DOMINGO
LIBRO / Una marcha que dijo basta a la muerte

Violencia cercana

En #NiUnaMenos, la periodista Paula Rodríguez recopiló diferentes testimonios de las organizadoras y participantes antes, durante y después de la masiva marcha del 3 de junio de 2015. Sus textos más conmovedores, a un año de la movilización que, convocada desde Twitter bajo la consigna “basta de femicidios”, consiguió visibilizar un problema que atraviesa todas las clases sociales y zonas del país.

Calle. El año pasado, en distintos lugares del país, millones de personas dijeron “basta” a las muertes por femicidios.
| Pablo Cuarterolo

Algunas del grupo de Twitter habíamos estado en las dos maratones de lectura anteriores. Para nosotras juntarnos con las que venían del Facebook, si estábamos convocando con el hashtag #NiUnaMenos, fue natural, pensando también en darle un contexto más militante y orgánico. Fue adrede. Desde el inicio la intención era no quedarse en una consigna ni en la cuestión tuitera. Tampoco fue aluvional el hecho de llamar Ni Una Menos a la convocatoria. Insistimos en ponerle así y no otra consigna, porque era representativa, porque seguía en la línea de lo que ya se había hecho. Era conectar la reacción espontánea del 11 de mayo con el trabajo previo. Y además Ni Una Menos es una consigna activa, que sale del lugar de víctimas, de lo pasivo, de la impotencia del “nos están matando”, de vestirse de negro, de estar de duelo.

Ingrid Beck. Periodista, directora de la revista Barcelona, integrante del colectivo Ni Una Menos.

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Para mí esto ya era grande dos días después. No por lo que pasó el 3 de junio, sino ya dos días después del 11 de mayo. Por el intercambio que se fue generando: enseguida empezamos a recibir e-mails, mensajes por Twitter, de gente que empieza a ver que estás metido en esto y te comenta algo. Que hubiera gente escuchando esto ya era enorme. Muy pronto se vio eso, que no es masividad, que es otra cosa: había alguien escuchando del otro lado, hablando de esto que tiene quinientos mil años y nunca se amplificó de esta manera, en lugares donde habitualmente no se toca el tema, usando los términos “violencia machista” cuando nunca los usaban. Hubo una seguidilla de casos con cierto impacto social que otros no habían tenido, que se suma a años de concientización y pedagogía social desde mil lugares –como cuestionar, desde hacía una década, que se hablara de “crimen pasional”–, esta vez con aliados muy mainstream, y eso generó que muchos escucharan. Dadas esas condiciones, un caudal de saberes, prácticas, ideas generadas previamente, se podía poner en combinación. Podía llegar a ser el momento y no había que desperdiciar la oportunidad.

Soledad Vallejos. Periodista, editora en Página/12, integrante del colectivo Ni Una Menos.

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Algunos pueblitos o ciudades, localidades muy chiquitas, nos escribían diciendo que estaban muy copados con la marcha, querían hacerla, nos preguntaban cómo organizar. A los primeros les contestábamos puntualmente, cuando abrías el e-mail y tenías cien mensajes, ya no podíamos. Hicimos una respuesta básica y copiábamos los cinco puntos. En un momento la idea fue leer el documento todos en simultáneo en el mismo momento, luego se decidió que no, porque empezaron a pedirlo de los medios y se iba a filtrar. Entonces empezamos a sugerir que cada lugar armara su propio documento en función de los cinco puntos y sumando cosas específicas que tuvieran que ver con sus necesidades.
Yo llegué a contar ciento veinte localidades. Había más. En un momento teníamos que imprimir la lista y dejamos de contar. El último día y medio no sumamos más. Y era eso: pueblitos, localidades. En algún lugar había dos marchas paralelas; escribió una mujer que decía: “La organizaron oficialmente de la Municipalidad, que no hacen nada” y preguntaba cómo podían hacer para organizar la propia. Pedían consejos y algunas aclaraban que nunca habían marchado, que eran mujeres que querían organizarse y mandaban para que nosotras difundiéramos sus propios flyers y convocatorias. A las redes particulares nuestras también llegaron historias. No me acuerdo si por e-mail o a mi Facebook, una mujer que me contó que había vivido dieciocho años de violencia, que estaba separada, que había logrado salir del círculo de violencia e iba a estar en la plaza con sus cuatro hijos, como prometiendo presencia.

Valeria Sampedro. Periodista –trabaja en TN y El Trece–, integrante del colectivo Ni Una Menos.

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Fue transparente y espontáneo. Está todo escrito y a la vista en Twitter, la evolución fue pública. Entonces, todos los familiares a los que llamábamos sabían quién era cada una de nosotras, dónde nos podían encontrar, que no íbamos a usar esto políticamente. Y a los políticos también les pasó eso, porque si bien algunos quisieron operar, a quienes nosotros dijimos: “Uh, ojalá que no lo intenten”, no lo hicieron. A la idea de iluminar de violeta el Planetario, el Monumento de los Españoles, el Centro Cultural Kirchner, la Casa de Gobierno, la Pirámide de Mayo, el Ministerio de Desarrollo Social y el Congreso, tanto el Gobierno de la Nación como el de la Ciudad dijeron que sí, inmediatamente, sin ningún tipo de pero.
La Iglesia sí tenia miedo… “a ver con qué se vienen”. La adhesión formal de la Conferencia Episcopal Argentina llegó dos días antes de la marcha, pero al vocero del Papa lo contactamos a los tres días de lanzar la convocatoria. Y con Cristina Kirchner también lo intentamos al principio. Tanto con el Papa como con la Presidenta procuramos, a través de voceros, que se sacaran la foto con el cartel Ni Una Menos, y ninguno de los dos respondió en ese momento. Pero bueno, el Papa después del 3 de junio habló sobre la violencia hacia las mujeres. Y Cristina un día antes. También tuvo otros gestos, como iluminar la Casa Rosada de violeta y bajar la orden a los ministros y a la militancia para que fueran. Claramente, ellos también querían tener la bandera de esta victoria, que quedó claro que no fue de nadie. Eso fue muy loco también: la victoria no fue de nadie.

Marcela Ojeda. Periodista, cronista
de calle en Radio Continental,
integrante del colectivo Ni Una Menos .

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Hubo un antes y un después en el solo hecho de haber conseguido que en todas las casas de la Argentina hoy se sepa qué es un femicidio, con la cantidad de mujeres que en este país murieron víctimas de un femicidio sin saberlo.
Que hoy cualquier pibe sepa que no es natural que se le pegue a la madre. Eso es el 3 de junio. No creo que lo que pasó vaya a evitar, por ejemplo, las violaciones. Lo que sí puede evitar es la naturalización de las violaciones.
 La naturalización de que una mujer tiene que decir siempre que sí. Que los chicos sigan creciendo con la idea de que cuando una mujer no dice que no, está diciendo que sí. Eso es lo que se puede trabajar en las casas y las escuelas. Y yo creo que el 3 de junio habilitó ese espacio.
 Hay secciones nuevas en los medios que no existían, cintillos en las notas gráficas como “Violencia de género” o “Ni Una Menos”.
Ahora, en la cobertura de un caso se pone el acento en cosas como “le revisaba los mensajes de texto”. Se subió la vara de la tolerancia, entre la gente común y en los medios. También se corrió un poco la vara en el trabajo. Hay algo ahora con los tipos que hacen abuso de poder, o en la brutalidad en el discurso, o en los chistes de mal gusto. Se tolera un poco menos.

Hinde Pomeraniec. Periodista, editora
columnista de La Nación, integrante
del colectivo Ni Una Menos.

Hubo algo muy fuerte en relación con los familiares. Estar en un espacio juntos y hacer algo no es lo mismo que estar solo en tu casa. Es muy impresionante el cambio: salir, disputar una plaza, buscarte con otros. En el vallado, por los costados, había gente que estaba muy mal, que quería entrar, subir al escenario, contar lo que le pasaba.
Tratamos de contener, de explicar que la dinámica era que estuviera la lectura del documento, las demandas generalizadas, y que era una marcha para que los familiares se sintieran acompañados, decirles: “Estas personas están acá por algo terrible que les ha pasado, pero ese algo nos incumbe como sociedad” (...).

Ximena Espeche. Licenciada en Letras,
integrante del colectivo Ni Una Menos.

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Esa misma noche era el cierre de Las 12#. Así que volví de madrugada. Me llevó un taxista varón, que empezó a contarme su historia, de las mujeres de su vida. Se pasó, no dobló donde tenía que doblar y dimos tremenda vuelta para llegar a casa. Al día siguiente, con un taxista que me llevaba a la Television Pública me pasó lo mismo: me empezó a contar que la mujer le puso los puntos, que él era muy celoso… y se pasó. ¡Y ocurrió con un taxista más! Estaban apabullados.
Fue impresionante lo que se generó en esos días en cuanto a la habilitación de la palabra, a generar un ámbito de hospitalidad para que esa palabra sea creída, no sea puesta en duda, sea jerarquizada.
No sólo para las víctimas, también para las que cuentan que sufrieron violencia y no quieren vivir más así. Se mostró esa posibilidad: no es necesario seguir viviendo de este modo. Y también fue impactante lo rápido que se invisibilizó el tema en los medios. Es más: a los dos días empieza a haber en continuado noticias sobre niños maltratados.
Y el modo de contar la historia no era el de explicar que los niños también son objetos del hombre violento. No se habló, ni se habla nunca, de la forma en que se da la violencia, que no es solamente el golpe, sino todo ese clima previo, ese saber que hay un momento en que si movés una cucharita puede estallar. Con el tema de los chicos muchas veces pasa eso: que muchas mujeres y sus hijos viven en ese terror, en eso de tratar de evitar la eclosión, de intentar pasar desapercibidos, de no gritar, no hacer escándalo, que no empeore. Hubo un editorial de Clarín que decía que la violencia es una sola… algo así como: “Bueno, ya está, ocupémonos de los ‘verdaderos débiles’”. Se borró el tema, inmediatamente.
El sistema, el patriarcado, es como el aire que respiramos. Opera de modos que no son advertidos. No es que alguien te va a decir explícitamente: “No quiero hablar de este tema”. Es que se reorganiza de modos que no se terminan de advertir, se autodefiende. También, al día siguiente de la movilización, en Facebook, unos tipos se pusieron a identificar a las chicas que habían marchado con capuchas, haciendo una performance. Sobre todo a una, que tenía escrito en el cuerpo: “Si nos organizamos, los matamos a todos”. Era claramente una performance, no era literal, era “matar al agresor”, era simbólico. Y se dedicaron a buscar quién era, a identificarla y a compartirlo mil veces para intimidarla. Todo eso sucedió en los días posteriores: todo se reorganizó rápidamente.

Marta Dillon. Periodista, escritora, editora del suplemento  Las 12 de Página/12, integrante del colectivo Ni Una Menos.