DOMINGO
LIBRO / Croman, segn Callejeros

El ojo de la tormenta

Esta semana, la sala IV de la Cámara de Casación Penal reabrió la polémica al ratificar las condenas contra los músicos por el incendio en el boliche de Once, producido el 30 de diciembre de 2004. Aquí, la periodista Laura Cambra, en Callejeros en primera persona, reproduce entrevistas que les realizó a los miembros de la banda para mostrar cómo vivieron la noche que cambió sus vidas para siempre. Los jóvenes relatan los recuerdos que se iniciaron con una fiesta pero terminaron con la peor tragedia de la última década.

Dificil de olvidar. La tragedia dejó un saldo de 194 muertos y más de 1.400 heridos. Los familiares de las víctimas reclaman justicia. Y muchos jóvenes apoyan a la banda.
| Cedoc Perfil

El 30 de diciembre de 2004 la banda Callejeros ofrecía su tercer concierto de despedida del año en Cromañón. El grupo subió al escenario, al igual que en las dos jornadas anteriores, a hacer su trabajo. (...)

LA NOCHE LARGA DE CROMAÑON
u Daniel Cardell. (…) “Yo había colgado la escenografía y me había ido porque mi mamá estaba recién operada de apendicitis. Si bien me hospedaba en el hotel, no estuve ahí nada más que para ver el show porque me pasaba todo el día en el hospital. Cuando empezó el incendio, yo estaba en la escalera que da al escenario. Enseguida se cortó la luz, entonces indiqué que sacaran las vallas para que el público pudiese salir por la puerta de atrás, en la zona de camarines. Después corrí a la conserjería del hotel a avisar que había un incendio. Y después, fue lo de todos: buscar gente, sacarla, acercarla a las ambulancias, encontrar a nuestros familiares… Yo buscaba a mi novia. Quedé como tildado, dando vueltas a la manzana con la mirada perdida, debo de haber dado más de diez vueltas. (…) En un momento me llamó mi hermano. Había visto por la tele lo que estaba pasando y se vino para ayudarme a buscar a Romina. A las 11 de la mañana habíamos recorrido varios hospitales de la Capital Federal y finalmente la encontramos en el Clínicas internada bajo otro nombre. Diez días sin conocimiento, ocho intubada y al despertar no me quería ver porque decía que ‘estaba fea’. De 8 de la mañana a 8 de la noche yo estuve ahí los veintidós días que duró la internación. Cuando la vi me preguntaba cómo había estado el recital y cómo estaban nuestros amigos, algunos de los cuales habían muerto. En algunos momentos tenía como pesadillas o alucinaciones y gritaba que se incendiaba el ventilador o me decía que me fuera que había mucho humo”. (...)
u Juan Carbone es un tipo sencillo, padre de familia, que habla con una claridad inobjetable. (…) “Eso de que se permitió que la puerta estuviese cerrada y lo de que se incentivó el uso de pirotecnia… ¿‘Se’ permitió? ¿Quién permitió? ¿Alguien me vino a pedir permiso a mí, un músico, para dejar la puerta cerrada? ¿‘Se’ permitió e incentivó el uso de pirotecnia? ¿Quién lo hizo? Pato es alérgico. Imaginate cómo puede cantar en medio del humo. ¡No! Es totalmente injusto. Nosotros no dábamos órdenes en el local; no nos ocupábamos de los dispositivos de seguridad de tipo ventilación, salidas de emergencia. (…) Encima, fijate cómo estarán hechas las cosas que hasta el 30 de diciembre de 2004 se permitía una persona por metro cuadrado porque la legislación era de principios del siglo XX y a partir de Cromañón se permiten dos personas por metro cuadrado. Cualquier idiota se da cuenta de que si en el momento del incendio hubiese sido así el local no habría estado en infracción respecto de la cantidad de gente. Pero tuvo que pasar lo que pasó para que se revisaran ordenanzas que ya estaban fuera de época. Es más, unos meses antes habíamos hecho los dos conciertos en el Estadio Obras con unas cinco mil personas en cada uno. Ahí había fiscales contravencionales. Había esa seguridad que, según el auto de procesamiento, nosotros no manejábamos y por eso no queríamos.
Y, sin embargo, a pesar de todo eso, después de Cromañón nos enteramos de que ese estadio que todos ponen como ejemplo en los escritos judicialesestaba habilitado para poco más de tres mil personas”. (…)
u Christian Torrejón, el bajista de Callejeros (…). Christian es “Dios”. Así lo llaman. Primero fue “Jesús” debido a sus ojos transparentes de tan celestes, a la barba, al pelo cayéndole sobre los hombros, a su cuerpo alto y delgado, y a su carácter apacible. Pero con el tiempo el apodo fue cambiando hasta que se transformó en el “Dios” que me habla con calma y me mira a los ojos. (…) “Fue durante el primer tema, un poco más de un minuto y medio después de que habíamos salido a tocar, veo que se prende fuego el techo. No entendía nada. Juancho le hace señas al público para que salga por atrás y veo que la gente sube al escenario. Entonces dejo el bajo al costado del equipo y voy hacia la puerta de camarines”.
En el relato de “Dios” sobre la noche del 30 de diciembre de 2004 se mezclan el pasado y el presente como testimonios de que, a pesar del tiempo transcurrido, la herida sigue abierta. Como si hablar de lo que sucedió no fuese simplemente contarlo sino más bien estar otra vez inmerso en la tragedia. “Me fui a la calle. Afuera había un montón de gente. Siento que me agarran del brazo y era mi viejo. Entonces vuelvo a entrar por la puerta principal, en contra de todos los que salían desesperados, para ayudar a los que quedaban adentro. Había un humo muy denso. Me encuentro con Elio y la novia, ella no podía respirar y estaba toda negra. La llevamos en andas hasta la avenida Rivadavia y tratamos de parar algún taxi pero no paraban. Al final, conseguimos uno y Elio se la llevó a un hospital. Yo volví para Cromañón. En la calle veo a mi primo y a mi papá. Toda mi familia había podido salir rápido. Después, no sé bien cuándo porque perdí la noción del tiempo y todo lo que tengo son como flashes de una película, subo a la habitación del hotel, mojo un par de toallas y vuelvo a bajar. Pensé que así podía volver para seguir sacando gente. En la puerta me cruzo con Pato, todo negro, en cueros y pantalón corto, y con un amigo nuestro que lloraba porque no encontraba a su hijo. Ahí ya no había nada más que hacer, así que me fui a recorrer hospitales para buscar a familiares y conocidos. (…) Nunca en mi vida pensé que iba a recorrer hospitales buscando gente ni que iba a ver tantos muertos, tantos muertos conocidos y desconocidos”. (…)
u Maxi Djerfy. Cromañón se llevó más de la mitad de la vida de Maxi: la hermana de su mamá, el hermano de su papá, una ahijada, una prima con la que había compartido esas etapas inolvidables que son la infancia y la adolescencia, y el novio de esa prima. Una familia que quedó desmembrada después del incendio. (…)
“Me pasé un año encerrado. Día y noche mirando fotos. Rearmando la vida en las fotos de cada momento que compartimos. Cuando la muerte te besa en la boca se te cambia todo. ¿Por qué me juzgan? Yo hice de árbol. Cuando iba al colegio, lo que más me gustaba eran los actos.
Siempre quería actuar, estar sobre el escenario. No me importaba el papel, yo tenía que participar. (...) Esa noche, la del concierto, también hice de árbol: tenía la guitarra afinada, la lista de canciones. Fue igual que cuando era chico: tenía que hacer mi papel. Componer, ensayar y, lo mejor de todo, subirme al escenario a tocar. ¿Y qué me piden ahora? Que sepa de leyes, de seguridad, de materiales ignífugos –ahora uso esa palabra porque está en la causa, pero antes las cosas nada más se quemaban o no se quemaban–, de puertas de emergencia. Yo me bajé del escenario y salí por los camarines. Ahí afuera vi la puerta cerrada y que le tiraban agua con una manguera. Nadie dice lo que pasó. Yo quise salir a hablar desde el principio porque no tengo nada que ocultar. No tengo, como dicen los abogados, estrategia. Y estuve ahí. Yo soy sobreviviente”. (...)
u Patricio Rogelio Santos Fontanet es extremadamente blanco y sin embargo no es pálido. (…) Una frase relacionada con el dolor disparó su primer monólogo: “ Yo estuve ahí. Salí y volví a entrar tantas veces como pude. Cuando llegué al hospital parecía un deshollinador. Estaba todo negro, tiznado, sin remera, irreconocible. Yo estuve ahí. Perdí a la Negra y a Lili y todavía las extraño. (...) Yo quisiera ir a las marchas. Además de perder a mi novia, perdí a cuarenta amigos, los chicos perdieron a sus familiares y no podemos ir ahí, nos separaron de la gente”. (…)
Sin embargo, algo parece haberse desencadenado en Pato, y sigue: “Entré hasta que me echaron. No sé cuántas veces, hasta que alguien me dijo que estaba todo vacío. Primero ayudé a salir a la gente que estaba cerca de las vallas de la salida. Hay una foto en la que se ve una valla sobre una escalera. Yo la tiré ahí para abrirle paso a la gente. En la escalera que iba al vip… ¿Qué vip si la primera vez que fui a Cromañón ahí había un baño que después fue tapado? Yo buscaba a la Negra. Ella estaba arriba. En el camino saqué a la gente que estaba tirando abajo la pared que daba al hotel, ésos salieron por el hotel. No llegué a los baños pero sé que los que estaban ahí no lo pasaban tan mal porque el humo era menos caliente. En un momento entré al camarín y vi mi mochila… Les dije a los canas que estaban ahí que ésa era mi mochila, que yo era el que había estado cantando hasta hacía unos minutos. Después la policía secuestró todo lo que encontró.(...) No sé… todo hubiera sido muy diferente si la puerta hubiese estado abierta”. (…)
u Eduardo Vásquez, el baterista de Callejeros. (…) Edu se encamina hacia la noche del 30 de diciembre de 2004. No hace falta que le pregunte: “Yo me había tomado un fernet y salí como siempre, con los dos palitos en la mano. Yo iba a tocar con mis amigos. Debo de haber sido el único que se dio cuenta de lo que pasaba. Estábamos recién empezando a tocar. Elio se dio vuelta a mirarme.
”Yo veía que un chabón sobre los hombros de otro tenía una bengala o una candela en la mano. Las chispas iban todas al mismo lugar. Me pareció con saña, como a propósito. Hasta que una chispa encendió el techo. La llama era como la de un fósforo. Y yo dejé de tocar, tiré uno de los palos a la mierda y con el otro golpeé la batería. Me paré a las puteadas y lo
aplaudí al chabón ése: ‘¿Ahora estás contento, la reconcha de tu madre?’. Y salí recaliente. Estaba enojado, tildado. El batero de Jóvenes Pordioseros trató de tranquilizarme. ‘Yo te cuido la batería’, me dijo. Entonces me fui corriendo a la habitación. En la recepción del hotel parecía que había pasado un huracán. Me sonaba todo el tiempo el celular.Era mi hermana, que no había llegado al concierto porque recién salía de trabajar en el shopping. Me gritaba: ‘Mamá está adentro’. Cuando entré en la habitación las sirenas y los gritos eran infernales, insoportables. Son sonidos que tengo grabados a fuego. Me metí debajo de la cama y me tapé los oídos. No sé cuánto tiempo estuve así.
Después bajé a sacar gente pero, la verdad, yo no me acuerdo. (...) Yo vi gente que bolsilleaba a los muertos, que se llevaba cerveza, que aprovechaba la tragedia para robar. Policía y bomberos que no hacían nada… (...). Yo sabía que mi mamá estaba muerta. Por eso ayudé a los demás, a los que pude.” (…)
u Elio Delgado nació el 24 de marzo de 1985. (…) Le pregunto qué miembros de su familia estaban esa noche en Cromañón.
—Mi papá, que fue el que peor estuvo, mi hermano y mi hermana, que fue la única que salió sola; a mi viejo y a mi hermano los sacaron. (...)
—¿Cuándo te diste cuenta de la magnitud de la tragedia?
—Cuando abrieron la puerta supe que era un desastre. No bien hubo una rendija empezaron a escucharse los gritos de la gente y a verse las manos. Chabán estaba mirando. Le pidieron la llave y no la tenía. Y después se fue.
—¿En qué momento pudiste salir?
—Primero me quedé en un costado del escenario. Hasta que se cortó la luz y me fui con un vaso de birra en una mano y una de las guitarras en la otra. Las demás quedaron sobre el escenario con todos los otros instrumentos y los equipos. Un año después no estaban más.
—¿Y después?
—Cuando los bomberos abrieron la puerta fui hasta la salida y busqué a mi hermano, pero no lo encontré.
Fue lo más cerca que estuve de volver a entrar. (...)