Expondremos algunos datos relevantes sobre las relaciones entre la República Popular China y América del Sur, así como también la inclusión de amplios perfiles políticos de los protagonistas actuales de esas relaciones.
Datos comparativos
1. El comercio entre China y América del Sur creció de 10.342 millones de dólares en 2002 a 167.162 millones de dólares en 2012.
2. El monto de la inversión total china en América del Sur es difícil de computar, debido a que se debe considerar la ya realizada, la que está en ejecución y la anunciada. Pero desde 2005 a la fecha supera los 100 mil millones de dólares, incluyendo los préstamos, y en el período 2005-2012 el país asiático se convirtió en el mayor inversor externo de la región. China es la primera socia comercial de Brasil, Chile y Perú, y la segunda de Colombia, Venezuela, Ecuador, Uruguay y Argentina. (...)
Las relaciones bilaterales de los países de América del Sur con aquellas áreas han quedado relegadas a ciertas relaciones privilegiadas (Chile o Colombia), lo que, en vez de ayudar a construir lazos interregionales, por su propia especificidad, genera más obstáculos que alicientes para la construcción de vínculos institucionales permanentes. Podría decirse que el ejemplo opuesto de esta realidad es el proceso de desarrollo de la Unión Europea, en cuya base estuvo el Plan Marshall en las décadas de 1940 y 1950.
Los sueños hegemónicos de las potencias emergentes regionales (Brasil y México), así como su histórica rivalidad, tampoco han ayudado a consolidar esquemas subregionales fuertes.
Bueno sería que un acuerdo estratégico entre Brasil y México ayudara a construir una América Central y caribeña con epicentro en México, y una América del Sur vertebrada democráticamente en torno a Brasil. El problema sigue siendo el viejo sueño imperial que aflora permanentemente y que no deja paso definitivo a una organización equilibrada y democrática entre naciones iguales. (...)
El gran desafío sudamericano es entender que ni siquiera Brasil, de forma autónoma, tiene suficiente “masa crítica” para negociar con sus contrapartes en Asia (China), ni en el Norte (Estados Unidos), ni en el Este (Europa). Es imprescindible cerrar filas y establecer reglas comunes que permitan “federalizar” a Brasil con Colombia, Venezuela, Argentina, Chile y Perú (indico estos países por su volumen y su actitud reacia a someterse proactivamente a un esquema institucional permanente). De no avanzar en este sentido, nos ocurrirá que el único esquema será el planteado desde China: de intercambio de materias primas por artículos de alto valor agregado y de inversiones extranjeras en actividades extractivas, su infraestructura de apoyo y créditos reembolsables en productos alimenticios, energéticos o mineros.
Hoy no podemos acusar a China de tener un planteo imperialista, porque esto no es cierto. Lo que está ocurriendo es que se desarrolla un modelo de relación unilateral desde las necesidades de una de las dos partes, con el “consentimiento entusiasta” de la otra, que no tiene la lucidez para vertebrarse hacia adentro de tal forma de introducir una propuesta equilibrante.
Las relaciones de América del Sur con China no son equiparables a las que el subcontinente ha mantenido con Estados Unidos o con Europa, que estuvieron generadas o condicionadas por el origen colonial, la dependencia y el conflicto Este-Oeste. Por el contrario, con China no existe condicionante alguno; no hay historia de sometimiento cultural ni complejo de inferioridad, ecuación de hegemonía militar ni imposición de ningún tipo.
Los negociadores chinos están realizando una experiencia nueva; miremos los números, las fechas del comercio y las inversiones, y veremos que se trata de una historia de diez años para atrás. Es decir, si alguien tiene ventaja en estas relaciones en cuanto a la inserción internacional, son los países sudamericanos, por su larga y continua historia en ese campo. China está aprendiendo a mirar hacia el exterior, y nosotros podemos y debemos desarrollar una asociación fructífera y permanente.
Si desde América consentimos y estimulamos el desequilibrio, esas reglas serán las que imperarán en el futuro y no debemos sorprendernos de los resultados si hacemos lo que no debemos.
La dinámica que demuestra la relación China-América del Sur es un desafío que debe aceptarse y jugarse con entusiasmo y confianza en nosotros mismos, y con la convicción de que se trata de una sociedad entre iguales: países en vías de desarrollo que aspiramos a crecer en el manejo de la inteligencia creativa para intercambiar servicios y productos en un mundo cada día más interdependiente. (...)
La complementariedad y las contradicciones que existen entre estos personajes fundacionales, a los que hemos reunido bajo el subtítulo de “Los cuatro padrinos” (Chávez, Lula, Uribe y Kirchner), explica los avances y los retrocesos en un proyecto sudamericano que todavía no ha desarrollado los denominadores comunes para poder disponer de suficiente basamento institucional. La tarea de construir la “nación de naciones sudamericana” es el desafío actual que tenemos los países de la región, y es la vara que servirá para medir nuestra capacidad de imprimir a la asociación estratégica con China un rumbo equilibrado y complementario. Si no damos ese rumbo a estas nuevas relaciones, abriremos la puerta a otro ciclo colonial ortodoxo, que incluirá como ingrediente la incorporación de una nueva cultura, en este caso más distante, pero que repetirá lo que ocurrió con la europea tras la conquista de América.
Pero en esta oportunidad, no podremos adjudicar las culpas o las responsabilidades a la voluntad imperial, porque ése no es el caso. En el desembarco de China en América del Sur no ha existido ni existirá la ocupación militar, a sangre y fuego, ni la evangelización religiosa forzada, ni la imposición de esquemas productivos o tecnológicos de superioridad incuestionablemente inalcanzables.
Al día de hoy, China y América del Sur somos sociedades en vías de desarrollo, con equivalente dependencia científica y tecnológica, que hemos llegado desde puntos de partida opuestos a conclusiones similares. Creemos en el Estado, en la iniciativa privada, en la necesidad de alcanzar un nivel de justicia social que llegue a la totalidad de nuestra población (hecho que en ambas regiones estamos lejos de lograr), en la obtención de la paz universal y en la necesidad de las integraciones regionales. Mantener un esquema vulnerable de balcanización y radialidad individual entre cada una de nuestras naciones y la nación-continente china es una propuesta insuficiente y condenada a traernos, en el futuro, graves tensiones y conflictos. La vía sudamericana-china de contribuir a un planeta productivo, sustentable y justo requiere de la capacidad de interactuar en forma recíproca y equivalente.