ECONOMIA
Dicotomía

El dilema de la pandemia: las soluciones económicas agravarían la pobreza

Las medidas enunciadas tienen sabor a poco para una economía que cayó 19% en el último trimestre registrado. Porque también están mirando el otro número que clama, el 41% de pobreza.

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Pobreza | Cedoc Perfil

Muchas veces, las decisiones que implican atajos cortoplacistas van hipotecando el futuro erosionando el principal activo. Cuando se decidió acudir al “dibujo patriótico” a través del INDEC, se buscaba bajar el índice de precios y así distorsionar “a favor” la inflación, pero también tocar los números que hacían que los índices de crecimiento del PBI (¡qué tiempos aquellos!).

Tanto que los bonistas perjudicados llevaron al Estado a juicio y la propia Administración Macri tuvo que defenderse diciendo que no hubo tal desmanejo, con tan de no pagar. Desde ese entonces, el INDEC, como el viejo dicho romano de la mujer del César, debe ser y parecer honesto.

Cuando este miércoles el índice de pobreza del primer semestre arrojara 40,9% de la población bajo la línea de la pobreza ($ 43.785 para una familia) el número llamó la atención. Para unos, porque implicaba que más de 4 de cada 10 argentinos y, especialmente casi 6 de cada 10 niños son pobres. Pero para otros, la cifra era para firmar el empate porque proyectan una aún mayor para el segundo semestre. No es que pronostiquen una gran caída del ingreso para esta parte del año sino simplemente que, entre el arrastre y el promedio, la cifra no reflejó la “foto” del 30 de junio sino la “película” de los 182 días desde el inicio de 2020 que, incluso tienen dentro casi un trimestre sin efecto pandemia.

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Con el número en la mano, los focos apuntaron a Daniel Arroyo, ministro de Desarrollo Social, que tenía que explicar como lo haría un buen arquero, las causas de una goleada en contra. Lógicamente sus comentarios hacían referencia a lo asistencial, a las tareas de contención que se hicieron y se harán habida cuenta del drama de los hundidos, mucho más allá de la estadística.

Los ministros del área económica parecieron quedar debajo del radar, cuando la principal causa de la pobreza estructural en la Argentina, que hace dos décadas al menos no baja del 25% pero con picos cada vez más altos y frecuentes, es la falta de empleo de calidad.

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Casi paralelamente, la atención se posaba sobre otra cifra que se diluía cada día: el número de reservas que en un drenaje diario amenazaba con tocar fondo. Y para ello, el equipo económico anunció la batería de medidas que se publicaron anoche.

La presencia de varios funcionario y no sólo del titular del Palacio de Hacienda obedece, justamente, a que todo lo que se implemente necesita de la coordinación de otra dependencia. En parte porque los problemas están todos interconectados, pero también por el curioso diseño institucional de un área caliente como la económica. Un aspecto que a lo lardo de los años todos los gobiernos no han sabido incorporarla en su propuesta como algo sostenible.

Justamente el diseño del área económica atomizada en varias dependencias, con ministros y secretarios que, incluso, tampoco responden todos al mismo referente, dificulta adoptar políticas económicas más consistentes. O necesitarían de un plan, que, por el momento, se sabe, no figura en las prioridades presidenciales porque “no sirven” y “han fracasado”.

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Las medidas enunciadas tienen sabor a poco para una economía que cayó 19 % en el último trimestre registrado. Porque también están mirando el otro número que clama, el 41% de pobreza.

Como pocas veces, el Gobierno se topó con una realidad incómoda: la escasez. No sólo de dólares, un bien preciado que no puede emitir, sino de todo tipo de ayudas y recursos que no puede seguir extendiendo para cubrir un flanco porque descuida el otro. Porque hay medidas productivas, fiscales y monetarias que parecen haberse quedado a mitad de camino por la sensación que un cambio sustancial y efectista agravaría el cuadro social aún más. Por ejemplo:

  1. Unificación del tipo de cambio: un formato rápido y contundente de eliminar coleros, restricciones y, sobre todo, alienta el ingreso de divisas por aumento de exportaciones o blanqueo de las subfacturaciones. Pero el miedo es a que se traduzca rápidamente en inflación. Por eso se eligió las micro devaluaciones, esperando cerrar la brecha.

  2. Liberación de los precios controlados: desde la pandemia los precios de bienes considerados esenciales, con la ambigüedad del término, requieren de autorización para aumentar, por lo que es un congelamiento en cámara lenta. Con el tsunami de pesos lanzado desde marzo, el temor principal es a una inflación galopante, que agravaría la pobreza.

  3. Eliminación de subsidios a los servicios públicos: Sobre todo en el AMBA, la incidencia de las tarifas del transporte y energía en los estratos medios y bajos. Otra medida que tendrá que esperar pero que cada día que pasa, se agrava la distorsión.

  4. Techo a las paritarias estatales: con la peculiar forma de organizar su pedido salarial, La Bonaerense marcó el timing del descongelamiento. Ya se puede hablar de actualizaciones, pero en frente hay Tesoros vacíos. Una elección de hierro: conflicto en puerta o poner otro cepo a salarios más bajos del escalafón público.

  5. Control del déficit previsional: responsable de un tercio del rojo estatal en la última década, es dónde mirarán los técnicos del FMI que ya están monitoreando. Pero las contrapartes son jubilados que en su mayoría cobran cerca de la mínima y estadísticamente, ya en la pobreza.

  6. Minimización de los ATN: arma política por excelencia para asegurase votos legislativos o apoyar extensiones territoriales que se utilizan discrecionalmente pero que sirvieron para amortiguar las caídas brutales de la recaudación en las provincias con cuarentenas prolongadas.

Hacer política económica sostenible en un país que arrastra largos años de estancamiento y deterioro de sus indicadores sociales no es una actividad grata, ni siquiera que arrastre votos.

En el corto plazo se parece al rol de una buena defensa que no luce, pero evita goles en contra. Por eso es muy difícil abstraerse de la tentación de patear la pelota afuera, esperar que el tiempo o algún hecho extraordinario acomode mejor los tantos. Pero el tiempo también juega y cada día acumula los desequilibrios que terminan cobrándose la cuenta en los eslabones más débiles: el desempleo y la pobreza.

LR