Usted como Papa latinoamericano, el primer Papa latinoamericano, ¿siente de alguna manera dentro de sí como una responsabilidad más, de ser la voz de todos estos millones de personas que, que se ven en esta situación de tener que salir de sus países, atravesar fronteras, muros, sea en América, en Asia, en Europa, donde sea?
— Sí. Ser la voz pero no de una manera programática. Me sale solo. Puedo ser la voz de América Latina por por mi sangre migrante. O sea, mi papá, con mis abuelos, fueron a Argentina. Tenían un buen pasar acá (Italia), pero por razones políticas, la abuela estaba muy metida en la naciente Acción Católica y aunque nunca le hicieron tomar el aceite de ricino, pero ese era... entonces decidieron irse a buscar nuevos rumbos. Además tenían, los hermanos de mi abuelo, ya tenían una buena empresa en Entre Ríos, allá, pero ellos llegaron en el 29 y en el 32 la crisis los dejó en la calle. Sin nada. Y un cura les prestó 2 mil pesos, con lo cual compraron un almacén y mi papá, que era contador, hacía el reparto con la canasta. Esa gente que se ganó la vida, se rehízo la vida. Y volvieron a luchar por llevar adelante la familia. Eso a mí me dice mucho. Yo lo mamé en casa eso.
—De ahí le viene toda esta sensibilidad que tiene...
—Pienso que sí. Y sí. Además, en Argentina yo he visto situaciones difíciles. De pobreza y de marginalidad, incluso de drogadicción, que son las que me mueven estas cosas ¿no? Pero me salen naturales. No me salen ideológicamente. Por eso a veces soy un poco desprejuiciado y se me va la lengua, pero no importa... (...)
—¿Hay algo que le preocupa de México? Por ejemplo, las sectas, las sectas no es un problema sólo de México. Usted es latinoamericano, ha sido un protagonista de Aparecida, desgraciadamente en el sudeste de México hay ese problema, pero en muchos países de América Latina hemos visto cómo van avanzando, van ganando, ¿no? ¿Ahí qué ha pasado? ¿Ha fallado la Iglesia en algo? ¿Cómo se retoman a esas personas, ¿por qué? ¿Por qué dejaron a la Iglesia y se fueron hacia las sectas, ofrecen algo diferente, más concreto? ¿Usted cómo lo ve?
—Algo similar. Una cosa es que... los movimientos evangélicos, digo, después voy a distinguir entre sectas o no. Hablamos de todo el movimiento evangélico, sean secta o no. Lo que ofrecen, en general, es la “projimidad”, la cercanía. (...) los católicos, muchas veces somos por ser multitudinarios, o sobre todo por un defecto muy grande que tenemos en América Latina, que es el clericalismo, ponemos distancia. El clericalismo en América Latina fue una de las trabas más grandes para el crecimiento del laicado. El laicado en América Latina solamente creció en la piedad popular. Ahí sí. Porque ahí es libre y el laico es creativo, y bueno, y tiene sus procesiones, sus cultos, pero organizativamente el laico no creció lo suficiente o no creció un poco por ese clericalismo que crea distancias. Entonces, volviendo a la pregunta, una de las cosas que en los movimientos evangélicos se provoca y crean es la cercanía. “¡Hola cómo te va, fulano!”. Después hay una distinción entre movimientos evangélicos honestos, buenos, ¡eh! y movimiento sectario, ¿no? Por ejemplo hay propuestas religiosas que nos son cristianas, nos son cristianas, los mismos evangélicos no las quieren ver. Y ellos... Y hay sectas, algunas vienen de la teología de la prosperidad, no cierto. “Bueno, si vos venís, y que si yo... te va a ir bien, y qué se yo”. Yo recuerdo una en Buenos Aires, que no fui yo, pero les pedí a unos amigos que fueran a ver qué sucedía, en una liturgia penitencial ¿no? Bueno, un libre y fervoroso discurso, una homilía fervorosa sobre el pecado y que Dios perdona y realmente una cosa bien hecha, y dicen “bueno ahora cada uno piense en sus pecados y bueno, vos que hiciste esto, y va recorriendo los mandamientos, y bueno, pedí perdón y para esto, tenés que dar una limosna de tanto”. Estoy simplificando, ¿no? Bueno evidentemente que los evangélicos rechazan todo esto. Los evangélicos serios, ¿no? (...) En Argentina trabajábamos mucho juntos con los pastores. En Buenos Aires yo me reunía con un grupo de pastores amigos, y rezábamos juntos y organizamos tres retiros espirituales para pastores y para sacerdotes juntos. De varios días. Y venía, y predicaba o sacerdote católico y un pastor. (...)
—Papa Francisco, Usted ha tenido que preguntar muchas veces esta pregunta: justamente por su opción preferencial por los pobres, por su forma de vivir, Usted dice constantemente contra el dios dinero. Dicen el Papa Francisco es marxista, el Papa Francisco es de izquierdas, Usted lo ha aclarado. Ha dicho no. Yo sigo el Evangelio. Bueno la gente todavía como que no lo entiende ya. Y le achaca. Y hay personas con dinero, dinero limpio quiero decir, que se han hecho, que a veces yo he oído que las personas han dicho que no, ¿qué pasa ahora? ¿Sólo los pobres son los buenos, y los ricos son los malos de la película? Como que hay un sector de personas acaudaladas, bien, que han hecho su trabajo, que tienen su fábrica, lo que sea, que se sienten como que para el Papa Francisco los importantes son los pobres y a nosotros no nos cuida tanto, no habla tanto de nosotros. ¿Qué hay de todo esto, es sólo Evangelio, es su sensibilidad?
—Yo vengo de una familia que después de la quiebra del 32 se rehizo y, clase media, acomodada. O sea no es ninguna cosa de resentimiento. Yo el 32 no lo viví, así que... Pero habría que aclarar bastantes cosas, ¿no? Primero que tenemos que habituarnos a no calificar con hermenéuticas demodé. O sea hoy en día izquierda y derecha es una simplificación que no tiene sentido. Cincuenta años atrás por ahí tenía sentido. Hoy no. O marxista, o... Marxista hoy ¿qué es? Porque el marxismo tiene tanta variedad de expresiones que... El problema de la hermenéutica en la interpretación de los hechos de una persona pública para mí es muy importante. O sea siempre hay que interpretar un hecho histórico, pequeño o grande, con la hermenéutica del momento..., sino caemos en simplificaciones o en desviaciones, ¿no cierto? Yo conocí gente rica y estoy llevando adelante acá la causa de beatificación de un empresario rico argentino, Enrique Shaw que era rico, pero era santo. O sea, una persona puede tener dinero. Dios se lo da para que lo administre bien. Y este hombre lo administraba bien. No con paternalismo, sino haciendo crecer a aquellos que necesitaban de su ayuda. Lo que yo ataco siempre es la seguridad en la riqueza. No pongas tu seguridad ahí. En el Evangelio Jesús en eso es radical. El que tenía los graneros, y te vas a hacer otro, y mañana te vas a morir. Es muy claro, ¿no? No pongas tu esperanza ahí. La injusticia de las riquezas. (...) El dinero siempre es traicionero. El diablo entra por el bolsillo. Siempre. San Ignacio decía que había tres escaleritas, tres escalones. El primero es la riqueza. (...) Una cosa que a mí me escandaliza, me escandalizaba en Buenos Aires, es la nueva zona de Puerto Madero, ¿no? Que es preciosa, todo ganado al río, por un lado esos edificios enormes, treinta y seis restaurantes, si usted va a cenar le cortan la cabeza, ¿no? Porque le hacen pagar... y después la villa miseria. Esas son las cosas que, el despilfarro de dinero, ¿no? Eso desde el punto de vista social. Y mi denuncia desde el punto de vista social es siempre a eso. Pero lo que más me indigna es el salario injusto. Porque uno se enriquece a costa de la dignidad no dada a la persona. Lo que te da dignidad de trabajo y vos usás el trabajo para hacerlo indigno porque le pagás, o no le pagás la pensión. Y con tranquilidad de conciencia. Yo diría no pagar lo justo, no pagar la pensión, no pagar el aguinaldo, ¡es pecado! ¡Es pecado! Y lo haga un rico, o lo haga un clase media o lo haga un pobre, es pecado. Esa cosa la tenemos que decir. El diablo, como repite, se mete en nuestra vida, metiéndonos plata en el bolsillo. No lo digo yo. (…)
Fragmento de la entrevista realizada en marzo por la cadena Televisa.