para que cada familia encuentre palabras que le sirvan para pensar su crianza, buscar ayuda, conectar emocionalmente y descubrir herramientas propias.
No creemos que exista una forma correcta de criar. Aunque sí consideramos que hay una brújula que siempre nos orienta y que es la ética. Por eso decimos que la crianza respetuosa es, ante todo, una posición ética y no una moda, un puñado de prácticas aisladas o un nuevo mandato. Ni siquiera se trata de una lista de aprendizajes por adquirir. Es simplemente la idea de que todas las personas merecemos respeto y buenos tratos durante toda nuestra vida. No es una elección, es una obligación. Todas las personas tenemos derecho a ser tratadas con respeto y tenemos la obligación de respetar a las demás personas. Lo contrario a la crianza respetuosa no es “criar sin conciencia” o “sin límites” (como muchas veces se malinterpreta), sino el maltrato y la violencia hacia uno de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, como lo son los chicos y las chicas.
Nos resulta imperioso aclarar que “criar con respeto” no significa dejar a cada quien hacer lo que quiera sin tener en cuenta a las demás personas. Vivimos en sociedad y eso implica normas, reglas, acuerdos y leyes. Uno/a puede respetar que la otra persona se enoje y lo exprese, pero no tiene por qué tolerar que para mostrar ese enojo rompa cosas o le pegue a la pared. El respeto recíproco es una premisa fundamental, como también lo son la educación, el acompañamiento y la asimetría necesarios en los vínculos de crianza.
*/**/***Autoras de No tan grandes, Editorial Planeta (fragmento).