DOMINGO
LIBRO

En el Fondo nada cambió

Negociar con el FMI, en primera persona.

20220206_fmi_juansalatino_g
Sociólogo e historiador, Juan Carlos Torre integró el equipo económico de Juan Sourrouille en el gobierno de Raúl Alfonsín, período en el que llevó un diario que publicó el año pasado y se transformó en best seller. | juan salatino

Retomando el hilo de la historia vamos a hablar ahora sobre la misión al FMI. Y quien va a hacerlo conversando conmigo es José Luis, con el grabador funcionando.

Cada misión al FMI es como el acto de una comedia. Esta podría llamarse “Este asuntito lo arreglo yo”. Durante el viaje con Adolfo pensamos ponerle por título a esta misión “¡Brillante, Bernardo, brillante!”. Los ocho que viajamos, nueve con el ministro, llegamos el miércoles y tuvimos una reunión con la gente del FMI esa misma mañana. Una de las cuestiones que Grinspun aclaró en Buenos Aires fue que nadie hablara sobre la filosofía económica, sobre el programa económico, que nadie podía actuar por su cuenta, que nadie podía hacer su interpretación de los hechos, sino que había que ceñirse a lo que De Larosiere planteó que eran los temas a tratar con siete u ocho del staff del FMI. En esta primera reunión esos temas eran: 1. Problema del sector público; 2. Problema del sector externo; 3. Problema monetario. Lo más razonable era dividirse en grupos y que cada uno fuera trabajando con sus números en cada una de estas áreas. La gente del FMI planteó que le parecía bien la metodología pero le pidieron que diera una visión global del programa económico; Grinspun habló como quince minutos y lo que dijo fue bastante confuso. Ante una pregunta de la gente del FMI que quería certificar que en el año 1985 no habría aumentos salariales, Grinspun respondió que no habría compromisos salariales pero que el salario real no sería una variable del ajuste porque el año 1985 era un año de elecciones y el presidente no iba a querer que ocurriera eso con el salario. Frente a la inquietud de la gente del FMI de encontrar precisiones más claras respecto de la política salarial, Grinspun fue bastante ambiguo. No aclaró cómo había sido el ajuste de julio y si se mantenía la indexación salarial, y en caso de que se mantuviese, cómo iba a ser.

Además, en el transcurso de la reunión se planteó una cuestión personal con Adolfo, que quiso intervenir, pero Grinspun le dijo que lo dejara terminar de hablar, lo cortó y de ese modo marcó los límites de la Secretaría de Planificación en esta misión, en particular en el caso de Adolfo. En ese primer encuentro, como decía, se decidió que se iban a separar los grupos. En la parte fiscal quedó Rodríguez Giavarini como responsable, en la parte monetaria quedó Gaba, del Banco Central, y Juan Sommer en el sector externo. En esa división del trabajo Adolfo y yo teníamos poco que hacer. Adolfo decidió ir a la parte fiscal y yo fui con Gaba a la parte monetaria, un poco para escuchar qué es lo que se decía. Hubo reuniones sectoriales en las cuales la delegación argentina planteó sus nuevos datos y se quedó en que al otro día la gente del FMI daría sus impresiones. Al día siguiente hubo una reunión global, sin el ministro, y en la que la gente del Fondo planteó algunas dudas en diferentes campos, particularmente sobre el sector monetario y el sector externo. Allí Adolfo hizo una larga exposición sobre los problemas que había en el sector monetario, sobre lo cual también habló Gaba con mucha vehemencia, y se extendieron sobre el sector externo y sobre la política antiinflacionaria.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Esta discusión interesante duró aproximadamente una hora. En un momento determinado, Rodríguez Giavarini la interrumpió e hizo una moción de orden argumentando que estos temas solo podían ser tratados por el ministro. Su propuesta cayó como un balde de agua fría. No obstante, se siguió hablando por unos quince minutos más y después se decidió volver a trabajar en grupo. Por la tarde se continuó con esa mecánica. Luego, el ministro convocó a una reunión para las cinco de la tarde a fin de evaluar cómo habían sido las reuniones de los grupos. Básicamente la gente del FMI no planteó nada sobre la filosofía del programa económico. Pidió precisiones sobre los números y cada uno aportó sus interpretaciones. El ministro pidió que se quedaran Sommer, Gaba y Rodríguez Giavarini. Dicho esto, Adolfo le preguntó si podíamos irnos, a lo que el ministro contestó: “Sí, pueden irse, pueden ir a comprar juguetes, a hacer lo que quieran”. La idea de que se quedaran esas tres personas fue porque a la noche habría una reunión con la gente del FMI, con Erp, el segundo de De Larosiere, Wiesner y Ferrán. Este era un encuentro que de alguna manera había sugerido Adolfo, cuando le señaló a Wiesner que lo mejor era que tuvieran una reunión a solas con el ministro. Fue así que Wiesner le pidió la reunión con tres personas de cada lado y Grinspun decidió que lo acompañaran Rodríguez Giavarini, Sommer y Gaba. Esto creó una situación bastante incómoda con Adolfo. Grinspun le comentó a Sommer, Gaba y Giavarini: “Bueno, él de estas cosas no entiende; este asunto lo voy a arreglar yo”, a lo que Sommer replicó, sin suerte, sosteniendo que las cosas no eran así, que había habido un trabajo previo de la Secretaría de Planificación, y en particular de Adolfo, para reunir los datos con cierta coordinación. Me olvidé de mencionar que en la reunión inaugural, siempre tomando en cuenta que el adversario era Ferrán, el hombre malo de la película, cuando este pidió precisiones sobre la política salarial, Grinspun le contestó de mala manera que no había venido a discutir sobre política salarial y que como la política económica ya se había decidido con los votos del 30 de octubre, esta no se iba a discutir tampoco. Sus palabras dejaron a todos sorprendidos porque si no hablaba de política económica no quedaba claro de qué se iba a discutir en la misión a Washington.

 La reunión con la gente del FMI tuvo lugar esa noche. Para ser preciso con el orden de los acontecimientos, menciono que ese mediodía mientras almorzaba con Adolfo vino Wiesner a decirle que posiblemente habría un acuerdo en la reunión de la noche a la que no fuimos. En esa reunión, la gente del FMI volvió a insistir sobre el tipo de cambio, la indexación salarial y el nivel de gasto público. Esto fue el jueves a la noche. 

El viernes, Grinspun ya era mucho menos optimista que el jueves. Dio la impresión de que el rol de la Secretaría de Planificación en el viaje era participar por si las cosas salían mal, pero como las cosas el jueves iban bien, parecía decir: “A la hora del triunfo, yo me quedo solo, no acompañado por ustedes”. El viernes, Grinspun constató que no era tan fácil el arreglo con el FMI. De alguna manera esto hizo que se mostrara, en el diálogo, más afable, al menos en términos de trato personal. 

A partir de ahí las discusiones con la gente del FMI las mantenía él solo; los subgrupos hacían su trabajo técnico y el ministro se reservaba para él las discusiones sobre la política económica. El viernes a las tres de la tarde se produjo una reunión de Grinspun con Wiesner en la que este le dijo que había mucho todavía por aclarar sobre política económica, pero que de todos modos se iba a firmar el memorando de entendimiento. Grinspun propuso entonces que se hiciera un progress report en el que se dejara constancia de los avances alcanzados en las negociaciones con la gente del Fondo. La primera postura del ministro fue que él llevaría ese documento para que lo firmen, en donde se dejaba asentado que el FMI debía endosar la carta hecha en Argentina. No sabemos los entretelones de estas reuniones, pero descontamos que esa propuesta iba a ser rechazada. A esto siguieron largas tratativas y opiniones sobre el progress report. 

El borrador propuesto por los funcionarios del Fondo se limitaba a comentar que había habido algunos progresos pero faltaba decidir sobre las variables básicas, que hacían falta más conversaciones, a lo que el ministro contestó que eso era inaceptable. Comenzó una presión muy fuerte del ministro, de alguna manera una extorsión, y sus argumentos fueron de distinto tipo: “Yo no vine acá con ocho o nueve personas para irme con esto a la Argentina”. Y la gente del FMI dijo que estaban dispuestos a hablar con los bancos para obtener los 125 millones de dólares para los vencimientos de agosto. Grinspun dijo que ese no era el problema, que los 125 millones no eran el problema, sino que los problemas eran de otro tipo (esto nos contó Grinspun). 

El problema era su cabeza. Si no sacaba algo razonable, su situación, su estabilidad, peligraba. Su posición fue muy dura diciendo que si no firmaba algo razonable daba por cortadas las negociaciones; “tengo que hablar en septiembre en la asamblea del FMI, soy uno de los primeros oradores y ahí me van a escuchar”. Por supuesto, eso hizo mella en la gente del FMI, que empezó a buscar algún tipo de acuerdo que no los comprometiera demasiado, pero que dejara satisfecho a Grinspun. El acuerdo al que se llegó el sábado después de varias idas y vueltas fue un borrador que valdría la pena conseguir, en el que se dice que el FMI está de acuerdo en los objetivos generales de la política económica argentina, si bien hace falta instrumentar algunas medidas para llegar a esos objetivos, que se irían elaborando. Síntesis: el desenlace de la misión al FMI fue tal como lo habían planteado antes de salir: Argentina no trajo nuevos elementos. 

En los temas en discusión, el nivel de gasto público, indexación salarial y tipo de cambio, o básicamente un plan antiinflacionario, la Argentina no aportó nada nuevo. Se repitió lo de anteriores reuniones. “Gaba, es la cuarta vez que te lo escucho y cada vez te sale mejor”, le dijo el segundo de Wiesner para dar idea de que las cosas ya habían sido bastante discutidas en los últimos meses. En la parte fiscal, se llevaron nuevos números pero tampoco había cambio de política, y en la parte del sector externo se acercaron un poco las cifras por un cambio en las estimaciones pero no por cambios en la política económica. Con el FMI no se progresó mucho más. La gran diferencia fue que, al estar tan jugado, Grinspun presionó muy fuerte. El documento que finalmente salió no refleja adecuadamente las características de las reuniones, donde siguieron habiendo las mismas diferencias, salvo en cuanto al déficit fiscal, donde  Argentina se acercó a lo que el FMI quería. ¿En qué punto se acercó? En el monto del déficit fiscal: Argentina lo redujo a alrededor de 7 puntos o 7,25 del PBI para el período del programa, y esto estaba más o menos de acuerdo con lo que el Fondo proponía. En lo que no hubo acuerdo fue en el nivel del gasto público; no podía iniciarse un programa de estabilización económica con un nivel de gasto público que saltaba 5 puntos del PBI en el primer trimestre. Por eso este documento no refleja exactamente las conclusiones a nivel técnico de las conversaciones sino la presión muy fuerte de Grinspun para sacar algo que, más allá de las consideraciones técnicas, le sirviera de aval político, y de hecho lo consiguió.

JCT: ¿Cómo interpretás esta retirada del FMI?

José Luis: Percibimos que el FMI estaba en una actitud más negociadora, más dispuesto a arreglar que lo que estaba en los meses anteriores. Las razones son difíciles de adivinar pero uno podría pensar que De Larosiere, ante la próxima reunión de la asamblea del Fondo, no quiere tener problemas con Argentina; que hay una presión del gobierno americano para que de alguna manera se arregle algo con el país y se “salve la cara” por el temor de que Argentina pueda patear el tablero. Entonces, más vale hacer un acuerdo, tener a los argentinos dentro de un acuerdo antes de que estos tipos sueltos armen un zafarrancho, un acuerdo que no es bueno pero que a partir del cual se puede ir presionando. De todos modos, como Argentina no cedió casi nada, diría yo, salvo en el nivel del déficit del sector público, también al Fondo le resulta difícil acordar algo con Argentina. Primero, hay indexación salarial, no hay cambios en el tipo de cambio, nivel de gasto público muy alto; esto representa un antecedente para futuras negociaciones con otros países. Segundo, como no hay plan antiinflacionario, el Fondo puede encontrarse con que coloca su firma y al día siguiente aparece un brote inflacionario, asestando un golpe al escaso prestigio que tiene hoy en día como organización a nivel internacional. En el corto plazo está la posibilidad de la visita de una delegación del Fondo a Argentina en los próximos días. ¿Qué tipo de discusión puede llegar a abrir? La gente del Fondo viene siguiendo la línea de tratar de hacer un arreglo con Argentina. Hay dos cuestiones relevantes. La primera, que la gente del Fondo va a exigir un determinado nivel de las variables nominales: cantidad de dinero, cuánto va a ser el nivel del gasto público, cuánto va a ser el déficit de la balanza de pagos. Y puede llegarse a un arreglo, pero con las características que han tomado las variables nominales en agosto y con el nivel de inflación va a ser difícil y riesgoso con lo que va a exigir el Fondo. Porque o se cumple con el plan del Fondo, y por lo tanto se embarca en una política recesiva porque tiene que apretar mucho la política monetaria con relación a la situación de precios, o puede ocurrir que al cabo de dos meses el país no cumpla con el programa del Fondo. La segunda cuestión es que es posible que el Fondo pida que se defina algo con la política salarial, que se defina el tipo de cambio, porque hay un atraso con el tipo de cambio. La consecuencia será más inflación y más recesión.

Algunas anécdotas que pintan la personalidad del ministro y las características de la misión: al comentar la reunión con la gente del Fondo a Rodríguez Giavarini, Gaba y Sommer, Grinspun aludió a la insistencia de Ferrán sobre los temas de indexación salarial, gasto público y tipo de cambio, diciendo: “Este Ferrán nunca entiende de nada, no entiende de lo que se está hablando, siempre está en ese nivel de detalles que no hacen al fondo de la cuestión”. Esto marca la personalización que hacía Grinspun de Ferrán como el malo de la película. De Larosiere y Wiesner estaban dispuestos a arreglar y Ferrán era el malo que no quería el acuerdo. Otro tema del que se habló con Grinspun en el viaje de regreso en el avión fue la idea de que los problemas con el FMI no se arreglan porque no tiene tiempo. Si lo tuviera él arregla los problemas. En el viaje de ida su expresión había sido algo así como “ahora termino con el Fondo y después tengo que empezar con los bancos. El año que viene termino con los bancos y me puedo dedicar a las cuestiones internas”. Es esta interpretación de la economía como hechos aislados que puede ir enfrentando en la medida en que tiene tiempo o que los problemas pueden esperar hasta que tenga tiempo, más allá de la omnipotencia de quien pretende arreglar todo. El otro tema, la deuda externa con los bancos, porque qué poco se sabe de esta negociación, no está claro cuál es su estrategia.

Lo que está claro es que su estrategia no parece ser razonable. Todo su énfasis está en lograr una disminución del spread, esto es, forzar las manos de los bancos para conseguir la disminución de un punto o 1,50 en el spread. Y así lo planteaba en el avión, cuando hay otros temas relevantes como cuánto tiene que pagar Argentina de interés a los bancos. El tema de los años de gracia o capitalización de intereses son temas más relevantes quizá, puestos en una balanza, de lo que lo es la disminución del spread.

JCT: La estrategia de Grinspun ha probado ser, al menos en esta coyuntura, exitosa. ¿No pone eso en cuestión el enfoque que la Secretaría de Planificación ha venido teniendo con el FMI, un enfoque muy racional, muy prudente?

José Luis: En cierta medida, sí. Lo que quedó demostrado con Grinspun –y nosotros habíamos perdido esa perspectiva– es que hay margen político importante para negociar con el Fondo. De todos modos creo que todavía es necesario discutir con el Fondo cuestiones técnicas, esto es, que lo político no lo explica todo. Pero que en esta negociación hubo y hay un componente político parece claro.

Y esta es una lección que aprendí [concluye José Luis. Fin de la grabación].

 

☛ Título: Diario de una temporada en el quinto piso

☛ Autor: Juan Carlos Torre

☛ Editorial: Edhasa

 

Datos sobre el autor 

Juan Carlos Torre es sociólogo (Universidad de Buenos Aires) y doctor en Sociología (École des Hautes Études en Sciences Sociales, París. 

Es profesor emérito de la Universidad Torcuato Di Tella y fue investigador y profesor visitante en universidades de América Latina y Europa. 

Entre 1993 y 2018 se desempeñó como director de la revista Desarrollo Económico. En 1991 obtuvo la Guggenheim Fellowship y fue Visiting Scholar en el Institute for Advanced Study de Princeton. En 1996 recibió el Premio Konex de Platino y en 2010 el Premio Bernardo Houssay a la Trayectoria Científica.