Todos sabemos que este año va a ser uno de esos llenos de incertidumbres, un clásico de períodos electorales en la Argentina. La pregunta que nos hacemos como inversores locales es, luego de esta tibia recuperación de los bonos argentinos del último mes, ¿vendemos o mantenemos?.
Parece como si el porvenir de nuestros odiados bonos argentinos que tanto nos hicieron sufrir dependiera netamente de la política, de la supervivencia de este gobierno y, todavía peor, de la estabilidad y crecimiento de la economía mundial. Ya vimos durante casi todo el 2018 lo vulnerables que son los títulos a los vaivenes de los mercados globales y a los movimientos de tasas de interés en el exterior.
Hoy en día, luego de varios cisnes negros electorales que se dieron en el último tiempo como el triunfo de Trump o el Brexit, terminamos entendiendo lo peligroso que es hacer futurología en el ámbito de la política. Evidentemente las encuestas cada vez tienen menos capacidad de predecir resultados electorales.
Cuanta mayor incertidumbre existe, más proliferan los “opinólogos” en todos los ámbitos posibles. Hay que tener especial cuidado y no basar nuestras decisiones de inversión netamente en sus intentos de predicciones. Algunos aceptan que no tienen la bola mágica mientras que otros opinan como si fuesen dueños de la verdad.
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Conocer nuestro perfil de inversor
Volviendo al dilema sobre qué hacer con los bonos argentinos, en vez de obsesionarnos y recaer en el engaño de la futurología, tendríamos que enfocarnos en lo que sí sabemos y sí conocemos que es a nosotros mismos. ¿Qué quiero decir con esto? Cuando armamos la cartera de inversión no se trata sólo de entender el contexto macroeconómico y la naturaleza del activo, hay una parte muy importante en la toma de decisión que está relacionada con el perfil de inversor de cada uno. Esta es la parte que sí está a nuestro alcance.
Veamos ejemplos: Si hablamos de una persona retirada, que no genera nuevos ingresos y que vive de rentas, la lógica indica que deberíamos invertir de forma conservadora. En este contexto no parece ser una buena idea tener todo nuestro capital expuesto al riesgo argentino, ¿cierto? Pensemos en un bono en cesación de pagos, el retirado necesita de los ingresos para vivir y no se puede dar el lujo de esperar a una oferta de canje o arreglo con acreedores que puede tardar años.
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En cambio, si estamos hablando de una persona joven, que genera un ingreso constante y con un buen excedente que no necesita para vivir, nos referimos a alguien que podría tener un perfil de riesgo moderado a arriesgado y que tiene toda una vida por delante para recuperarse de las bajas de mercado sin necesitar de ese capital. A mayor plazo de inversión, sumado a una baja dependencia de ese dinero y mayor posibilidad de generar nuevos ingresos, la capacidad que tenemos de tomar riesgos aumenta.
Además de la capacidad que tenemos de tomar riesgos, debemos considerar nuestro deseo de querer hacerlo. Si una inversión nos quita el sueño y no nos deja dormir, no es para nosotros. En este caso a pesar de que tengamos capacidad, no estamos preparados para el riesgo y no deberíamos tomarlo.
Lo que es indiscutible es que los bonos argentinos hoy en día son para un inversor con un perfil arriesgado. Cualquier activo que rinde más de un 10% anual en dólares, cómo es el caso de toda la deuda argentina que vence post elecciones, sólo es apto para inversores con temple.
A continuación podemos ver las características y rendimientos de algunos de ellos:
Entender nuestra aversión al riesgo es la clave para tomar la decisión. Los bonos argentinos tuvieron como atractivo el hecho de que eran completamente exentos de impuestos hasta el año pasado y la mayor compra se dio luego del cambio de gobierno, con una esperanza de mejora económica que no se cumplió. Las condiciones cambiaron dramáticamente. Hoy en día es comprensible y hasta recomendable que aquellos inversores conservadores que entraron durante el 2016 y 2017 tomen la decisión de ir desarmando las posiciones en bonos argentinos porque ya no coincide con su perfil de inversión.
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La historia cambia si hablamos de inversores que pueden convivir con la incertidumbre y en los casos en los que las inversiones locales son un porcentaje acotado del patrimonio, la situación es muy diferente. Ahí sí podremos asumir el riesgo entendiendo que va a ser uno de los años más volátiles del último tiempo y aprovechar semejantes rendimientos. Por esta misma razón, los bonos son odiados por los inversores conservadores y a la vez buscados por quienes desean altas rentabilidades.